Lo acontecido días atrás con la designación de Silvina Batakis al frente del Ministerio de Economía, no es más que un fiel reflejo de lo ocurrido en septiembre del año pasado, cuando Alberto Fernández tuvo absolutamente todo para apartarse de una buena vez de Cristina Fernández de Kirchner, y así intentar darle forma a una conducción económica centralizada.
El cambio de Martín Guzmán por Batakis no es más que otra oportunidad pérdida. El jefe de Estado tuvo una inmejorable chance de apartarse de su rival interno y relanzar su gobierno, pero no sucedió. Podría decirse que a partir de ahora, solamente podrá administrar la agonía hasta que llegue el momento de ir a las urnas nuevamente.
¿Y por qué hablamos de una oportunidad pérdida?. Sergio Massa, de otra línea interna aliada al Frente de Todos (FdT), pidió que se reorganice el gabinete y se reduzcan los ministerios, pero todo cambió cuando alguien levantó el teléfono y tiró por tierra ese organigrama que impulsaba el titular de la Cámara de Diputados.
De hecho, en su misiva, Guzmán se mostró a favor de esa concentración económica para poder así afrontar la crisis con eficacia.
Días atrás, cuando las aguas estaban más que convulsionadas, Fernández tenía todo decidido para anunciar a Marco Lavagna, muy cercano a Massa. Sin embargo, sonó el teléfono en Olivos y al presidente “le sugirieron” el nombre de Batakis, que además de su llegada a Daniel Scioli, supo mostrarse ligada al camporista Wado de Pedro.
Fue así que Alberto Fernández confirmó el cambio: sale Martín Guzmán, entra Silvina Batakis. Sin nada que hacer en el medio, Massa se alejó de la discusión y siguió su camino.
Este presente más que complejo para el gobierno que no funciona, no hace más que reflejar la imagen de un temeroso y desbordado Alberto Fernández.
Las diferencias políticas entre el presidente y su vice trascienden al dinero, aunque la falta de pesos profundiza más la lucha entre el 1 y la 2 de Argentina.
Fernández bien sabe que, en medio de esta debacle política, es más que probable que la herencia económica y social que deje esta gestión sea peor a la recibida por Mauricio Macri.
Probablemente, pensando más en la retirada que en otra cosa, es que esté dándole lugar a una desesperada y complicada judicialmente Cristina Fernández de Kirchner.
Muchos se preguntan si el reciente cambio de fichas no fue una jugada de Alberto, para que sea CFK la que termine cargando los costos políticos de los nuevos ministros que poco podrán hacer.
Todos los caminos parecieran apuntar que vamos hacia la anarquía institucional, algo que tal vez podría evitarse si intervinieran los principales líderes opositores. De todos modos, la posibilidad de que Cristina Kirchner y la cúpula del arco opositor se sienten a la misma mesa, es casi imposible.