OnlyFans no es solo porno ;)

A pesar de todas las afirmaciones de que el sitio no se nutre de su contenido sexual, la plataforma es sinónimo de porno. ¿Qué es realmente?

Las mañanas de Gia The Smutty Mystic se parecen a las de muchas personas que trabajan desde casa: se despierta a eso de las seis en su soleado apartamento de la región de East Bay, en California, y coge el teléfono. Inevitablemente, hay una acumulación de mensajes de clientes, la mayoría de los cuales responde antes de levantarse a regar las plantas y lavarse la cara. Si es viernes, cuando suele grabar la mayor parte de sus contenidos semanales —los videos de masturbación son una de sus especialidades actuales—, tiene que sortear los gritos de los niños que juegan en un parque cercano y el ruido del tráfico en la intersección que hay frente a su ventana. Durante el resto de la semana, está sentada en su escritorio a mediodía, editando, publicando y programando sus contenidos, que van desde videos de baile que se pueden ver en la oficina hasta clips explícitos de chicos y chicas. Gran parte de lo que produce se comparte en Instagram, Reddit y Twitter. Pero a las 6:00 p. m. ya está “en los DM”, es decir, en sus mensajes privados en OnlyFans, una plataforma basada en la suscripción que permite cobrar por el acceso a los materiales que se comparten. Estará allí hasta la medianoche, intercambiando mensajes sexuales con los clientes de forma individual.

Gia se conecta mucho, pero sus suscriptores se conectan más. Cada hora, de cada día, ellos y el resto de los 120 millones de usuarios de OnlyFans pueden pagar para desbloquear los mensajes directos, así como las publicaciones ocultas tras los muros de pago individuales; dar una propina para solicitar conjuntos de fotos, grabaciones de audio y videoclips personalizados; y desplazarse por las páginas de sus suscripciones agregadas para decidir si gastan más dinero y en quién. Gia describe el entorno como un club de striptease virtual y, como ocurre en un club de striptease real, la mayoría de los visitantes no desembolsan mucho. El precio de suscribirse a una cuenta —a menudo menos de 20 dólares— es como el puñado de dólares que se desliza en el portaligas de una bailarina mientras está en el escenario principal: se aprecia, pero no es la razón por la que ella trabaja. Pero algunos clientes gastan miles, o incluso decenas de miles, en sus cuentas favoritas. Las ventas de productos personalizados y las interacciones a través de mensajes y espectáculos frente a la cámara —el equivalente a los bailes eróticos y el tiempo en la sala privada— son la forma en que se gana el dinero de verdad. “El ochenta por ciento de tus ingresos procede del veinte por ciento de tus clientes”, me dijo Gia, que usa su nombre artístico. “He aprendido que esa es una regla de los negocios en todas las industrias”.

OnlyFans se fundó en 2016, aunque su diseño insípido hace que parezca una reliquia de una época anterior. Su interfaz no es atractiva, pero es familiar y fácil de navegar, como una versión reducida y basada en el navegador de Instagram o Twitter. (Actualmente no existe una aplicación de OnlyFans para teléfonos inteligentes; no se permitiría en la App Store o en Google Play debido a su contenido solo para adultos). En diciembre de 2019, la plataforma contaba con una base de usuarios de 17 millones, lo que significa que en algún momento de la pandemia empezó a promediar tantos registros nuevos al mes como los que tuvo el año anterior.

Otros servicios que facilitan el acceso a la amplia gama de medios que se denominan instintivamente como “contenidos” también experimentaron un enorme crecimiento en los últimos 14 meses. En 2020 se registraron enormes aumentos de tráfico en YouTube, Twitch y Facebook Gaming. Pero no es necesario tener 18 años, ni facilitar los datos de la tarjeta de crédito, para utilizar ninguno de ellos. En OnlyFans, los usuarios pueden suscribirse a cuentas gratuitas, pero no pueden ver ninguna publicación sin proporcionar una forma de pago. Las cuentas gratuitas son omnipresentes precisamente porque la información de facturación guardada facilita la conversión de los fans que no pagan en clientes de pago. Después de la entrada inicial gratuita, se puede empezar a gastar con un solo clic impulsivo.

