Tienen capacidades diferentes, no entienden

En la Argentina pandémica todos somos iguales, pero algunos son más iguales que otros. 

Una cantidad enorme de personas estuvo imposibilitada durante el último año de despedir como quería a sus seres queridos.

No planeaban cuadras de familiares aglomerados, sino la cifra que cualquier familia tipo promedio suele acudir a los cementerios o casas velatorias a dar un último adiós, ya sea porque se los arrebató el Covid u otros arrebatadores más tradicionales.

Hijos y nietos se quedaron sin despedirse de sus padres y abuelos, incluso sin haberlos podido abrazar en casi todo el año.

Los familiares y amigos de 60.000 muertos por coronavirus no pudieron acudir a un velatorio y entierro, y muchos hasta tuvieron que hacerlo vía Zoom.

“Pero escuchame, ¡estás hablando de Diego Maradona!, número uno del mundo, creador de pasiones, ídolo popular. ¿Cómo vas a pedir que los políticos no vayan, y privar a la gente despedirlo de manera efusiva y aglomerada?”.

“Pero escuchame, ¡estás hablando de Mario Meoni!, ministro de Transporte, ídolo municipal. ¿Cómo vas a pedir que los políticos no vayan, y privar a la gente despedirlo de manera efusiva y aglomerada?”.

La pregunta es, ¿con qué autoridad moral la clase política le pide a sus habitantes que cumplan las normas si desde arriba el mensaje es contrario si Alberto Fernández se funde a los abrazos con quien se le da la gana en televisión nacional?

La semana pasada, en el Reino Unido murió el príncipe consorte Felipe de Edimburgo, y, con más del 70% de los adultos vacunados, no hubo velatorio ni aglomeraciones.

Nunca está mal despedir a un muerto por última vez, lo que está mal es que solo los políticos puedan.

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