El efecto que trajo aparejado la pandemia a nivel global, desafió la estabilidad mental y emocional de gran parte de la población mundial. En otras palabras, ya no somos los mismos que antes de marzo de 2020.
Durante la época más compleja del aislamiento, la incertidumbre, el miedo a contraer el virus o a contagiar a los nuestros, los vaivenes económicos, la soledad y los cambios de hábitos, hicieron que crecieran significativamente las consultas por ansiedad, estrés, problemas en el estado de ánimo y dificultades para conciliar el sueño e insomnio.
Una investigación realizada por la Fundación INECO en 2020, respaldada por el Banco Interamericano de Desarrollo, reveló que a los días de haber iniciado el aislamiento obligatorio, gran cantidad de personas tuvo síntomas de ansiedad y de depresión. Por otra parte, el trabajo investigativo expresó que se agravaron los problemas de salud mental en las personas que los padecían previamente, pero además quienes no habían buscado tratamiento anteriormente mostraron signos de impacto psicológico.
Pareciera ser que lo peor ya es cosa del pasado, aunque las secuelas de la pandemia todavía persisten. Inclusive, los expertos estiman que los efectos emocionales y mentales del coronavirus podrían durar, al menos, una generación.
Un estudio publicado recientemente en la revista médica The Lancet, puso énfasis en la prevalencia mundial de la depresión y los trastornos de ansiedad en 204 países y territorios en 2020 debido al Covid-19. Dicho documento, arrojó que la salud mental disminuyó drásticamente en ese año, con un estimado de 53 millones de casos adicionales de trastornos depresivos mayores y 76 millones de casos adicionales de trastornos de ansiedad observados a nivel mundial.
Además, el estudio sugirió que las mujeres y las personas más jóvenes fueron más afectadas que los hombres y los adultos mayores.
“La pandemia de COVID-19 ha suscitado una gran preocupación por la salud mental de una generación de niños y niñas. Sin embargo, puede que la pandemia represente solo la punta del iceberg de la salud mental, un iceberg que hemos pasado por alto durante demasiado tiempo”, destacó Unicef en el informe anual 2021 sobre infancia y adolescencia.
“La preocupación por la salud mental, que tuvo su auge durante la pandemia, impulsó a más personas a prestar atención a sus emociones y tomar medidas para sentirse mejor”, comentó la licenciada en psicología Verónica Rial (M.N. 20313), miembro del Departamento de Terapia Cognitiva INECO.
Después de dos años de la aparición del coronavirus en el mundo, ya sin restricciones y en un tiempo de transición que podría denominarse “nueva normalidad”, por momentos cuesta dilucidar cuándo es el momento indicado para pedir ayuda profesional.
“Algunas emociones y sentimientos normales pueden tornarse disfuncionales. Uno puede darse cuenta de ello cuando adquieren una elevada intensidad, persisten prolongadamente en el tiempo o son muy frecuentes”, advirtió la licenciada Rial.
En la vida cotidiana, es común tener momentos de estrés o tensión laboral, incertidumbre económica o dificultad para relacionarse con los demás. Sin embargo, cuando el enojo, la ansiedad, la angustia o la tristeza generada por una situación traumática se perpetúa, es una señal de alerta.
La especialista de INECO señaló que “cuando lo que nos pasa interfiere con las actividades de la vida diaria, a nivel social, laboral, con nuestros planes y proyectos, o en nuestros vínculos”, hay que evaluar consultar a un profesional.
La dificultad para adaptarse a situaciones nuevas, para resolver algún problema o tomar alguna decisión de relevancia, complicaciones con los vínculos, por una ruptura familiar, o problemas académicos y/o laborales, son los temas más comunes de consulta terapéutica.
Sobre el tipo de psicoterapia, hay diversas variables a tener en cuenta a la hora de diseñar el plan del tratamiento: si la terapia será individual, vincular, de pareja, familiar o grupal; o si será breve, intermedia o prolongada, según los objetivos acordados entre quien consulta y el profesional.
Actualmente, uno de los enfoques más elegidos es la psicoterapia cognitivo conductual, ya que ha demostrado ser efectiva para una amplia gama de problemáticas en salud mental: “Es una terapia que tiende a ser limitada en el tiempo y centrada en los objetivos establecidos. La finalidad es ayudar a los pacientes a identificar y evaluar sus pensamientos y comportamientos disfuncionales y a actuar en consecuencia para modificar los factores que generan y mantienen el problema”, explicó la psicóloga de INECO.
Algunas condiciones, que pueden ocurrir en paralelo o no, sirven como señal de alerta para consultar a un experto. La especialista de INECO enumeró:
1 – Considerar que se padece un malestar que resulta innecesario, sin sentido y creer que no debería estar ocurriendo
2 – Notar que ese padecimiento interfiere en sus planes generando consecuencias no deseadas en su vida
3 – Pensar que ese malestar se relaciona con aspectos psicológicos o subjetivos
4 – Sentir que no se puede evitar con acciones voluntarias y conscientes
5 – Vislumbrar que ciertos cambios internos modificarían el estado de cosas
6 – Considerar que uno solo no puede y necesita ayuda de un experto