Si bien el polémico acuerdo entre el Gobierno de Mendoza y Héctor Bonarrico, quedó en la nada, lo cierto es que una vez más la política provincial mostró la hilacha.
Mendoza, provincia a la que muchos foráneos la destacan por su transparencia e institucionalidad, evidenció una vez más la pobreza de dirigencia que tiene al mando los destinos de estas tierras.
No hay que mirar mucho hacia atrás, para que vuelvan a resurgir escándalos como lo ocurrido con Roberto Munives al frente de la Policía de Mendoza, o la polémica en torno a El Azufre en el sur que sumó recientemente nuevos enfrentamientos.
Ya no alcanza con colgarse laureles por impedir que se produzca la reelección de gobernadores, o la famosa “ficha limpia”.
Pese al silencio, o a las respuestas poco convincentes por parte del gobierno de turno, el humor social pareciera empezar a cambiar.
Es necesario que eso ocurra. De todos modos, esta crítica no es solamente hacia la gestión actual. Paso antes, pasa ahora, y esperemos que no siga pasando, aunque si uno se detiene a mirar la pobreza dirigencial que hay por estos lados, difícilmente pueda cambiar algo.
De todos modos, es como dicen: “La esperanza es lo último que se pierde”.