Aunque los representantes de OnlyFans parecen distanciar el sitio de su contenido sexual, la plataforma es sinónimo de porno. Su pícaro prestigio atrae a las celebridades, cuya presencia en el sitio cosecha una cantidad desproporcionada de atención. Cuando Cardi B se unió el pasado agosto, fue noticia. (“No, no voy a enseñar las tetas”, advirtió, pero prometió contenidos entre bastidores de WAP, su video musical subido de tono con Megan Thee Stallion). Los famosos utilizan el sitio porque saben que, independientemente de la carrera declarada de un creador (chef, preparador físico e influencer son populares), el atractivo de OnlyFans es la promesa de ver lo que normalmente no se ve. Muchas de las biografías advierten a los suscriptores que la cuenta adjunta no es explícita, pero salpican con indicios de lo contrario. “Esto es lo que no te mostramos”, dice un post bloqueado de Rebecca Minkoff, una diseñadora de moda conocida por sus bolsos; el pie de foto va seguido del emoji ruborizado y de ojos abiertos que uno podría utilizar para enfatizar, por ejemplo, una confesión textual de un sueño sexual. Cada afirmación de que el sitio no está alimentado por el porno va acompañada de una avalancha de guiños y sugerencias de lo contrario. A veces, los desmentidos y los guiños provienen de la misma persona.

En este club de striptease virtual, al igual que en los de ladrillo y cemento, hay grandes discrepancias en el pago. Algunos artistas se van con 100 dólares, mientras que otros se van a casa con diez veces más. Las estrellas del porno consolidadas, que antes de la pandemia podían ganar miles de dólares por noche apareciendo como “bailarina destacada” en un local de striptease, disfrutan de un poder similar, incluso más lucrativo, en OnlyFans. La actriz, directora y productora, cuyo nombre artístico es Kimberly Kane, trabaja en el porno convencional desde 2004 y disfruta de un grado de celebridad comparable.

“OnlyFans ha acabado por completo con el dinero que ganaba antes de la pandemia”, dijo Kane cuando hablamos en abril. “Gano más allí que en cualquier otra plataforma”. Sus quejas sobre la empresa son numerosas: las fallas del sitio, la hostilidad implícita en la forma de minimizar las contribuciones de las creadoras de contenido para adultos, la falta de una función de búsqueda básica. Pero recalcó que “no puede quejarse del dinero”.

“OnlyFans está comprando casas para las chicas”, me dijo. “Está apoyando a las familias de las trabajadoras del sexo. Es todo lo que la gente dice”. Pero, al igual que el pie de foto engañoso que se utiliza para vender las publicaciones bloqueadas de una celebridad, lo que la gente dice puede ser exacto y, a la vez, faltar a la verdad.

Antes de la pandemia, Gia era una acompañante independiente que trabajaba tres o cuatro días a la semana en vez de seis o siete. Atendía a los clientes en su espacio de trabajo en San Francisco, un estudio de 44,5 metros cuadrados decorado en tonos de rubor y azul oscuro. Lo llamaba el Portal, por su capacidad de hacer que los visitantes se sintieran transportados “desde cualquier ciudad de Estados Unidos” a un “país de las maravillas”. La mayoría de los días, su ritual previo al trabajo consistía en despertarse a las 4:30 a. m. para poder estar en la carretera a las 5:00 a. m., conduciendo en la oscuridad con sus gafas y su pijama. Cuando llegaba al apartamento escuchaba a Minnie Riperton y Funkadelic, se preparaba para su primera cita y publicaba anuncios. Se tomaba su trabajo en serio porque era el mejor que había tenido nunca. “He hecho mucho [improperio] trabajo asalariado”, me dijo, “llevando a casa poco dinero por largas horas. Cuando tuve la oportunidad de hacer esto, pensé: tengo todo este tiempo libre, ¿y hago qué para hacer qué? Siento que tengo un talento natural. Me encanta entretener”.

El negocio fue lo suficientemente bueno como para que en febrero de 2020 renovara el contrato de alquiler por dos años. El espacio costaba 4000 dólares al mes, y recuerda que la gerencia permitía que se inscribieran hasta cinco residentes, “probablemente porque esa es la cantidad de gente que normalmente se necesita para pagarlo”, dijo con tristeza. (Gia compartía el espacio con una amiga, pero ella era la principal arrendataria). Un mes después, el 9 de marzo, vio al que sería su último cliente en persona. Rechazó las solicitudes posteriores, diciendo que tenía la intención de mantener el distanciamiento social durante dos semanas.

