A una semana de las elecciones legislativas, el presidente Alberto Fernández aseguró que el país vive una recuperación económica que a su juicio “debe ser una de las más rápidas del mundo”. Además, afirmó que “una parte de la sociedad” está desanimada porque esa supuesta mejora “no ha llegado a todos”.
“Me parece que lo que el mundo tiene hoy es desánimo por tanta muerte y dolor, a lo que se suman los efectos en la economía. Todas las economías del planeta cayeron. Todas, absolutamente todas. Y la recuperación tiene ritmos desiguales. En algunos lugares es muy rápida. Nuestra recuperación económica, por ejemplo, debe ser de las más rápidas del mundo”, afirmó el mandatario en una entrevista con la agencia oficial Telam.
Sin embargo, dijo que esa presunta recuperación “no ha llegado a todos y hay gente que todavía no siente esa mejora. Y entonces hay una parte de los argentinos desanimados”.
Algunas partes de la entrevista de Télam al presidente Alberto Fernández:
– ¿Cómo visualizó al mundo que lucha por llegar a la pospandemia y busca construir una salida, en su recientes viajes al exterior para participar del G20 y la Conferencia climática de Glasgow?
– Lo que uno descubre cuando sale de la Argentina y habla con líderes de otras latitudes es que en todos lados se vive más o menos lo mismo. En momentos en que el tiempo transcurrido permite una cierta mirada retrospectiva, aparecen los efectos en la mayor parte de las sociedades que vieron la pandemia como una amenaza semejante a una guerra. Una amenaza similar a que una bomba cayera sobre el techo de sus casas, o que al salir a la calle una bala les cruzase la cabeza. Todo eso era pensado desde un virus que podía entrar a las casas o contagiar con solo andar por la calle. Esa sensación, poco a poco, fue condicionando el estado anímico de la gente.
Cuando la pandemia empezó a superarse por efecto de la inmunidad lograda por la vacunación, quedó la impresión de que aún a muchos les cuesta entender cómo es el mundo que emerge de la pospandemia. Creo que en parte se vive como una posguerra. Hay un sentimiento de sobrevivencia. Y está claro que en una Argentina que ha tenido 115.000 muertes ocasionadas por una sola causa, ese sentimiento es comprensible.
Me parece que lo que el mundo tiene hoy es desánimo por tanta muerte y dolor, a lo que se suman los efectos en la economía. Todas las economías del planeta cayeron. Todas, absolutamente todas. Y la recuperación tiene ritmos desiguales. En algunos lugares es muy rápida. Nuestra recuperación, por ejemplo, debe ser de las más rápidas del mundo. Pero no ha llegado a todos y hay gente que todavía no siente esa mejora. Y entonces hay una parte de los argentinos desanimados. Al igual que canadienses desanimados, como me contaba Trudeau (Justin, Primer Ministro de Canadá); o Macron (Emmanuel, Presidente de Francia) en cuanto a los franceses; o Merkel (Angela, Canciller de Alemania), y Pedro Sánchez (Presidente de España) La esposa de Biden (Joe, Presidente de los EE.UU.), me describía el mismo sentimiento en Estados Unidos, al que hay que agregar una cultura más reacia a vacunarse.
– La reciente Cumbre del G20 mostró a los principales líderes con preocupaciones que los empujan a reformular algunas estrategias y discursos. Si el modelo de globalización conducido por la lógica financiera de la economía ya estaba en crisis, la pandemia marcó claramente sus límites. ¿Cómo imagina la reconstrucción de este mundo? ¿Es posible la esperanza, la construcción de nuevas utopías?
– En verdad, el debate central que el mundo debe llevar adelante, y que yo planteé en todos mis discursos, es un debate ético. Desde qué ética queremos reconstruir el mundo. Lo que dejó al descubierto la pandemia es la desigualdad a nivel planetario. Una mañana nos despertamos y un virus que era imperceptible al ojo humano era capaz, no sólo de arrancar millones de vidas, sino también de dar vuelta economías. De repente, nos encontramos que empresas de la talla de Lufthansa necesitaron del auxilio del Estado para poder sobrevivir. O Alitalia, que terminó cerrando. Hemos visto una crisis económica de tal magnitud. Y fundamentalmente, lo que deberíamos replantearnos es esa lógica que se impuso en el mundo de privilegiar lo financiero por sobre lo productivo. En gran parte, semejante desigualdad nace el día que el capitalismo le prestó más atención al gerente financiero que al de producción. Ese debate ético es el debate que está y que no todos abordan, porque hay un mundo que resiste ese cambio. Wall Street resiste ese cambio. El conservadurismo americano resiste ese cambio. Después, hay miradas políticas que tienen vocación de ampliar esos horizontes, como Macron en Francia o Merkel en Alemania. Pero hay intereses en pugna, claramente, para que todo siga igual.
