La pobreza continúa subiendo y es uno de los diagnósticos más dolorosos de la sociedad argentina. En tal sentido, la Dirección de Estadísticas e Investigaciones Económicas de Mendoza hizo un relevamiento en el que se observa cuanto necesitó una familia para no ser pobre o indigente durante el mes de marzo en la provincia.
De dicho estudio se desprende que una familia tipo (dos adultos con dos chicos), precisó 55 mil pesos para no ser pobre en marzo. Asimismo, para no caer en la indigencia, un grupo familiar con las mismas características necesito 22 mil pesos.
Para entender la parte social de estos fríos números de la economía, Christian Sanz y Claudia Durán se comunicaron con Eduardo Donza, investigador de la UCA del Barómetro Social de la Pobreza, en el programa que conducen en Radio News.
Al ser consultado sobre qué representan estos números, comentó que “son privaciones para muchas familias. La pobreza está por arriba del 40% de la población, y son privaciones y derechos vulnerados. No es una cuestión de la coyuntura, sino que hay una cuestión estructural que hace décadas Argentina tiene niveles elevados de pobreza”.
Asimismo comentó que durante la pandemia esta situación se agravó: “Al no poder desarrollarse actividades productivas y de comercialización durante la pandemia, se complicó mucho”, por lo que agregó que “hay sectores de la clase media que venían bien y tenían un comercio pequeño que, al no poder desarrollar su actividad, se les complicó”.
Además remarcó que otro de los factores que influyen en estas estadísticas tiene que ver con “el aumento de costo de la canasta que ha aumentado en un mes casi 5%. Entre noviembre y diciembre también había aumentado el 5%”.
Respecto de la pobreza estructural, señaló que “hay una cuestión para graficar que hay una obviedad, no nos turnamos para ser pobres y hay personas que pasan su vida con privaciones. Después de décadas de esas situaciones, se fueron acumulando muchas privaciones que no tienen que ver con los ingresos solamente, sino con una vivienda que no tiene la construcción apropiada, donde se vio resentida la salud, el atraso escolar de niños y adolescentes, el sistema de seguridad social que falta en las viviendas con una jubilación o pensión o un empleo registrado. Hay un porcentaje del 25% que hace décadas que no se ha podido bajar”.
Asimismo, sobre la falta de empleo señaló que “si uno habla del tiempo de pandemia tenemos una indicador de tasa de desocupación no tan elevado, porque las personas dejaron de buscar trabajo sino la desocupación debería ser del 27/28%”.
“Para salir de la pobreza se necesita que se reactive el mercado de trabajo y pasar eso se tiene que activar el mercado productivo”, sostuvo y agregó que “tiene que haber un gran acuerdo nacional, con mucha responsabilidad y sentarse en esa mesa con todos los sectores sabiendo que todos vamos a tener que perder algo”.
“¿Sienten incomodidad de los Gobiernos al presentar estos informes?”, se le preguntó, a lo que respondió: “No en la actualidad. Sí pasó mucho entre el 2007 y 2015 y ese fue uno de los grandes errores, que no se llegó a tomar una conciencia. Hay una lógica de los Gobiernos que van a solucionar las cosas, entonces por la lógica política se trata de presentar de la forma más sencilla posible las soluciones”.
Analizó también que la pobreza “se va haciendo parte del paisaje. Para los que tenemos muchos años, nos llamaba la atención ver gente durmiendo en la calle, los vendedores ambulantes o la aparición de los cartoneros. Y ahora es propio del paisaje. Lamentablemente hay un acostumbramiento, hay una cuestión psicológica del ser humano que puede acostumbrarse a cosas que no son deseables, que son muy serias”.
“Esto nos va a impactar a todos. Aunque alguien tenga una posición acomodada, si a alguien no le importa la salud publica porque tiene una cobertura privada, entonces no le importa si un hospital funcional mal, pero si tiene un accidente en la calle lo que viene directamente es la salud pública y va a terminar primeramente en ese hospital público”, finalizó.