Setenta y dos horas después, ese plazo parecía menos plausible. El 12 de marzo, el mercado de valores se desplomó hasta un mínimo histórico, y se extendieron los rumores locales sobre una inminente orden de quedarse en casa. En su hogar, Gia puso “Wizard of Finance” de Parliament y se filmó bailando con un vestido, luego publicó el video en Twitter y dijo a la gente que viera su OnlyFans. Recuerda que se sintió un poco disociada, casi en un estado de sueño, pensando: aquí vamos. Se dio un día para sentarse con su pánico y su depresión. Entonces, decidió: “Tengo que conectarme y entender esto”.

Desde el punto de vista económico, las trabajadoras sexuales que atienden en persona fueron de las primeras y más afectadas por la pandemia. Semanas antes del cierre oficial del estado, con la cancelación de los viajes de negocios y la alteración de los horarios de los vuelos, los clientes cancelaron las reservas con los proveedores de servicios de acompañantes, perversión y masajes, mientras que la asistencia a los clubes de striptease disminuyó. Las trabajadoras de la calle bajaron sus precios y aceptaron a hombres a los que habrían rechazado en tiempos mejores, ya que el alojamiento que a veces obtenían en relación con el trabajo —la habitación de hotel pagada por una cita o la casa ofrecida durante la noche— se volvió cada vez más escaso. Para el 11 de marzo, las organizaciones dirigidas por trabajadoras del sexo habían creado páginas de GoFundMe debido a la covid, y a mediados de ese mes ya había campañas de financiación específicas para Seattle; Nueva York; Portland, Oregón; Austin, Texas; Washington, D.C.; Las Vegas; y Detroit.

OnlyFans era una red de protección más palpable que las colectas de ayuda mutua y ofrecía la esperanza de un apoyo a largo plazo. Gracias a la cobertura periodística prepandémica sobre las creadoras que ganaban entre cinco y seis cifras, OnlyFans pretendía ofrecer unos ingresos generosos a cualquiera que fuera lo suficientemente emprendedor como para probarlo. Los veteranos del sitio encontraron su experiencia muy solicitada entre amigos y conocidos, muchos de los cuales eran prostitutas o dominatrices recién desempleadas, y algunas nunca habían vendido sexo en ninguna forma. En comparación con la venta de clips (videos de temática de adultos grabados, editados y listos para subir a la red) y el camming (atender peticiones sexuales en tiempo real), OnlyFans exige poco compromiso por adelantado. Si eres nuevo en el trabajo sexual, o has decidido mantener la mayor parte de tu ropa puesta, puedes calentar el ambiente publicando el tipo de selfis tentadoras que muchos de nosotros compartimos gratuitamente en las redes sociales, como fotos en bikini y entrenamientos de 60 segundos escasamente vestidos.

Mientras tanto, millones de personas, sobre todo solteras, se encontraron aisladas, solitarias y lujuriosas, sin oportunidades de encontrar a sus parejas sexuales y salir con sus amigos. Inundaron el sitio con el dinero disponible que se ahorraban al no salir a comer ni a ir a los bares. (Kane me dijo que muchos aficionados gastan allí sus cheques de estímulo). OnlyFans afirma haber transferido más de 3000 millones de dólares de ingresos a sus creadoras desde la creación del sitio, y aunque no desglosa ese desembolso por año o tipo de creador —el sitio ni siquiera mantiene categorías de contenido—, parece probable que en el último año una parte significativa haya ido a parar a los trabajadores del sexo.

Ashley, organizadora de SWOP Behind Bars, una red de justicia social que se centra en las trabajadoras del sexo encarceladas, enmarca este fenómeno como una interesante redistribución de la riqueza. “Conozco a 10 o 15 personas trans que ganan más de 10.000 dólares al mes en OnlyFans”, me dijo. “Y nunca he conocido a más de una persona trans que gane tanto al mes en el servicio completo o en el porno ni en nada. Lleva a gente que a duras penas tiene un techo a tener una cuenta de ahorros”. Heather Berg, profesora de la Universidad de Washington en San Luis y autora de Porn Work, coincidió. “Los sitios de venta directa al consumidor como OnlyFans han sido una bendición para los trabajadores en aspectos significativos”, dijo y agregó que incluyen una mayor autonomía y libertad creativa, así como más ingresos. “Una de las mejores medidas de eso es que los administradores de porno tradicional están realmente enojados con ellos”.

