Tendencias

Las pruebas de su enriquecimiento ilícito las aportó el propio Boudou (ningún lawfare)

En primera persona.

Amado Boudou está complicado. Ciertamente, suena a verdad de Perogrullo. Pero es una verdad al fin y al cabo.

Luego de que la Corte Suprema de Justicia le endilgara un duro revés en el marco de la causa Ciccone, la Justicia está a punto de complicarlo en otro expediente: aquel que lo investiga en torno a su presunto enriquecimiento ilícito.

Se trata de una investigación que se inició en la Justicia, a raíz de una denuncia que le hice en el año 2012 al entonces vicepresidente de Cristina Kirchner.

Los elementos de prueba estaban a la vista. Con un adicional: los había aportado el propio Boudou, acaso sin darse cuenta.

Se trataba de su propia declaración jurada, contrastada con el nivel de gastos que él mismo ostentaba. Así de simple y sencillo.

Con esos datos a cuestas, presenté una denuncia en la justicia Federal, de la mano de mi abogado Alejandro Sánchez Kalbermatten.

La presentación recayó en el juzgado de Ariel Lijo, quien decidió imputarlo “ipso facto”, lo cual me valió un duro “escrache” en el programa militante 678.

No obstante ello, la denuncia avanzó en la Justicia, sin prisa pero sin pausa. Al paso de los años, reputados peritos de la Corte Suprema lograron comprobar que Boudou, no solo no podía justificar sus gastos, sino que además se encontraron con la posibilidad de que se hubieran sustanciado nuevos delitos, relacionados con el blanqueo de capitales.

Con esos elementos a cuestas, Lijo decidió meter preso a Boudou, en un procedimiento que no careció de espectacularidad y escándalo.

A través de puntuales recursos judiciales, el otrora vicepresidente logró zafar de la prisión. Pero ahora mismo, luego del referido fallo de la Corte y la indagatoria que está por enfrentar —en el contexto de la causa por enriquecimiento— Boudou volvería a estar tras las rejas.

A esta altura debe decirse que no hay ningún “lawfare” detrás de la avanzada judicial, como gusta decir al kirchnerismo de paladar negro.

Solo hay un exfuncionario imprudente, que dejó las huellas de su propios desaguisados por doquier, a la vista de todos.

Tan simple como eso. 

Artículos Relacionados

Volver al botón superior