Está por ahí ese escrito que dice que de toda crisis nace una oportunidad. En el caso de Natalia Ziperovich se abrió, luego de una crisis personal y mundial (la pandemia), un abanico a nuevas experiencias sazonada por un sabor que a ella le encanta cocinar y dar a probar: el picante. Su emprendimiento, Rusa Coya, surgió precisamente en el contexto de encierro que transitábamos muchos países del mundo en 2021 por el coronavirus y luego de una separación. Natalia elabora escabeches, chutney y salsas picantes, fusionando la cocina hindú con la andina. Es que sus productos y su marca se relacionan, justamente, con sus orígenes norteños.
Natalia nació en Tucumán pero desde pequeña vivió en Jujuy y siempre estuvo vinculada con el mundo culinario. Licenciada en Ciencias de la Educación, tal su formación académica que desempeña actualmente en distintos establecimientos educativos e interdisciplinarios, en 2021 decidió volver a emprender –en forma paralela- y comenzó con todo. Hoy, junto a un grupo de emprendedoras mendocinas llamado Mujeres Picantes, realiza degustaciones en distintas bodegas y espacios gastronómicos de la provincia.
“Rusa Coya surge en 2021 producto de una crisis global, como fue la pandemia, y de una crisis personal, que fue mi separación. Yo siempre he sido productora y emprendedora, es algo que está en mí de toda la vida. Desde hacía mucho tiempo que hacía dulces, tenía frutales, y empecé a pensar en elaborar otros productos que no sean dulces, que es un producto que hay mucho acá en Mendoza; cientos de familias lo hacen y muy bien. Así es que empecé a trabajar con picantes”, comienza contando la mujer del norte argentino.
Para ella, el picante es parte de su identidad. “Yo soy norteña, jujeña, y el locoto en particular es un ají que se usa mucho en Jujuy. Así es que empecé a hacer chutney y se me ocurría que tenía que tener una marca. Porque cuando comencé a la gente le encantó; primero los hacía para trocar. Pero pensé que necesitaba una etiqueta, le pedí a mi cuñado que me diseñe una y con él pensamos en un nombre. Yo decía esto es mío, lo pensé desde cero; a mí me dicen Rusa, soy del norte y así surgió Rusa Coya”, recuerda.
De esta manera, quien también ejerce como docente, continúa rememorando que en aquel momento varios cocineros probaron sus productos y le dieron el visto bueno. Iba por buen camino. Además, Natalia llevó sus elaboraciones al INTA para que la ayudaran a medir la acidez y la asesoran con cuestiones técnicas de la producción. “Ahí me fui animando a participar de ferias, a llevarlo a algunos locales de Economía Solidaria en donde se empezaron a conocer. A partir de esto, de trabajar con el picante y andar por las ferias, conocí a Pamela Salinas. Ella tiene una marca que se llama Kyros e intercambiamos productos. A las dos nos gustó mucho lo que hacía la otra y dijimos de hacer algo juntas. Nos sentamos a pensar ideas, a charlar sobre qué implica el picante en Mendoza y en América Latina y fue así que empezaron a aparecer otras productoras asociadas, que también estaban laburando alrededor del ají y del vino”, se explaya la productora que radica en Mendoza hace 20 años.
En este camino de crecimiento de su emprendimiento, Natalia relata que a principios de 2023 aparece la figura de Mujeres Picantes, un grupo de emprendedoras a las que unió la pasión por el picante y por el vino: “Algunas de las chicas estaban más vinculadas al turismo rural, otras éramos productoras, otras trabajaban con la identificación de copas para los vinos. Fue así que empezamos a armar un evento que hoy se denomina Mujeres Picantes. Es una degustación de picantes maridados con vinos, espumantes o aguardiente. Es itinerante, se realiza en distintas bodegas y hoteles boutique en donde la gente puede tener una experiencia de picantes; que van de menor a mayor intensidad. En la actualidad, tenemos sobre la mesa más de 10 productos con picantes”.
Así, “la Rusa” sigue describiendo que la idea siempre es mostrar que un picor es una experiencia, una sensación, y puede ser degustado de muchas maneras; con dulces, con salados, con agridulces, en postres, en comidas principales, en entradas. “Esa experiencia nos hizo crecer a todas las que actualmente conformamos Mujeres Picantes”, apunta.
-¿Por qué considerás que el picante es parte de tu identidad?
-Rusa Coya es una marca de mi identidad porque los productos que la integran, como es el escabeche de locoto, la pasta de locoto ahumada, el Carolina Reaper, los chutneys de frutas de estación -que son esa fusión entre la cocina hindú y andina-, van intentando revalorizar sabores originarios. El picor es una sensación, un sabor, que se había perdido, que estaba oculto, sobre todo en Argentina. No así en México o en Bolivia pero sí en algunas regiones de nuestro país en donde esta sensación de picor era a veces como denigrada, mal vista o considerada asfixiante, que tapaba todos los otros gustos. Rusa Coya lo que pretende es que el picor devuelva una sensación de felicidad, de alegría, de juego. El picante tiene una cuestión lúdica muy importante; nos pasa cuando hacemos probar nuestros productos que a la gente le brillan los ojos, se ponen alegres, sonríen. Aparece ahí algo inesperado que yo entiendo tiene que ver con bases muy primarias, muy arcaicas, de la construcción del ser andino en Argentina.
Mujeres Picantes, las emprendedoras que ofrecen experiencias lúdicas
“Mujeres Picantes es un grupo de emprendedoras a las que nos une la pasión por el picante y por el vino. Nos fuimos conociendo distintas mujeres que trabajamos con el picante como valor agregado de algunos productos y en relación al vino. Entre todas, fuimos armando de manera solidaria, horizontal, un equipo; cada una aportando lo que sabe, lo que puede, lo que surge en el momento”, describe la creadora de Rusa Coya sobre el equipo conformado por Chechu Flores, Orieta Ruggeri, Robertina Alzugaray, Gimena Coronel, Sabrina Facchin.
-¿Cuántas son actualmente las Mujeres Picantes, cómo describirías estas experiencias que ofrecen?
-Hoy somos entre 6 y 8 mujeres que llevamos adelante la degustación de picantes maridados con distintas bebidas. Nos gusta decir que convocamos a una experiencia de sabores, que le va a permitir a quienes asisten vivenciar los distintos rasgos del picante en sus paladares, pero también en su memoria. Esa experiencia viene maridada con paisajes muy hermosos de Mendoza, con vinos muy exquisitos de distintas bodegas y con una gastronomía que permite saborear el picor, sin que llegue a ser tan invasivo que obture el sabor en sí. En estas propuestas, se puede encontrar merchandising vinculado al vino y al picante. Lejos de ser sólo una degustación también hacemos pedagogía; educamos en relación a de dónde vienen los ajíes, porqué se conocen y cómo se conocen. Nos pasa que a todos los ajíes le dicen el de “la mala palabra” así que buscamos también deconstruir esos estereotipos en relación a un fruto, como es el ají. Eso nos ha permitido entablar vínculos que son más de aprendizaje. La gente se va de la degustación de Mujeres Picantes con muchos saberes y múltiples sabores.