Sentía que me ahogaba, pero que me ahogaba y trataba de que pareciera sexy’.

Estos logros son el resultado de las hábiles maniobras de las creadoras y de una convergencia de circunstancias: una pandemia mundial, una base de consumidores acostumbrada a realizar micropagos espontáneos (piensa en una donación de cinco dólares en la página de GoFundMe de un amigo o en episodios de 2,99 dólares de programas de televisión en streaming) y, quizá lo más importante, un mercado despojado. OnlyFans estaba perfectamente posicionada para convertirse en la fuente de material explícito de una población confinada en casa debido a lo que se denomina la gentifricación de internet. En el contexto del trabajo sexual, esto se refiere a un patrón agresivo de vigilancia tanto del comercio sexual como de las personas que trabajan en él.

En Estados Unidos, esta campaña de regulación se remonta a la prolongada y finalmente exitosa cruzada del gobierno federal contra los Servicios Eróticos de Craigslist a principios de la década de 2010. Desde entonces, el FBI y los fiscales federales han apuntado sistemáticamente a una serie de sitios que atienden a los trabajadores sexuales, en particular a las plataformas de publicidad como Backpage, que cerró en 2018 después de un esfuerzo de varios años por parte de la fiscala general de California en ese momento, Kamala Harris. En abril de ese año, los proyectos de ley conocidos colectivamente como FOSTA-SESTA, que criminalizan aún más la comunicación en torno al sexo comercial, fueron firmados por Donald Trump. La prevención del tráfico sexual y la protección de los menores son las justificaciones más frecuentes de estas leyes y actuaciones judiciales, pero los activistas rechazan la afirmación de que estas medidas ayuden a nadie, menores y víctimas de la trata incluidos. (Hay pruebas que apoyan sus argumentos. En 2019, por ejemplo, un estudio realizado por investigadores de las universidades de Baylor y Claremont descubrió que los anuncios asequibles de Craigslist permitían a los trabajadores desplazarse al interior y seleccionar a los clientes con mayor eficacia, lo que ayudó a reducir los homicidios de víctimas femeninas entre un 10 y un 17 por ciento).

Esta campaña ya había convertido al estudio de Gia en su lastre. Cuando firmó su contrato de alquiler por primera vez, en 2018, había sido vetada de una de las últimas plataformas de publicidad de acompañantes por utilizar involuntariamente en su perfil un término que tiene una connotación sexual gráfica pero muy poco clara. Eso la dejó dependiendo de Backpage, que estaba tan asediada por demandas que para ese entonces había sido abandonada por los procesadores de tarjetas de crédito y solo podía aceptar Bitcoin como pago. “Cuando llegó la pandemia, todo volvió a ser como antes”, explica. “Sentía que me ahogaba, pero que me ahogaba y trataba de que pareciera sexy”. Cuando Backpage cerró, la última opción de Gia fue aprender la optimización de los motores de búsqueda… rápidamente.

Varias artistas con las que hablé atribuyeron su éxito en OnlyFans al tráfico del sitio, pero eso no es exactamente cierto. La función de búsqueda de OnlyFans es tan poco útil que existen varios sitios web de terceros que solo ayudan a los usuarios a explorar a fondo la oferta de la plataforma. Las cuentas explícitas no aparecen entre los creadores sugeridos en la página de inicio de OnlyFans, ni en los tuits. Los trabajadores sexuales tienen que generar interés por sí mismos, al suministrar a las redes sociales fotos y mensajes convincentes, y eso requiere una cantidad asombrosa de trabajo. Si abres una cuenta de OnlyFans pero nunca la anuncias, no importa que OnlyFans pase de 100 millones de usuarios a 100.000 millones. Nadie te encontrará.

Por eso Kane, una productora consolidada con más de una década y media de cultivar admiradores, vio cómo sus ingresos se disparaban durante los primeros meses de la pandemia, mientras que sus amigas acompañantes con poco o ningún seguimiento en las redes sociales volvieron a ofrecer un servicio completo. Las novatas no están impedidas de acumular una gran base de seguidores o desarrollar pequeños grupos de fans incondicionales, y algunas lo consiguen. Pero atraer a admiradores de pago por el trabajo creado por uno mismo duplica la cantidad de trabajo que se necesita para cobrar algo. Como dice Gia: “Nos encargamos de nuestro propio mercadeo, nuestras propias fotos, nuestros propios videos, nuestras propias relaciones con los clientes. En otra empresa, eso requeriría 10 o 20 personas”. Desempeñar esas funciones, y perfeccionar esas habilidades, durante una pandemia, mientras se opera sin ningún ingreso, es una hazaña. Y añade: “Siento mucho respeto por la gente que hace porno ahora. Me siento muy mal por no haber pagado nunca por el porno”.