– Hay un replanteo en el mundo de la necesidad de fortalecer el Estado de bienestar, mucho más después de la experiencia vivida…
– Nosotros, en Argentina, hicimos mucho en ese sentido, pero el vértigo de la pandemia no nos deja verlo en toda su dimensión. No sólo conseguimos el Aporte Solidario de las Grandes Fortunas, que acumuló una importante cantidad de dinero. Nosotros cambiamos Ganancias, dejamos de cobrarle Ganancias a los asalariados y las grandes empresas pagan más Impuesto a las Ganancias que las Pymes. Antes no existía esa diferenciación. Trabajamos para cambiar el impuesto sobre Bienes Personales, y gravamos más severamente a los que más tienen y más severamente a los que tienen sus bienes en el exterior. Nosotros hemos hecho acciones en materia impositiva, que fueron claramente avances progresivos. Está claro que la dimensión del problema por ahí exige mayor esfuerzo y velocidad. Pero hay que entender lo que le pasa a la Argentina. El país venía de una crisis enorme a la que se le sumó la pandemia. Trato de ejemplificarlo al decir que la Argentina era un enfermo en terapia intensiva y encima se enfermó de Covid en la terapia. Eso fue lo que nos pasó. Entonces todo resultó más difícil.
– ¿Cuán difícil es ser presidente en una Argentina y un mundo con poderes tan concentrados?
– Entiendo que es difícil, pero yo sabía que este era el escenario, por lo tanto no me puedo quejar. Estas eran las reglas y el partido que tenía que jugar. Lo único que sí admito, por supuesto, es que nunca pensé que iba a llegar una pandemia. Dónde están los poderosos y cómo actúan sus intereses, dónde estamos parados y qué intereses defendemos, y cuánto nos va a costar cada pelea, todo eso lo tenía calculado. Lo que no tenía calculado fue la pandemia. Nosotros tenemos que reconstruir un mundo distinto. No tiene sentido volver a lo mismo después de tanto dolor y pesar.
– ¿Cómo imagina que hubieran sido estos dos años de gobierno sin la pandemia, para intentar hacer una proyección sobre los dos años que vienen?
– Creo que la Argentina entró en un período de crecimiento muy vertiginoso y rápido, que vamos a tener un proceso de inversiones muy vertiginoso y que tenemos que pelear mucho contra los agoreros que muestran un futuro negro. Una de las cosas que se advierten, y es difícil de explicar, es que uno va a discutir con los acreedores de Argentina y se encuentra que hay acciones explícitas de argentinos jugando en contra de su propio país. Eso es muy impactante y es raro de ver, pero pasa. Los vemos con nombre y apellido, vemos sus trabajos en inglés hechos para los acreedores. Siento que la Argentina debe recuperar la economía del modo vertiginoso en el que lo estamos haciendo. Quiero que los dos años que vienen recuperemos lo que no pudimos hacer en este tiempo de pandemia. Y de verdad también quiero que terminemos con los debates estériles. La Argentina está llena de debates estériles. A veces escuchás y te preguntás: qué están discutiendo estos tipos, por qué discuten estas cosas. Sabiendo, además, que en la pandemia hicimos un montón de cosas. Hicimos cosas socialmente muy importantes, desde hacer que los jubilados no paguen más sus remedios a hacer que sus ingresos estén peleándole y ganándole a la inflación. Hicimos que los trabajadores dejen de pagar Impuesto a las Ganancias. En el medio, arreglamos con los acreedores privados una deuda de 100 mil millones de dólares. Todavía estamos negociando con el Fondo Monetario Internacional. Se hicieron muchísimas cosas. Como sociedad deberíamos estar muy tranquilos frente a los logros y las perspectivas. En materia de ampliar derechos seguimos avanzando. Y en materia de género, avanzamos muchísimo. Y no nos detuvo la pandemia.
– ¿Qué mensaje le daría a aquellos votantes del Frente de Todos en 2019 que, por distintas razones o frustraciones, no fueron a votar a las PASO o cambiaron su voto?
