Micaela Ponce, una joven de 28 años, nacida y criada en el departamento de Rivadavia, tuvo una oportunidad inmejorable de trascender y comenzar a progresar en México. Sin embargo, el amor por su familia y la sensación de soledad que la tenía a maltraer, incidieron para que retornara a la provincia y hoy esté junto a los suyos y haciendo lo que más le gusta.
Mientras estudiaba diseño industrial en la Universidad Nacional de Cuyo, Ponce recibió la noticia de que había obtenido una beca para continuar perfeccionándose en México. Poco después, y sin demasiado que pensarlo, armó sus valijas y partió hacia el país norteamericano.
“Cuando llegué a México comencé a hacer unas prácticas en una empresa. Se dieron cuenta de que tenía habilidades blandas, que podía manejar la creatividad, y me ofrecieron ingresar en Audi. Yo estaba feliz, fue un momento realmente hermoso”, recordó Micaela en una charla mantenida recientemente con TN.
Micaela comenzó a capacitarse en el software y la aplicación para su nueva labor. Aquello duró alrededor de un mes. “Rendí y aprobé todos los trámites en la universidad para poder firmar el nuevo contrato. Pero cuando llegué a la empresa me di cuenta de que algo no andaba bien”, confesó.
Durante la charla, precisó que al entrar a la multinacional un día de abril, se enteró de que la práctica duraría 18 meses y comenzaría recién en octubre de ese año. “Yo tenía pasajes para volver a Mendoza en noviembre, y el nuevo contrato implicaba quedarme en México casi un año y medio más de lo previsto”, dijo.
Además, reveló que la compañía le ofreció hospedaje, comidas, el vuelo para regresar a la Argentina y un sueldo en dólares: “No recuerdo exactamente cuánto era, pero sí era mucho dinero”, sostuvo.
Pero hay algo que a Micaela la conmovía: “Tenía 20 años, estaba acostumbrada a vivir entre flores, viñas y bodegas, me sentía super sola. Los afectos son los afectos, y eso me empezó a pesar un montón. Extrañaba los abrazos de mis abuelas”, rememoró.
Así es como ella decide llamar a su papá, su superhéroe recurrente, su pilar afectivo en el que decanta sus angustias y obtiene la claridad para escaparle a cualquier conflicto.
“Quería volver, pero a la vez no sabía cómo iba a decirle a la Universidad Nacional de Cuyo que no había aceptado hacer esa práctica. Lo llamé a mi papá y le dije que no era feliz haciendo eso. Él me preguntó qué me hacía feliz. Yo le respondí que quería hacer asados en la montaña para mis seres queridos”, expresó la mendocina
Su padre le respondió: “Entonces vení y hacelo”. Luego de recapacitar dos días, volvió a Mendoza.
El amor por su emprendimiento en Mendoza
Al regresar a su amado Rivadavia, comenzó a buscar proyectos que se acercaran mucho más a sus placeres: combinar la gastronomía con los encuentros sociales. Luego se recibió de diseñadora industrial.
“Armé un proyecto para monetizar lo que amo. Empecé cocinando en bodegas, con grupos pequeños, al aire libre. Muchos amigos me invitan a incursionar y a darles de comer a turistas con platos simples. Yo no estudié gastronomía, cocino con fuego gracias a mi abuela que me enseñó todo”, explicó la joven que además se desempeña en diario Los Andes.
“Hace un año creé una agencia de marketing y comunicación con dos socios, Agustín y Nicolás. La especializamos en dos nichos: el real estate y el enoturismo”, prosiguió.
“Nuestro fuerte es la creación de contenidos y el manejo de redes sociales. Nos está yendo muy bien, tenemos mucho potencial de crecimiento y ni hablar. ¿Qué quiero para el futuro? Seguir explorando en lo que busqué desde un principio: que la gente se anime a disfrutar un momento de tranquilidad junto a la gastronomía”, completó.