En el ministerio de Salud, que conduce Carla Vizzotti, creen que la tercera ola llegará a la Argentina a fines de septiembre. Es decir, que la variante Delta comenzará a circular comunitariamente en forma masiva dentro de un mes. Por el momento hay circulación pero es acotada y sectorizada. Aún se puede controlar. Esa contención se va agrietando con el paso de los días.
La cuenta de referencia que utilizan en la cartera sanitaria es la que grafica lo que sucedió en Estados Unidos con la circulación de la Delta. En ese país la circulación comunitaria aumentó un 10% en el primer mes. Al mes siguiente creció del 10% al 60%. Ese crecimiento exponencial es el que esperan para los últimos días de septiembre y los primeros de octubre.
Hasta el momento no hay demostraciones científicas de que la cepa Delta sea más grave que las que ya circularon en Argentina. Lo que si tienen en claro las autoridades sanitarias es que mientras más grande sea la carga viral que afecte a una persona, más grave va a ser el cuadro de salud que le toque atravesar.
Por eso la utilización del barbijo y el esquema completo de vacunación son esenciales y se convierten en un filtro importante para el virus. Aún así, ni en la Casa Rosada ni el Ministerio de Salud tienen realmente claro cómo puede evolucionar la curva de contagios con el rebrote de la cepa Delta. El porcentaje de vacunados es lo que genera la duda.
La proyección de las autoridades sanitarias es que la cantidad de vacunados que tiene el país permitiría mantener a salvo el sistema sanitario. Eso sería que no esté comprometida la disposición de camas de terapia intensiva, que no haya un pico de internaciones que se vuelva inmanejable y que no aumente la tasa de mortalidad.
Pero hay un margen de dudas que lleva al Gobierno a trazar un plan de acción por si la tercera ola pega con más fuerza de la que se espera. Si los contagios aumentan abruptamente y se mantienen altos durante varios días, la presión sobre el sistema sanitario no se podrá evitar y, en consecuencia, tendrán que tomar nuevas medidas restrictivas.
Lo que tienen en claro en la Casa Rosada es que las medidas que tomen van a ser intermitentes. Similares a las que se tomaron cuando en mayo impactó la segunda ola de COVID-19. Cerrar y abrir, de acuerdo al escenario que haya en el momento. Medidas que no sean prolongadas en el tiempo, para evitar un desgaste en la gente.
reconocen que lo primero que se suprimirá serán las reuniones sociales y los eventos masivos que tienen aforo. Si el rebrote de contagios es muy grande, esas actividades serán las primeras en cortarse, porque son las que generan más contagios. Esperan no tener que hacerlo. Saben que es lo que más interfiere en el humor de la sociedad.
Pese a esa mirada, tanto el ala política del Gobierno como la sanitaria, entienden que en la actualidad están dadas las condiciones para avanzar con las aperturas. “Es necesario abrir. No podemos estar eternamente con restricciones. Para eso están las vacunas. Si después se complica, habrá que cerrar. Pero hoy está bien que abramos”, reflexionó un dirigente del Gobierno que está al tanto de las proyecciones sanitarias.
En la Casa Rosada fueron aún más terminantes. “El #QuedateEnCasa terminó. Ya no se vuelve a esa fase de la pandemia”, indicó a Infobae un funcionario muy cercano al presidente Alberto Fernández. En el Gobierno asumen que pueden aplicar restricciones, pero nunca tan severas como las que se aplicaron en el pasado. Es una etapa concluida.
El marco electoral no pasa desapercibido. El Gobierno sabe que mejora el humor social si hay más flexibilizaciones y muestra la puerta de salida de la pandemia. En el último mes habilitó las reuniones sociales en espacios cerrados, agrandó el cupo de personas que pueden ingresar al país y anunció el regreso del público a las canchas.
Fuente: Infobae