¿Qué ocurriría si Biden ganara las elecciones en EEUU y Trump no reconociera la derrota?

Expertos constitucionalistas fueron consultados por este tema y sostuvieron que el escrutinio puede derivar en una crisis peor a la protagonizada entre George W. Bush y Al Gore por el recuento de votos en Florida en el año 2000.

Donald Trump, actualmente presidente de Estados Unidos, desconfía de la forma en que se está llevando a cabo el conteo de los votos de las elecciones presidenciales, y además criticó la efectividad del sufragió por correo, lo ha generado dudas respecto de lo que pueda ocurrir, una vez oficializado el resultado, en caso de que los números no le alcancen para vencer a su rival demócrata, Joe Biden.

Trump ha manifestado públicamente que solo podría perder esta votación mediante un fraude electoral, haciendo dudar entre los expertos constitucionalistas sobre la posibilidad de que el escrutinio derive en una crisis peor a la protagonizada en el 2000 por George W. Bush y Al Gore por el recuento de votos en el estado de Florida.

Joe Biden está muy cerca de transformarse en el nuevo presidente, ya que actualmente suma 264 votos de los 270 necesarios para ganar, pero el interrogante está puesto en ¿qué sucedería si Trump pierde y no reconoce la derrota?

Allá por el mes de septiembre, el actual presidente evitó responder cuando le consultaron si, en caso de verse derrotado, afrontaría una transición pacífica del poder.

“Vamos a tener que ver qué pasa. No habrá transferencia, francamente habrá una continuación. Las papeletas están fuera de control”, manifestó en referencia al voto por correo, poniendo en duda la legitimidad, a pesar de que es un sistema establecido en aquel país.

Un día después, en una maniobra no habitual, el Senado aprobó por unanimidad una resolución que reafirmaba su compromiso con que “no haya interrupciones por parte del presidente ni de ninguna persona en el poder para anular la voluntad del pueblo estadounidense”.

“El ganador de las elecciones del 3 de noviembre será investido el 20 de enero. Habrá una transición ordenada, tal como lo ha habido cada cuatro años desde 1792”, publicó en sus redes sociales el líder de la mayoría republicana en el Senado, Mitch McConnell.

En caso de que el 20 de enero, al momento de la toma de posesión del nuevo presidente, si Trump ha agotado su embestida legal y niega físicamente a abandonar la Casa Blanca, Biden sostuvo que los militares deberán destituir a Trump, según reflejó New York Post.

Al momento de consultarle a Biden en junio sobre una posible transferencia del poder, dijo estar convencido de que el Ejército lo escoltará fuera de la Casa Blanca.

De todos modos, la resolución no parece ser nada sencillo, y no depende de que solamente Trump reconozca una posible derrota, sino más bien de su proverbial ejército de abogados.

Por su parte, el general Mark Milley, jefe del Estado Mayor Conjunto, declaró a NPR el mes pasado que tiene la intención de mantener al Ejército al margen de cualquier disputa electoral.

“Esta no es la primera vez que alguien sugiere que podría haber una elección impugnada”, agregó al medio. “Y si lo hay, los tribunales y el Congreso de los Estados Unidos lo manejarán de manera apropiada. Las fuerzas armadas estadounidenses no tienen ningún papel en la determinación del resultado de las elecciones estadounidenses. Cero. Allí no hay ningún papel” añadió Milley.

Debido a la historia de Estados Unidos de transiciones pacíficas de poder, tal evento llevaría al país a un desenlace un tanto incierto.

“Lo que realmente importará serán los desafíos legales a los resultados oficiales, que pueden ser tantos que podrían prolongar la incertidumbre sobre el resultado de las elecciones”, señaló a la agencia de noticias EFE Judith Kelley, decana y docente de la escuela Sanford de Políticas Públicas de la Universidad de Duke.

Según los especialistas, la ley no exige a Trump dar un discurso en el que reconozca la derrota, pero las batallas legales podrían derivar en una crisis constitucional si llegara a influir “en las decisiones de los gobernadores sobre a quién enviar al colegio electoral”.

Y completó: “Si en última instancia, puede haber decisiones contradictorias a nivel estatal entre gobernadores y legisladores estatales sobre qué resultados enviar al Congreso”.