Una escena de uno de los vídeos de Kimberly Kane.
Una escena de uno de los vídeos de Kimberly Kane.Credit…Una parte del video de Kimberly Kane

Usar las redes sociales para aumentar el número de seguidores es un trabajo duro en cualquier ámbito, pero es una tarea de Sísifo para las trabajadoras sexuales, que a menudo son expulsadas de las plataformas más populares como TikTok, Instagram y Twitter. Quienes se dedican al trabajo sexual son expulsados de las plataformas de redes sociales, incluso cuando no anuncian o enlazan su trabajo. Las personas con las que hablé a menudo creían que su ofensa, su delito, era alinearse abiertamente con causas políticas como oponerse a SESTA-FOSTA o poner “No SWERFS” (feministas radicales que excluyen a las trabajadoras sexuales) en sus perfiles. Por su parte, una lista cada vez mayor de empresas, desde PayPal hasta Airbnb, pecan de severas precauciones cuando creen que son usadas por alguien que podría ser o ha sido un trabajador sexual, independientemente de si ese trabajo es legal y de si la persona está usando la plataforma para trabajar.

Las capas de criminalización que rodean al trabajo sexual se acumulan en línea y fuera de ella. Durante décadas, tanto los trabajadores sexuales criminalizados como los legales han visto cómo se les negaba caprichosamente el acceso a cuentas bancarias, hipotecas y otras infraestructuras económicas. Esta discriminación se repite en los nuevos pilares de nuestra economía, cada vez más libre de efectivo, como PayPal, Square y Stripe. Las trabajadoras sexuales tienen que aprovechar las condiciones actuales mientras duren, a pesar del temor que puedan sentir por la criminalización de su oficio. Como me dijo Gia, “con el trabajo sexual, siempre estás esperando que pase algo malo”.

La postura de las empresas contra las trabajadoras sexuales se atribuye a veces a la “moralidad”, pero sus decisiones se basan principalmente en la evaluación del riesgo financiero. Cuesta mucho menos señalar y prohibir a los usuarios que ser etiquetado públicamente como un foco de tráfico de personas y luchar contra la persecución federal. Esta toma de decisiones defensivas fue la causa de la purga de Patreon de las cuentas de trabajadoras sexuales a partir de 2017, cuando citó los requisitos de sus procesadores de pagos como la motivación. Esa expulsión masiva puede haber marcado la primera ola de la transición de las creadoras de contenidos para adultos a OnlyFans, que era una de las pocas plataformas comparables y amigables con el porno que quedaban en pie.

Los trabajadores del comercio sexual digital están acostumbrados a diversificar las fuentes de ingresos en preparación y como reacción a los cierres, por lo que OnlyFans se convirtió en un elemento fijo entre los enlaces de sus tiendas mucho antes de la pandemia. Un lucrativo programa de recomendación ayudó a la adopción temprana dentro de la industria. El pasado mes de diciembre, cuando Visa, Discover y Mastercard suspendieron el uso de sus tarjetas en Pornhub después de que un artículo de opinión publicado en The New York Times acusara al sitio de albergar pornografía infantil, el dominio de OnlyFans en el ámbito de los contenidos para adultos generados por los propios productores se consolidó aún más.

Como las creadoras tienen que adquirir y convertir a su propia audiencia mientras producen sus materiales, ¿qué servicio ofrece exactamente OnlyFans? “OnlyFans es un procesador de pagos ensalzado”, dijo la investigadora, organizadora y trabajadora sexual que se hace llamar Danielle Blunt. “Es elogiada por poner más dinero en manos de los productores de contenido y por crear un espacio en el que pueden poseer y distribuir su propio contenido, pero se llevan una tajada depredadora. No se trata del típico procesador civil que se lleva entre el 3 y el 7 por ciento. OnlyFans se lleva el 20 por ciento”. Para las trabajadoras sexuales, cualquier procesamiento de pagos es esquivo, por lo que no pueden permitirse ser exigentes.

