El caso del hombre llamado Callitxe Nzamwita se hizo mundialmente conocido en los últimos días por poseer una fobia muy específica: no puede tener contacto con las mujeres. Se trata de un trastorno que responde al nombre de ‘ginefobia’ y que le impide tener relación con alguna persona del género femenino.
Con el paso del tiempo, Callitxe se encerró en su casa en Ruanda para evitar cruzarse o hablar con una mujer. De hecho, lleva 55 años atrincherado, ya que esta particular fobia la sufre desde que tenía 16. Además, esto lo llevó a alejarse de la sociedad y de cualquier civilización.
Recientemente expresó que, el acercarse a una mujer le provoca un pánico total que se traduce en problemas físicos y psicológicos. Por esto, decidió construir una valla alrededor de su casa. “Quiero asegurarme que las mujeres no se acerquen a mí”, comentó.
Paradójicamente, son varias mujeres de un vecindario cercano las que se preocupan por su bienestar y las que garantizan que Callitxe Nzamwita se encuentre bien. Ya que no puede trabajar, ellas deben arrojarle objetos esenciales, alimentos y otro tipo de productos hacia su fortificada residencia. Después, cuando ya se han marchado, el hombre pasa a recogerlos, evitando así cualquier tipo de contacto con las mujeres.
Qué es la “ginefobia”
Los informes médicos que circulan sobre este preocupante caso aseguran que el hombre de 71 años vive con una condición psicológica que involucra un temor irracional a las mujeres. Pese a llamarse “ginefobia”, está catalogada como una ‘fobia específica’, ya que no está formalmente reconocida en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales.
El síntoma principal de la “ginefobia” es el miedo y el rechazo a las mujeres, a tener cualquier tipo de contacto con ellas e incluso a pensar en algo que tenga que ver con el género femenino. En la mayoría de los casos, esta repulsa va acompañada de una profunda sensación de ansiedad muy intensa.
En el caso de Callitxe, durante años experimentó un cuadro clínico preocupante cada vez que una mujer se acercaba o sabía que se podía producir esta situación. Por ello, muchas veces su miedo estaba en la incertidumbre.
Durante todo este tiempo padeció ataques de pánico, opresión en el pecho, sudoración profusa, aceleración del pulso y grandes dificultades para respirar.