Mendoza no es ajena a lo que sucede en el resto del país. La impredecible campaña que viene sorprendiendo a más de uno, podría ser entendida como el fin de una era en la que Alfredo Cornejo hizo y deshizo a su antojo.
La mecha está muy corta por estos días, y el “que se vayan todos” pareciera estar más cerca que nunca.
Ahora fue Daniel Orozco, poco antes Jorge Difonso, lo que evidencia el hastío y la frustración que inquietaban a dos aliados del único hombre con peso real en el oficialismo provincial.
El presente no es el mejor y Cornejo lo sabe. El futuro, menos. Estas jugadas deberían marcar un punto de inflexión en quien es sin lugar a dudas un cuadro agotado (o próximo a serlo).
La decadencia de la dirigencia política actual, que no deja de mirarse el ombligo y no hace nada para generar esperanza y optimismo, ha influido significativamente para que un dirigente como Omar De Marchi entre en escena, generando un manto de expectativas pesimistas de cara a futuro.
Con las cartas sobre la mesa, y a poco de tener que volver a las urnas, todo puede pasar en una Mendoza en la que cada vez es mayor el desencanto y la apatía.