La fragilidad del procesamiento de pagos puede explicar por qué OnlyFans es tan reacia a hablar de la dimensión sexual de su sitio. (Los representantes de la empresa se negaron a hablar oficialmente para este artículo tras conocer su enfoque). La empresa debe recurrir a la misma desviación, eufemismos y negación plausible que muchos trabajadores sexuales utilizan para minimizar el daño de la persecución generalizada. Las trabajadoras sexuales están profundamente resentidas por la ausencia de una función de búsqueda en todo el sitio y de un menú de categorías y etiquetas para navegar, no solo porque dificulta su trabajo, sino también porque parece una prueba de que el sitio está dispuesto a deshacerse de ellas por completo, como otras plataformas han hecho antes. Pero Ashley, la organizadora, conjetura que esta elección es una táctica astuta para minimizar la responsabilidad legal, y mantener el sitio en funcionamiento. En otras palabras, los creadores de contenidos para adultos tienen razón al decir que el sitio trata de ocultarlos.

Cuando Gia entró en su “fase de investigación y desarrollo” al comienzo del confinamiento, “tenía mucho insomnio”. Calcula que pasaba 80 horas a la semana leyendo libros sobre mercadeo empresarial genérico, y luego probando y adaptando esas lecciones a sus circunstancias. (Hoy en día, supuestos expertos ofrecen consejos, asesoría y promoción específicos para OnlyFans, pero esas opciones no estaban disponibles en ese entonces). También recibió la tutoría de una amiga, la creadora conocida como Arabelle Raphael, que ahora gana seis veces más de lo que ganaba en OnlyFans antes de la pandemia. (Al igual que Kane, Raphael lleva años en la industria del porno). La educación de Gia dio grandes resultados desde el principio: su cuenta de OnlyFans empezó a pagar siete veces más que antes de la pandemia. Pero ese total seguía siendo menos de un tercio de sus gastos mensuales, que eran altos por el espacio de trabajo que se había vuelto inútil.

Las trabajadoras sexuales, al igual que los influentes de las redes sociales, tienden a presentarse como reservadas y ocupadas, despreocupadas pero en constante demanda, a veces literalmente revolcándose en un montón de dinero. Berg observó que la “narrativa de empoderamiento de la década de 2020 ya no es la positividad del sexo”, sino más bien “estar ganando mucho dinero”, y las acompañantes, en particular, proyectan una vida caracterizada por los viajes de lujo, la ropa de diseñadores famosos y otras formas de consumo notorio. Se trata de mercadeo tradicional, realizado para convencer a los clientes de que el proveedor de servicios vale el precio que ha fijado. También es la apuesta de una población marginada por la respetabilidad social. “¿Cómo no voy a aceptar un trabajo que paga tanto?”, implica cada captura de pantalla publicada de un cobro de OnlyFans; o, como dice Berg, “si soy tan explotada, ¿por qué gano más que tú?”. Pero sobre todo, dijo, es una forma de protección. Cuando los clientes ven la vulnerabilidad económica, es más probable que sobrepasen los límites, regateen las tarifas y se comporten de otra manera explotadora y abusiva.

‘Quieren que su dinero sea deseado pero no necesitado’.

Algunos clientes se desanimaron tanto al ver la realidad económica de sus trabajadoras sexuales favoritas durante la pandemia que se fueron. Hablé con un grupo de trabajadoras en persona que tenían clientes que les enviaban algo de dinero, pero otras me dijeron que sus clientes habituales —a pesar de los frecuentes y solícitos mensajes al principio— desaparecían a la primera confirmación de problemas económicos. “Quieren que su dinero sea deseado, pero no necesitado”, dijo una acompañante que se hace llamar Alex. “La pandemia puede haber hecho un daño irreversible a la ilusión de prestigio que intentan construir tantas escorts en internet. Los clientes se han enterado de cosas que nunca podrán desaprender”, como lo vertiginoso que puede ser mirar la división de clases.

