Un laboratorio en Wuhan, China, creó ocho virus, dos de ellos altamente contagiosos para el ser humano, con el objetivo de hacer pruebas de genética inversa. No solo tienen una gran carga infecciosa, sino que se parecen al virus SARS COV – 2. Con esto, se avivan una vez más las sospechas de que el coronavirus fue creado artificialmente y no proviene de la naturaleza.
Una de las principales figuras que estuvo a cargo de este experimento fue la “doctora murciélago”, llamada Shi Zhengli y Ralph Baric, otro virólogo conocido a nivel mundial. Su objetivo en ese momento, es decir en el año 2015 cuando empezaron las pruebas, fue hacer descubrimientos sobre la “genética inversa”. Para ello, debían dar vida a un virus a través de su ADN, luego manipularlo y crear un coronavirus artificial.
Para crear este nuevo patógeno se utilizó la “espina dorsal’’ del virus SARS y la proteína de otro coronavirus de murciélago muy parecido, llamado SHC014. Esa proteína es muy peligrosa ya que permite a los virus entrar en las células e infectarlas. Las pruebas de laboratorio con células humanas mostraron que este coronavirus artificial tenía una gran capacidad infecciosa en humanos, según un análisis publicado por MIT Review, revista de la prestigiosa universidad estadounidense.
De todas formas, el estudio se había llevado a cabo en uno de los laboratorios más seguros del mundo para evitar una posible fuga del virus. Sin embargo, la creación de virus infecciosos alarmó a toda la población.
Pasaron los años y luego de la creación de varios virus similares al Covid – 19, la doctora Shi Zhengli siguió realizando sus estudios en el Instituto de Virología de Wuhan, esta vez junto al zoólogo británico y presidente de EcoHealth Alliance Peter Daszak.
Finalmente, Shi Zhengli y Daszak confirmaron que en Wuhan crearon ocho clones del virus WIV1, un patógeno muy parecido al SARS-CoV-1.
Tres años después del cierre de mercado húmedo de Wuhan el 23 de enero de 2020, el misterio sigue ya que también se afirma que estas pruebas con virus contagiosos se realizaron en laboratorios menos seguros y con menor coste económico para avanzar más rápido en las pruebas de “genética inversa”.