Ramiro Salas y su familia, optaron por combinar la distribución de medicamentos que habitualmente realizan, para comenzar a incursionar en el mundo del vino orgánico.
Tras haber invertido en una finca en Maipú allá por el 2018, empezaron a darle forma a su propia bodega, en la que actualmente producen 35 mil botellas de vino orgánico al año.
“Nací en Godoy Cruz, provincia de Mendoza. Mi infancia transcurrió en Guaymallén y, ya siendo adolescente, mi familia se mudó a la ciudad. Al mundo del vino lo conocí como una consecuencia de mi afinidad por las actividades del campo y por el hecho de vivir en esta provincia que es netamente vitivinícola. Pero lo cierto es que en mi familia ningún integrante tiene estudios relacionados a la enología o la agronomía. De hecho, mi mamá es maestra jardinera y mi papá, farmacéutico“, contó Ramiro Salas, impulsor del proyecto Familia Salas Organic Estate.
“En 2008, cuando se iniciaron los viñedos, yo era estudiante de secundaria y mi familia se dedicaba tiempo completo a una distribuidora de medicamentos, la cual, sigue siendo la empresa familiar más relevante”, explicó Ramiro a IP Profesional, y recalcó que la ventaja de no contar con respaldo les permitió desde el primer momento ir lentamente, sin quemar etapas y así elaborar vinos de alta calidad, sin urgencias financieras.
“Parte de la inversión ha sido fruto del trabajo de mis padres y también de distintas oportunidades crediticias que han ido surgiendo y que utilizamos para seguir enfocados en la sustentabilidad que buscamos lograr, lo cual naturalmente implica costos adicionales”, siguió diciendo.
La familia actualmente posee 7 hectáreas cultivadas de manera completamente orgánica. Para definir el estilo de los vinos contrataron al enólogo Fabián Valenzuela, que cuenta con un destacados antecedes en prestigiosas bodegas.
Salas explicó que compraron la finca en Maipú, ya que la cercanía con la Ciudad de Mendoza era de suma importancia para el grupo familiar. “La elección tuvo que ver con que todo comenzó como un pasatiempo más que como un negocio y se priorizaron otras cosas antes que una zona específica”, expresó.
Pero subraya que “al día de hoy, no nos arrepentimos de esa decisión porque creemos, con toda humildad, que hemos logrado un producto que cumple con las expectativas, tanto nuestras como las de nuestros fieles consumidores”.
La bodega cuenta actualmente con la línea “Malbecino Organic Wines”, que busca mostrar las diferentes caras del Malbec a través de cuatro etiquetas: reserva, joven, rosado y un blanc de noir, es decir, un vino elaborado con uvas tintas a la manera de un blanco.
“Malbecino es una suerte de gentilicio de la palabra Malbec. Es una línea dedicada exclusivamente a vinos de esta variedad y es también un homenaje a la cepa. De hecho, nuestra finca es 100% de variedad Malbec”, detalló Ramiro, quien también aseguró -con una dosis de humor- que hay un “doble sentido” en el juego de palabras: y es que, por el hecho de ser una propiedad orgánica, “nos hace ser ‘malos vecinos’ con nuestros colindantes, ya que les limitamos ciertas actividades o costumbres en los límites que compartimos”.
Esto se debe a que, a la hora de certificar un viñedo como orgánico, las empresas responsables de hacerlo establecen restricciones al uso de agroquímicos a las fincas vecinas.
¿Por qué decidieron ser orgánicos? Ante esta pregunta, respondió: “Primero, porque creemos en el trabajo a conciencia: estamos convencidos de que todos tenemos que aportar al medio ambiente y trabajar para no dañarlo. Segundo, porque vimos que, a la hora de vender la uva, íbamos a tener un diferencial que nos permitiría ser más competitivos, teniendo en cuenta la superficie pequeña en la que trabajamos”.
“Más tarde se cumplió el sueño de la bodega propia y se siguió por el mismo camino de la producción orgánica. Estamos convencidos de que es mucho más que una tendencia, y que se hará cada vez más fuerte“, completa.
El plan de la familia es ampliar la superficie con viñedos -actualmente tienen 7 hectáreas cultivadas-. Y un paso importante para ello fue pasar de regar de manera superficial por surco a una modalidad mucho más sustentable y precisa como es el riego por goteo.
“Con este cambio, buscamos llegar a una superficie que nos permita producir unas 55.000 botellas al año, 20.000 más que en la actualidad; siempre manteniendo la calidad”, anticipa Ramiro.
Además, como parte de la estrategia de sustentabilidad, la familia está proyectando instalar una planta solar fotovoltaica que cubrirá la demanda eléctrica de la bodega y del viñedo.
Los colegas le consultaron que tan difícil es emprender en un contexto adverso como el actual, y más teniendo en cuenta la competencia que actualmente se destaca en la zona.
“Empezar una bodega de cero, y sobre todo una marca nueva, es un desafío muy difícil para un productor pequeño como es nuestro caso, ya que la competencia es cada vez más fuerte. Son muchas las etiquetas en el mercado y lograr posicionarse es un trabajo muy lento, por eso hay que ser constantes”, explicó.
Y aseguró que una de las claves es el trabajo en equipo: “En la bodega trabajamos todos, cada uno aportando sus conocimientos desde algún punto o en algún momento de la temporada. Normalmente, en tiempos de vendimia es cuando más influenciados estamos todos los integrantes del grupo familiar. Por lo general, yo estoy a cargo de la parte operativa y el resto del grupo familiar se ocupa principalmente de las cuestiones administrativas”.
Y amplió: “Tener un vino propio no es algo sencillo. Se necesita mucha dedicación y pasión, más allá de lo económico. Tengamos en cuenta que el vino no deja de ser un alimento, que como siempre digo, está vivo. Requiere de un seguimiento constante si se pretende un buen producto, como es nuestro objetivo. En resumen, para poner un pie en el mundo del vino hay que estar decidido, ser constantes, realistas y tener un propósito claro, saber hacia dónde se quiere ir con el producto“.
“La competencia es altísima, hay miles de etiquetas diferentes de muy buena calidad. Por eso, para lograr imponer una marca nueva en el mercado, tenemos que llamar la atención del consumidor: primero con un buen diseño y lograr que esto esté respaldado con un buen producto dentro de la botella“, subrayó Ramiro, quien remarcó que “lo más importante es que aquel consumidor que nos elige por curiosidad, ya sea por diseño, certificaciones o cualquier otro motivo, vuelva a elegirnos nuevamente porque le gustó el vino”.