– Después del resultado electoral, lo que más me preocupó fue escuchar a la gente. Dejé de leer los diarios y escuchar las radios, y me ocupé de escuchar a la gente. Alguna vez Macrón me había contado que después del fenómeno de los chalecos amarillos (Nota de la R: movimiento social que comenzó en 2018 en Francia y luego se extendió a otros países europeos), él decidió salir a hablar con la gente para tratar de entender por qué se le había generado semejante explosión social. Me contó que iba a reuniones a escuchar y a tomar nota. La verdad es que me costó mucho entender el resultado electoral. Porque puedo entender el malestar de la gente, lo que me cuesta comprender es por qué algunos sectores entienden que la causa de ese malestar ha sido el gobierno. También siento, porque lo ví en las reuniones que tuve, que muchas madres la pasaron muy mal y la verdad es que ahí siento un poco de culpa. Casi que tengo ganas de disculparme con ellas y decirles: ́cómo no me di cuenta, ustedes fueron fenomenales en lo que hicieron y no me di cuenta´.
– ¿Qué piensa cuando escucha a Mauricio Macri, responsable del enorme endeudamiento argentino, decir que él podría resolver el acuerdo con el Fondo en cinco minutos?
– Cuando escucho que el expresidente dice que el problema de la deuda lo arregla en cinco minutos, le creo. Le creo porque fue lo que hizo. No necesitó más de cinco minutos para endeudarnos del modo en que nos endeudó. Yo también puedo arreglar el problema de la deuda en cinco minutos: lo único que tengo que hacer es aceptar las condiciones que me ponen. Pero esa es la diferencia entre él y yo. No acepto esas condiciones. Porque sé que en lo que firme va a estar la suerte de generaciones de argentinos, no la suerte de mi gobierno. Yo diría que este gobierno tiene resuelto el problema, porque el Fondo ofrece un plazo de espera para empezar a pagar, y yo podría terminar mi gobierno sin pagar un centavo. ¿Pero con eso habré resuelto el problema de la Argentina? La respuesta es no. Nosotros necesitamos que cuando empecemos a pagar, podamos pagar lo que nos comprometimos. Entonces, los argentinos y las argentinas tienen que saber que la deuda es el mayor condicionamiento que tenemos para nuestro desarrollo. Una deuda que alguien tomó de modo absolutamente irresponsable e irregular. La verdad es que no me quiero detener en todo eso, quiero hacerlo en ver cómo encuentro una solución al problema de la deuda, y que hacerlo no puede ser a costa de postergar la solución de los problemas de los argentinos y argentinas. Garantizar condiciones de desarrollo y crecimiento. Y eso demanda más tiempo, porque es una negociación con acreedores. Para que la gente me entienda: es como cuando uno es deudor de un banco y se sienta con el jefe de cuenta a arreglar su deuda. No es fácil. El banco pide, el banco exige, y está en uno ver hasta dónde está dispuesto a dar. Bueno, acá es lo mismo. Hay momentos en los que observo que le cuentan a la gente que esto de no arreglar es un capricho mío, que me encapriché, que soy un tipo que está fuera del mundo que no quiere hablar con la gente. No es eso. Estoy discutiendo dinero, miles de millones de dólares que tiene que pagar el pueblo argentino y que alguien quiere cobrar. Bueno, yo quiero que el pueblo argentino pague lo menos posible y que le cueste lo menos posible hacerlo. Nunca hablamos de no pagar, hablamos de pagar lo que corresponde y en condiciones que la Argentina pueda soportarlo.
– ¿Cuál quisiera que fuera el balance cuando concluya el mandato en 2023?
– Lo que quiero que todos sepan es que para mí es un honor ser el presidente de los argentinos. No hay mayor honor que uno pueda tener. Voy a dejar todo de mí. Lo que quiero es dejar un país un poco más igualitario del que recibí. Trabajé estos años para lograrlo y en muchas cosas lo logré, insisto en este punto. Lo logré cuando pusimos el aporte obligatorio a las grandes fortunas, cuando los trabajadores dejaron de pagar Impuesto a las Ganancias, cuando avanzamos con el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo, cuando le di a las mujeres que querían ser madres el plan de los 1000 días y cuando terminé con el documento de identidad binario. Le traje tranquilidad a la Argentina cuando logramos un acuerdo con la deuda privada, que ya todos nos olvidamos pero era de 100 mil millones de dólares.
Trabajé incansablemente todo este tiempo y soporté diatribas de todo tipo. Lo que me impulsa es poder seguir mirando a la gente a los ojos. La gente sabe lo que soy. Saben que trabajo honestamente, que nadie me ha corrompido en mi vida y que voy a morirme sin corromperme. Estoy seguro que cuando deje el gobierno, en 2023 o cuando sea, voy a dejar una Argentina mejor de la que recibí.