Es difícil hacerse una idea exacta de lo que gana la gente en un entorno en el que demasiada honestidad puede aumentar la exposición a la violencia. Las clasificaciones de las creadoras de OnlyFans, indicadas por su posición en el percentil, confunden aún más la cuestión porque fluctúan en función de la cantidad de dinero que circula por el sitio en un día determinado y nunca se fijan oficialmente en una cifra. Pero las creadoras con las que hablé dijeron que los que están en el 10º percentil probablemente ganan al menos 1000 dólares al mes. Si llegas al uno por ciento más alto, me dijo Kane, “estás ganando por lo menos entre 7000 y 10.000 dólares”. Cuando las creadoras se adentran en el uno por ciento, se dice que las cifras se disparan hasta las cinco o incluso las seis cifras mensuales.

En OnlyFans, como en la sociedad en general, la riqueza se concentra en la cima. Una portavoz del sitio me dijo que “más de 300” creadoras habían cobrado “más de un millón de dólares”, lo que sugiere que el sitio ha hecho millonarias a aproximadamente el 0,03% de sus creadoras (un estatus que han reclamado artistas como Bella Thorne y Bhad Bhabie). Más abajo, una franja más amplia pero aún estrecha de creadoras se lleva miles de dólares en un mes, mientras que la gran mayoría tiene suerte si ve unos pocos cientos. Si el diez por ciento de las creadoras del sitios ganan 1000 dólares al mes o más, el 90 por ciento de las creadoras se llevan a casa menos de 12.000 dólares al año por algo que puede equivaler a un trabajo a tiempo completo.

Para algunas personas, un extra de 250 dólares al mes es la diferencia entre pagar el alquiler y ser desahuciado, lo que hace que esos ingresos sean indispensables y no complementarios. Pero OnlyFans simplemente no pagaba lo suficiente, y lo hacía con demasiada lentitud, como para que fuera una opción viable para muchos. Los fondos de una venta en OnlyFans tardan siete días en aparecer en la cuenta de un creador, después de lo cual pueden tardar de tres a cinco días en transferirse a su banco, lo que significa que una persona debe tener esa cantidad de tiempo —y una cuenta bancaria, y un espacio en el que trabajar, y un acceso confiable a internet— para que el sitio sea viable. El giro de la web 2.0 hacia la publicidad y el comercio digital deja atrás a los más vulnerables. Caty Simon, organizadora de Whose Corner Is It Anyway, un grupo de ayuda mutua por y para las trabajadoras sexuales de bajos ingresos, drogadictas y con inseguridad de vivienda, dijo que se sentía increíblemente frustrada por “la directiva omnipresente de simplemente saltar a internet” que dominaba los primeros meses de la pandemia.

“Gran parte de la vida de la clase media se ha convertido en virtual”, dijo, refiriéndose también a los servicios gubernamentales, como las citas para las vacunas y las solicitudes de ayuda financiera. Para los miembros de la organización de Simon, que pueden estar lidiando con dificultades cognitivas y desconocimiento de la tecnología, así como con un acceso extremadamente limitado a los teléfonos inteligentes, “las brechas de habilidades y recursos son enormes”. Además, las descripciones de OnlyFans como plataforma de igualdad de oportunidades “ignoran hasta qué punto está saturado ese mercado”.

Independientemente de la cantidad de trabajadores que pasaron a OnlyFans durante la pandemia, “el trabajo sexual en persona no se detuvo”, dijo Blunt. “Mucha gente ha seguido viendo a los clientes en persona, ya sea por necesidad económica o por preferencia personal”. Los proveedores en persona y en interiores suelen cobrar más de cien dólares —incluso hasta más de mil— por una hora de su tiempo. Las suscripciones a 8 y 12 dólares, como dijo una acompañante, “no se pueden comparar”.

Como era de esperar, la tolerancia y la rentabilidad de las citas en persona, para las trabajadoras, seguía la línea de la estabilidad financiera. Las escorts que pudieron tomarse unos meses de vacaciones se sintieron cómodas con su regreso al trabajo y con el número de clientes que vieron, pero las trabajadoras con menos libertad económica, incluso las que antes se sentían bien en su trabajo, fueron mucho menos positivas. Simon dijo que los miembros de su organización “definitivamente vieron más casos de abuso y agresión” durante la pandemia y que estaría “realmente preocupada” por lo que un aumento de la demanda —según la predicción común de una vuelta a la vida pública al estilo de los años 20— significaría para ellas. Aunque una ausencia de negocio para las trabajadoras es “diez veces más peligrosa” que un repunte, la mayoría de los miembros no están actualmente vacunados y los clientes son “generalmente más displicentes con los riesgos de salud que nosotras”.

