El Cuerpo Médico Forense de Mendoza informó esta mañana que la joven hallada asesinada en la tarde del jueves en Maipú, se trata Florencia Agustina Romano, la adolescente de 14 años que estaba desaparecida desde el sábado en la tarde.
El examen de ADN que cotejaron en el laboratorio dio positivo y de esa manera confirmaron que los restos hallados este jueves eran los de Florencia
La fiscal Claudia Ríos, de Homicidios, recibió este viernes por la madrugada los resultados desde el Cuerpo Médico Forense, donde se realizó el peritaje y la necropsia de la joven. Fue positivo luego de analizar y cotejar las muestras de sangre de la víctima y la de sus familiares.
La determinación se hizo a través del Laboratorio del Registro Provincial de Huellas Genéticas.
La hipótesis principal sería la de resistencia a un abuso sexual, y que la nena intentó defenderse con sus manos.
Del informe también se desprende que Florencia fue degollada con un arma blanca en una de las habitaciones de la casa de Arancibia, y luego prendida fuego post mortem.
Florencia fue golpeada en casi todo el cuerpo, tanco con golpe de puño como con elemento contundente. El cadáver presentaba fractura nasal y de cráneo.
Ver: El homicidio de Florencia se pudo haber evitado, pero no la escucharon
Se cree que después de ataque inicial, la degollaron para silenciarla contándole el cuello.
Horas antes del hallazgo del cuerpo en un zanjón de la calle Alsina, a pocos kilómetros de la casa donde se la vio por última vez, la fiscal Claudia Ríos había imputado a Pablo Ramón Arancibia de 33 años y a su pareja, Micaela Estefanía Méndez de 27 años.
Un testigo fue la clave para hallar el cadáver de Florencia Romano. El hombre se presentó con un abogado en la Fiscalía y declaró que trasladó el cadáver de la adolescente hasta el lugar por pedido de Arancibia.
Florencia desapareció el sábado luego de dirigirse a la casa de Pablo Arancibia, a donde había sido invitada, pero no regresó a su casa. Luego de rastrillajes, su cuerpo fue encontrado tirado en una acequia, envuelto en una sábana, cinco días después de la primera denuncia de su desaparición.