Qué es el Manifiesto de las 343: el texto que marcó la lucha por el aborto legal

En 1971, cuatro años antes de que se diera la aprobación de la Ley, la revista Le Nouvel Observateur, publicó un petitorio firmado por 343 mujeres.

Durante muchísimos años se llevó a cabo una lucha con el propósito de que se aceptara el aborto legal, y de hecho en más de 40 países del mundo ya es una práctica aceptada, sin embargo, hasta este martes, seguía siendo un delito en el país.

En Argentina hace tiempo que se intenta convertir en ley esta iniciativa y, para que ello llegue a ser así, primero se necesitaron varios años de debate y discusión.

Para ejemplificar, en Francia, el aborto legal hasta la semana 12 de embarazo fue aprobado en el 1975. Dicho proyecto fue impulsado por la ex ministra de salud durante el Gobierno de Jacques Chirac, Simone Veil. Esta mujer fue la primera que se animó a hablar y denunciar el drama de los abortos clandestinos frente a legisladores de la asamblea francesa.

Según recuerda Big Bang News, Veil, de origen judío, fue deportada a Auschwitz en marzo de 1944 y liberada en 1945 y por tal motivo quedó marcada de por vida, ello explicaría porque se dedicó a la lucha de los derechos humanos y sobre todo de la mujer.

En 1971, cuatro años antes de que se diera la aprobación de la Ley, la revista Le Nouvel Observateur, publicó un petitorio firmado por 343 mujeres que reclamaban su derecho a abortar legalmente.

“En Francia cada año un millón de mujeres aborta en peligrosas condiciones, a causa de la clandestinidad a la cual se ven condenadas. Esta operación, efectuada en medio hospitalario, no presenta mayores riesgos. El destino de estos millones de mujeres es silenciado. En consecuencia yo declaro formar parte de ellas. Declaro haber abortado. De la misma manera que exigimos la contracepción libre, reclamamos también la libertad de abortar”, comenzaba diciendo el paper.

Este fue el escandaloso y generador de polémicas inicio de lo que luego sería ley. Dicho sea de paso, generó que dos años después 331 médicos se declararan a favor de la interrupción voluntaria del embarazo.

El texto fue redactado por la escritora y filósofa Simone de Beauvoir, y fue firmado por escritoras, actrices, directoras de cine, y muchas otras personalidades que afirmaron haber abortado, lo que las exponía a ser sometidas a procedimientos penales que podían llegar a dejarlas en prisión.

Petitorio completo:

En Francia cada año un millón de mujeres aborta en peligrosas condiciones, a causa de la clandestinidad a la cual se ven condenadas. Esta operación, efectuada en medio hospitalario, no presenta mayores riesgos. El destino de estos millones de mujeres es silenciado. En consecuencia yo declaro formar parte de ellas. Declaro haber abortado.

De la misma manera que exigimos la contracepción libre, reclamamos también la libertad de abortar.

Aborto

Esta palabra expresaría y limitaría, de una vez por todas, la esencia del combate feminista. Ser feminista es luchar por el derecho al aborto libre y gratuito.

Al parecer este asunto sería una cosa de mujeres. Al igual que la cocina y los paňales, es decir algo sucio por definición. Luchar por el aborto libre y gratuito pareciera ser, además, una cosa tan irrisoria y mezquina…Porque siempre debe haber un olor a hospital, a cocina, o a caca detrás de las mujeres.

Nuestras emociones ligadas a nuestra lucha por el aborto libre son complejas. Ellas demuestran la dificultad que tenemos en asumirnos, a convencernos de que vale la pena combatir por nuestros derechos. A diferencia de los otros seres humanos, nosotras no tenemos el derecho a disponer de nuestro cuerpo. Sin embargo, el vientre es nuestro.

El aborto libre y gratuito no es nuestra única plataforma de lucha. Esta demanda es simplemente una exigencia elemental. Si no se la toma en cuenta, el combate político no puede ni siquiera comenzar. Recuperar, reintegrar nuestro propio cuerpo constituye para nosotras, las mujeres, una necesidad vital. De frente a la Historia nuestra situación es bastante singular: en una sociedad moderna, como la nuestra, somos seres humanos a quienes se les prohíbe disponer de sus cuerpos. Una situación que en el pasado sólo los esclavos han conocido.

