Las elecciones 2023 sin dudas han marcado el inicio de un nuevo tiempo, por lo que se plantea un 2024 con algo de incertidumbre, aunque lleno de esperanza. Esperanza de un cambio que está dando sus primeros y dolorosos pasos.
Este cambio, de alto y necesario costo, implica un esfuerzo de todos, no solo en acompañar esta etapa sino en revisar (nos) y preguntar (se) “¿en qué tengo que cambiar yo?”.
Esta pregunta que puede sonar de tono muy íntimo y personal, también involucra a cada uno de los espacios de los que somos parte y en este caso a la política y más concretamente a los partidos políticos.
El esfuerzo de acompañar y sostener este cambio no solo será de los ciudadanos y del gobierno, sino que también tiene que comprender a los partidos políticos ya que son actores principales del sistema democrático.
En Mendoza, el PRO supo generar en sus inicios el entusiasmo de un verdadero espacio de participación ciudadana que permitía a todos aquellos que tenían vocación por lo público canalizar esas expectativas de aporte a la mejora de la calidad de vida común. Y así lo fue.
De hecho, nos recepcionó a muchos de los que habíamos huido del Partido Demócrata, espantados por cómo algunos pocos (que aún siguen) transformaron “el partido de los mendocinos”, en el partido de un par de familias.
El PRO entonces fue esa posibilidad de expresar nuestra vocación. Pero ¿qué pasó? Desgraciadamente ese encanto inicial se fue perdiendo porque algún pícaro lo empezó a usar como su propia y exclusiva plataforma para el desarrollo de sus proyectos ultra personalistas. De repente, “el más joven de la vieja política” cooptó el espacio y lo vació hasta transformarlo en un mero sello de uso personal.
La consecuencia fue que muchos preferimos partir y otros, valientemente, eligieron seguir para dar la pelea desde adentro, contra el amañamiento y los vicios de la politiqueria, aunque la fortaleza del viejo político no permitió ese cambio.
Pero la realidad cambia y hoy la historia nos pone nuevamente en el desafío de recomponer el partido y transformarlo en una estructura moderna, dinámica, representativa de los intereses de la ciudadanía, formadora de cuadros, generadora de iniciativas y cercana a la gente. Todo con el necesario propósito de que la nueva argentina que está re-naciendo tenga una institución política que este a la altura de ese gran objetivo.
Por eso muchos volvimos a acompañar a los que se quedaron, a Hebe Casado y a la postergada dirigencia como Sol Salinas, Cecilia Páez, Guillermo Mosso, Enrique Thomas, Pablo Priore, Josefina Canale y tantos otros jóvenes y no tan jóvenes con talento y valores, que fueron relegados por no ser obsecuentes. POLITICOS con mayúsculas que tiene claro lo complejo de la actualidad, la comprensión de lo que implica el cambio y fundamentalmente tienen la convicción de enfrentar, democráticamente, a lo viejo del PRO que no es ni más ni menos que parte de esa argentina que queremos dejar atrás.
Ojalá que muchos más se sumen a esta necesaria tarea por qué el PRO necesita renovarse, la provincia necesita un Cambia Mendoza fuerte para sostener el rumbo de transformación y Argentina necesita espacios políticos que apoyen con coraje y valores el nuevo camino que estamos empezando a transitar.