La movida no es nueva, empezó hace casi tres años. Y avanza en un camino peligroso, que busca la impunidad para los verdaderos responsables de lo ocurrido en agosto de 2008.
Refiere la trama al triple crimen de General Rodríguez, donde cayeron bajo una lluvia de balas Sebastián Forza, Damián Ferrón y Leopoldo Bina. En el contexto de una trama que mezcla la política, el narcotráfico y el crimen organizado.
En un principio, la investigación judicial se direccionó hacia un grupo de narcos mexicanos, de los cuales no existe hasta el día de hoy una sola evidencia que los complique.
Quien ofició la maniobra fue un juez llamado Federico Faggionato Márquez, quien terminó siendo destituido por el estrago judicial.
Fue cuando se comprobó que los responsables materiales del triple asesinato eran lugartenientes de Aníbal Fernández, otrora jefe de Gabinete del kirchnerismo. Principalmente los hermanos Martín y Cristian Lanatta, y Víctor Schillaci.
A estos se sumó otro personaje llamado Ibar Esteban Pérez Corradi, acusado de narcotráfico y “socio” del siempre inefable Aníbal.
Las pruebas contra todos ellos abundan en el expediente judicial. Con un agregado indispensable: todo se llevó adelante en la localidad de Quilmes, donde el exjefe de Gabinete es dueño y señor.
Por eso, para poder hacer el trabajo sucio y regresar la investigación a los días de Faggionato, se buscó la intervención de la jueza María Romilda Servini, siempre afecta a “resolver” los conflictos del peronismo.
La misma que “zafó” a Carlos Menem en la causa del “Yomagate” en los años 90 y llegó a sobreseer a Máximo Kirchner y Eduardo De Pedro en la escandalosa investigación por la cartelización de la obra pública hace dos años.
Hay que decirlo: Servini es la magistrada que viene desviando la causa por el triple crimen con una eficacia descomunal, exponiendo a los pocos que hemos investigado el caso con independencia y beneficiando a los culpables. Sobre los cuales, insisto, hay prueba judicial de sobra.
Baste recordar que, como publiqué hace algunas semanas, la jueza publicó las conversaciones que mantuve con algunas de mis fuentes de información en el marco de este expediente.
Ello provocó que mis usuales informantes de la política hoy no me atiendan el teléfono, temerosos de que se conozcan nuestros diálogos.
Dicho sea de paso, una de mis fuentes más importantes en esta causa ha sido el propio Sebastián Forza, quien me anticipó en mayo de 2008 que sería asesinado por personeros del kirchnerismo, por haberse metido en sus negocios. Principalmente la mafia de los medicamentos y el narcotráfico. Tres meses después, fue muerto a balazos.
Ahora mismo se busca asegurar que el triple crimen fue obra de un grupo de mexicanos molestos por un supuesto cargamento de efedrina adulterado.
“Hay una enorme parodia en el juicio para tapar la mugre; y todos con Anibal a full”, me dijo al respecto Alejandro Sánchez Kalbermatten, abogado de la viuda del asesinado Bina.
En realidad “ex abogado”. Porque la mujer decidió reemplazarlo por otros dos letrados. Justo después de que este apelara la falta de mérito que benefició a Pérez Corradi. Fue el único que lo hizo, poniendo en juego su propia integridad.
Ergo, está claro que se busca la impunidad de los verdaderos responsables. Porque Kalbermatten fue el único —y el último— en avanzar en la pista que involucra a la política argentina. Dejando de lado —o relativizando— la participación de mexicanos.
Lo que viene ahora ya lo hemos vivido: se acusará por el triple homicidio a un mexicano llamado Rodrigo Pozas Iturbe, quien ya fue sobreseído en su momento en el mismo expediente. Se lo vinculará a Mario Segovia, conocido como el “Rey de la efedrina”, quien en realidad está relacionado con Aníbal Fernández.
Es la labor que le fue asignada a Servini por parte del exjefe de Gabinete. Siguiendo a pie juntillas la estrategia del abogado de Pérez Corradi Juan José Ribelli, echado en su momento de la Policía Bonaerense por corrupto.
Una digresión al respecto: en 2009 debí abandonar repentinamente la Ciudad de Buenos Aires por los aprietes y amenazas que recibí por investigar de manera independiente tal trama, provocando el giro del expediente judicial. Desde entonces vivo en el interior de la Argentina.
Entonces me pregunto: ¿Deberé volver a mudarme, sabiendo que los responsables del triple crimen quedarán libres e impunes? ¿Está en riesgo mi vida o debo despreocuparme por la liberación de estos personajes, que ya demostraron de qué son capaces?
De pronto, repiquetea en mi cabeza aquella frase de Karl Marx, “la historia se repite dos veces, la primera en forma de tragedia y la segunda en forma de farsa”.