Este escándalo se perpetúa en permanencia. Todos los años hay 1.500.000 de mujeres hundidas en la desesperación y la vergüenza. Entre ellas hay 5000 que mueren. Sin embargo, el orden moral de nuestra sociedad no se ve perturbado en absoluto.

Quisiéramos gritarlo en voz alta

El aborto libre y gratuito significa: cesar en el acto de avergonzarse de su cuerpo, poder por fin sentirse libre y orgullosa de él (al igual de todos aquellos que tienen un buen un empleo).Dejar de sentirse avergonzada por el hecho de ser mujer.

Un ego desmenuzado, desperdigado, hecho añicos: está es la impresión íntima que resiente una mujer cuando debe hacerse un aborto clandestino.

Ser siempre una misma. No sentir más el miedo a ser “tomada”, a ser aprisionada en una trampa. A sentirse desdoblada, impotente, con esa especie de tumor incrustado en nuestro ser. La idea de librar este combate me estimula. Si lo gano, a partir de ese momento comenzare a sentirme dueña de mi misma. Y no del Estado, de una familia, o de un niño que no deseo.

Esta lucha nos permitiría controlar el flujo de nacimientos. Como cualquier otro productor, las mujeres deben poder controlar su producción. Utilizar este control implica transformar radicalmente las estructuras mentales de las mujeres. Y una transformación, igualmente radical, de las estructuras de la sociedad.

1) Yo haré un niño, si tal es mi deseo y no sufro ninguna presión moral. Ninguna institución, o imperativos de orden económico, deberían obligarme a hacerlo. Está prerrogativa constituye mi poder político. Al igual que otros agentes productores, yo puedo, si la situación lo exige, presionar a la sociedad con mi producción (huelga de nacimientos).

2) Yo haré un niño si considero que la sociedad, en la cual nacerá, me conviene. Y si esta misma sociedad no hace de mí una esclava de este niño, su nodriza, su sirvienta, su “cabeza de Turco”.

3) Yo asumiré la responsabilidad de concebir un niño si este es mi deseo, y si esta sociedad me conviene a mí como a él. Es decir una sociedad sin riesgos de guerras y sin trabajo esclavizador.

No a la libertad vigilada

El debate sobre el aborto que tiene lugar, actualmente, ignora a sus principales interesadas, las mujeres. Establecer si la ley debe ser liberalizada; determinar en que casos el aborto puede ser autorizado, o el problema del aborto terapéutico, todos estos temas son sin ningún interés para nosotras. Está temática no nos concierne en nada.

El aborto terapéutico exige una “buena “razón para obtener el “permiso” de abortar. Esto significa que debemos merecer el derecho de no tener niños. Al igual que antes seguimos siendo desposeídas de nuestro derecho a dar la vida o no. Obligar a una mujer a ser madre seguiría siendo un principio legítimo. Establecer algunas excepciones a esta regla no haría más que reforzar esta legislación. Esta nueva ley, por muy liberal que está sea, continuaría ocupándose de nuestro cuerpo. Ahora bien, el uso de nuestro cuerpo no debe ser reglamentado en absoluto. Nunca aceptaremos excepciones; restos de lo que los otros seres humanos disfrutan desde su nacimiento: la libertad de hacer uso de su cuerpo a su antojo.

En nuestra calidad de mujeres nos oponemos a la ley Peyret. Al denominado proyecto A.N.E. Ha, así como a cualquier ley que pretenda, de alguna manera u otra, regular nuestros cuerpos. No queremos que se promulgue una ley más ventajosa para nosotras. Queremos simplemente que no haya ley. No pedimos la caridad, pedimos simplemente justicia. Somos 27 millones en este país. 27 millones de “ciudadanas” que hoy en día son tratadas como ganado.

A los fascistas, cualquiera sea su pelaje, les decimos (aquellos que lo reivindican y nos agreden físicamente, católicos , integristas, demógrafos, médicos, expertos, juristas, “hombres responsables”, a Debré, Peyret, Lejeune, Pompidou , Chauchard, el Papa) que a partir de ahora están desenmascarados. Que son unos asesinos y que por lo tanto les prohibimos terminantemente utilizar el término “respeto a la vida”. Ésta es una obscenidad en sus bocas. Somos 27 millones y lucharemos hasta el final para lograr lo que se nos debe: poder disponer libremente de nuestros cuerpos.

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