Los trabajadores no sexuales tienden a ver el trabajo en línea como algo categóricamente más seguro que el trabajo en persona, pero es más exacto decir que el trabajo en línea conlleva diferentes tipos de amenazas. La revelación por parte de The New York Post en diciembre de que una paramédica local era creadora de contenidos en OnlyFans es un ejemplo de lo insensatamente crueles (y de alto perfil) que pueden ser las consecuencias; la mujer era una ciudadana privada cuyas acciones no tenían ningún interés público discernible, y sin embargo el periódico decidió dedicar un artículo entero con su nombre legal, sus fotos y sus cuentas en las redes sociales. El estigma contra las trabajadoras sexuales sigue siendo una fuerza perjudicial, y el hecho de que otras personas lo sepan no las exime de las dificultades familiares o de los conflictos sociales. Una trabajadora sexual con la que hablé, que vive sola, tuvo un “fan” que se presentó en la puerta de su casa. Otra dijo que su familia fue “destruida” después de que un miembro se mostró en desacuerdo con algo que ella publicó en OnlyFans. “Ser visible en un ecosistema en línea que quiere que te borren te expone a toda una serie de riesgos”, dijo Blunt, a quien le preocupan las formas en que las trabajadoras sexuales están perdiendo “la capacidad de permanecer en el anonimato”.

Después de más de un año de esfuerzo sostenido, Gia se encuentra en el 0,5 por ciento de los que más ganan en OnlyFans, aunque confirma que las fluctuaciones de esa cifra pueden ser tan discordantes con sus ganancias que se siente “arbitraria”. Desde que pagó para romper el contrato de alquiler de su espacio de trabajo en julio, ha recibido lo suficiente para pagar sus facturas, y sus dos últimos meses han sido tan rentables que sus ingresos se han equiparado a los que tenía antes de la pandemia. Incluso ha invertido en una silla de escritorio ergonómica, “¡que cuesta más de lo que crees!”. Está orgullosa de cómo logró aprender nuevas habilidades en dos ocasiones distintas de alto riesgo. “Siento que tengo cierto control sobre mi situación y no que tengo que existir en los márgenes. Podría aplicarlas a otros negocios”, dijo. A pesar de lo bien adaptada que estaba al trabajo en persona, y de lo bien que le pagaban, no tiene planes de volver.

Sus fans, y los fans de Kimberly Kane, y los fanáticos de otras creadoras que pertenecen al uno por ciento, probablemente no abandonarán a sus artistas preferidas simplemente porque se vacunen o vuelvan a trabajar en una oficina. “Tengo un vínculo muy extraño con muchos de mis fans que han estado conmigo desde la pandemia”, dijo Gia, que publicaba diarios en video al principio de la pandemia en los que se ponía en contacto (y se exhibía) con sus seguidores. “Se convirtió en una constante para ellos. Y también se convirtió en una constante para mí. Les iba gustando a medida que lo iba descubriendo”. Los clientes de OnlyFans con los que hablé esperaban que las suscripciones fueran un pilar en su presupuesto futuro, porque se sentían conectados a ciertas artistas y veían el pago por el porno como un acto ético. Pero la mayoría preveía gastar menos en el sitio cuando la pandemia disminuyera. Suponían que la necesidad de interacción íntima sería satisfecha con encuentros, compensados o no, que tuvieran lugar en espacios físicos compartidos.

Las trabajadoras sexuales saben que sus épocas doradas son momentos de oro, por lo que aprovechan al máximo la oportunidad mientras existe. “No hay días libres en el porno”, dice Kimberly Kane, que reserva el martes como el único día de la semana en el que está fundamentalmente alejada del sitio, aunque sigue entrando para publicar selfis. Intenta no estar conectada hasta muy tarde, pero es difícil respetar sus límites. “Sabemos que si no estamos conectadas, vamos a perder ese dinero”, dice. Y ese dinero no existirá siempre.

“OnlyFans no va a durar, pero es una gran cosa”, me dijo. “Nos lo quitarán, como hacen con todo lo demás. Es solo cuestión de tiempo”.

 

Charlotte Shane es una escritora y editora que en 2015 cofundó la editorial TigerBee Press, con sede en Brooklyn. Ese mismo año publicó unas memorias epistolares, Prostitute Laundry, así como una colección de escritos más antiguos titulada N.B.

Este artículo se publicó primero en The New York Times. Click acá para ver el post original. 

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