Aún con la votación final en disputa, los estados con gobernadores demócratas, pero legislaturas republicanas, incluidos los territorios claves en el campo de batalla, como Pensilvania, Carolina del Norte, Michigan y Wisconsin, posiblemente podrían terminar enviando dos grupos distintos de los votantes del Colegio Electoral, publicó la revista Marie Claire, aludiendo a un estudio llevado a cabo por el experto en temas electorales, Edward B. Foley.

En ese caso, esos estados tendrían dos conjuntos de votos electorales en competencia, y como presidente del Senado, el vicepresidente republicano Mike Pence tendría que destrabar la posible y compleja situación.

Él tendría poder de desechar ambos conjuntos de votos de esos estados, lo que significa que ninguno de los candidatos podría alcanzar los 270 votos electorales necesarios para hacerse con la presidencia. En ese caso, los miembros del Congreso votarían para decidir el presidente y vicepresidente.

La Cámara de Representantes votaría por el presidente, con una delegación por cada estado obteniendo un voto compartido, y se necesitaría una mayoría simple de 26 votos para elegir. En el Senado, cada senador obtiene un voto, con una mayoría simple de 51 votos necesarios para elegir. Si alguno de esos cuerpos no logra alcanzar la mayoría, el desenlace se complica aún más.

Si el Senado elige un vicepresidente pero la Cámara de Representantes no elige presidente, el vicepresidente electo actúa como presidente hasta que se resuelva el insólito conflicto.

Si ninguno de los cuerpos llega a una conclusión antes del día de la toma de posesión, entonces comienza la línea de sucesión presidencial, y la presidenta de la Cámara de Representantes, en la actualidad Nancy Pelosi, deberá hacerse cargo de la presidencia hasta que se desate el nudo.

No es para nada sencillo el sistema electoral estadounidense, en el que los votantes no eligen al presidente de manera directa, sino a los 538 delegados de los Colegios Electorales, que son los que a la postre votan por la máxima autoridad, abren una gran cantidad de interrogantes

Luego de las elecciones, las autoridades estatales tienen hasta el 8 de diciembre para la resolución de cualquier controversia que pueda surgir sobre la elección de sus representantes del Colegio Electoral, y el 14 de diciembre sus miembros se reúnen en sus estados y votan formalmente al presidente, una votación que ha aceptar el nuevo Congreso el 6 de enero.

El candidato que alcance la mayoría de los 538 votos electorales existentes, gana, ya que alcanzaría al menos 270.

Una insólita situación ocurrió en Estados Unidos en el año 2000, cuando durante un mes y medio, el país estuvo sin saber el ganador de las elecciones entre George W. Bush y Al Gore, por lo ajustado del resultado y los evidentes problemas con las máquinas de votación, hasta que el demócrata se declaró vencido, es por eso que ahora Kelley asegura que la situación ahora podría ser peor.

“El Tribunal Supremo no está ahora ni más ni menos preparado que en el 2000, sin embargo, este año es probable que tengamos batallas legales en muchos más estados, y no solo en uno”, confió.

A todo eso se suma la incorporación por parte de Trump de la jueza conservadora Amy Coney Barret al Supremo el pasado 27 de octubre, prácticamente sobre las elecciones.

“El hecho de que un juez recién nombrado por el titular de la Presidencia pueda fallar en estos casos bien puede ser visto por muchos como un problema”, sostuvo la experta.

Kelley consideró que el sistema democrático, en general, es ahora más endeble que en 2000 por la influencia extranjera en las elecciones de 2016, porque Trump fue objeto de un juicio político y porque “muchas normas democráticas se han degradado en los últimos cuatro años”, haciendo referencia a su presidencia.

En declaraciones a la prensa sobre el proceso electoral el pasado domingo, Trump volvió a poner en entredicho el sistema del voto por correo, sin mostrar pruebas del fraude generalizado que viene sosteniendo, y en concreto puso en duda la honestidad en los estados gobernados por demócratas, algo sin precedentes en EEUU.

“Tan pronto como terminen las elecciones, iremos con nuestros abogados”, advirtió Trump.

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