Cuando a finales de 1977 Charly García y David Lebón se instalaron en Buzios el plan era, ante todo, desconectar. Tomaron distancia de sus respectivos proyectos, compusieron unas cuantas canciones y empezaron a darle forma a la banda que iba a romper los esquemas del rock argentino. Para ello, viajaron a Buenos Aires para reclutar a Oscar Moro, a esa altura ya una leyenda de la batería; y a Pedro Aznar, un secreto a voces entre los nuevos talentos que hechizó a Charly cuando lo vio tocar.
Regresaron a Brasil y con producción de Billy Bond registraron un puñado de canciones entre San Pablo y Los Ángeles. En 1978 editaron su primer disco homónimo cuya recepción –y sobre todo, su presentación oficial en el Estadio Obras-, estuvo lejos de ser la soñada. La crítica no tuvo piedad con ellos y el público parecía no estar preparado para esa propuesta, en el que el rock and roll se permitía dialogar con elementos sinfónicos y coquetear con los electrónicos. Fue cuestión de tiempo para que las cosas cambien: pronto los llamarían “los Beatles criollos” y llenarían cualquier lugar que se propusieran.
43 años después, el Instituto Nacional de la Música junto a Altafonte reedita aquel trabajo que, a pesar de los escollos iniciales y su incomprensión, permanece como una foto de época y contiene verdaderos clásicos del rock argentino como “Eiti leda” y “Seminare”. Al igual que la reedición de La grasa de las capitales, el trabajo forma parte del rescate de las obras del sello Music Hall que alcanza a discos claves del rock, el tango y el folklore que permanecieron cautivos durante más de veinte años.
La presentación oficial se hizo en la sede del INAMU frente a Plaza Congreso donde el presidente del instituto Diego Boris relató cómo se gestó el trabajo. Al igual que en La grasa de las capitales, el proceso estuvo capitaneado por Pedro Aznar, quien junto al ingeniero Ariel Lavigna realizaron un trabajo minucioso en la reconstrucción de las cintas, en colaboración con Gustavo Gauvry, de la Asociación Argentina de Técnicos e Ingenieros de Audio y el propio Boris. El trabajo estuvo seguido de cerca por Charly y David con Juanito Moro en representación de su padre, fallecido en 2006. La edición física reproduce el arte original e incluye fotografías inéditas y trae el material en formato compact disc, mientras que la remasterización también alcanzará a las plataformas digitales.
Un trabajo de artesanía visual y auditiva
Hace dos años, durante el evento celebratorio por La grasa de las capitales, las imágenes de Charly, David y Pedro escuchando, tocando y disfrutando del material conmovieron a los fanáticos. Una relación que a pesar de sus cortocircuitos públicos y privados, marcó a fuego a sus integrantes y que se replicó en la antesala de esta nueva reedición. “Serú Girán forjó en nosotros una hermandad muy importante que nos hizo crecer a los cuatro, nos puso en contacto con pares. Verse espejado en alguien que tiene exactamente el mismo nivel de pasión por la música, es una cosa muy importante, es algo que te da alas para volar más lejos. Eso creo que es lo que significó Serú Girán para cada uno de nosotros”, destacó Pedro, el alquimista del trabajo de reconstrucción.
“Este disco es un encuentro entre cuatro amigos”, apuntó David Lebón. “Me emociona y me pone feliz que los jóvenes hoy puedan escuchar lo que hacíamos nosotros en nuestra juventud. Esta reedición es una manera de hacer que ese amor y esa música no se pierdan nunca”, agregó el Ruso, que ya con el disco en sus manos reaccionó como lo haría cualquier fan. “Estoy feliz, esto es una locura”, exclamó el guitarrista, recorriendo cada detalle de la gráfica y disfrutando del sonido.
“Estoy muy emocionado, me dejó muy contento como quedó el disco” aseguró de manera más escueta Charly García. Sin embargo, y según el relato de Boris, siguió de cerca el proceso de remasterización y fue quien dio la sugerencia que abrió el gran tesoro de esta edición: “Quiero recuperar las fotos de José. ¿Ustedes pueden encontrar a José?”, atinó a decir genial compositor. “Ahí había una causa”, sintetizó Boris y empezó el camino arqueológico para dar con las imágenes.
José es José Luiz Pederneiras, el hermano de Zoca que era la novia de Charly por ese entonces y que sería su compañera durante diez años. Siempre con su cámara en mano, fue testigo de aquellos días paulistas del grupo. “Tuve la oportunidad de oír canciones inéditas, bellísimas, y también de convivir con la banda por muchos días”, destacó el brasileño, que recibió con entusiasmo la propuesta de escarbar entre su archivo para encontrar las imágenes. En un sobre blanco estaban los negativos y a partir de ahí se reconstruyó la gráfica original. Además, aportó fotos inéditas de la época, una atracción inevitable para fanáticos y público en general.
“Reencontrarme con esas fotos fue como revivir aquellos días maravillosos”, destacó el fotógrafo, que seleccionó entre los negativos las instantáneas impresas de aquella época. Las imágenes en alta calidad dan muestra de la convivencia en la grabación del álbum tanto como los momentos de dispersión. En unos y en otros estaba la lente de José, para retratar el juego beatle de las cuatro caras a lo Let it be, la intimidad de las grabaciones o el paseo de cuatro músicos por una San Pablo bucólica dispuestos a cambiar para siempre la historia del rock argentino.
En el recorrido visual del álbum hay más tesoros, como un poster desplegable, un insert con las letras completas y una fotonovela para zambullirse en el idioma Serú Girán, lo que no es un dato menor. Porque la banda, además de lo que representan su música y sus músicos, se escucha como un código de época. De silencios, de metáforas y de guiños en tiempos de horror. Como cierre simbólico de la presentación, y encerrado con aplausos sostenidos y respetuosos de los presentes, la púa se deslizó por dos de los surcos más emblemáticos del long play: la compleja suite “Eiti leda” y el rockazo “Voy a mil”. La fidelidad del sonido analógico reflejó un pequeño momento mágico, con esa capacidad única que tiene la música para transportar en el tiempo y en el espacio.
Es que recorrer el álbum cosecha ‘78 con las virtudes tecnológicas del 2021 no tiene desperdicio, sobre todo cuando el trabajo está dirigido por un músico que, además, fue parte. Sin dudas ahí hay un valor agregado, un cuidado especial por la obra que permite hacer más bellas y complejas las armonías vocales entre Charly, David y Pedro; percibir cada detalle de su bajo, muchas veces el sacrificado en la era de la compresión, y ensalzar las virtudes de un batero todoterreno como Moro. Y entre tanto detalle técnico, abre una puerta para volver a conmoverse con una melodía imbatible como “Seminare”. Porque al fin y al cabo, lo importante son las canciones, y estamos hablando ni más ni menos que de Serú Girán.
Con esta reedición, el INAMU continúa con el trabajo que viene desarrollando desde febrero de 2016, cuando se logró recuperar el catálogo de Music Hall, uno de los sellos discográficos más importantes de la Argentina luego de su quiebra en 1994. la administración de los fonogramas -o sea, de las versiones de las canciones o de los discos- a los intérpretes principales, entre los que se encuentran además de Serú, artistas como Astor Piazzolla, Pappo´s Blues, Anibal Troilo, Eduardo Falú, Leopoldo Federico, Daniel Toro, las Hermanas Vera, Los Carabajal, Porsuigieco, ZAS y León Gieco, entre otros autores e intérpretes de diversos estilos en la música popular.