Hacer periodismo en Mendoza es bien complicado. Porque el periodismo es el arte de destapar ollas sucias, y nadie quiere que se destapen.
Entonces, a fuerza de la imposición de ese “mandamiento no escrito”, los medios locales se han ido convirtiendo en voceros de los diferentes gobiernos.
Propulsores de incesante “propaganda”, al mejor estilo de lo dicho en su momento por Teun Van Dijk, uno de los mejores analistas del discurso del mundo.
No existen denuncias ni investigaciones rimbombantes en Mendoza. Apenas retazos de lo que alguna vez fue el periodismo honesto. Unos pocos colegas que son excepción a la regla.
Ahora, todo tiene una segunda intención. Si se “golpea” es para cobrar algún favor o para obtener pauta. Si se “calla” es para proteger a los que ponen la plata. Nada más alejado de lo que es la definición de periodismo.
Uno lo ha vivido (y sufrido) en carne propia. Ha trabajado con independencia. Hasta que no pudo hacerlo más. Entonces decidió renunciar para buscar nuevos horizontes. Porque uno es periodista. Y la lógica que uno conoce es la de informar, no importa quién caiga o a quién le moleste.
Por eso, uno dejó todo en 2014, y volvió a dejar todo en 2020, en sendos diarios mendocinos que se autoperciben poderosos.
Porque la censura no se debe tolerar. Por más que uno estuviera cómodo con su carguito y su salario ad hoc como secretario de Redacción.
Entonces, uno recaló en este terruño. Como intento de director periodístico de un incipiente medio de comunicación con pretensiones de independencia y honestidad. Y uno es feliz. Porque se trabaja con libertad.
A pesar de todo. Porque uno no desconoce las presiones oficiales a los accionistas del grupo por el trabajo que uno hace.
Pero los tipos no dicen nada, aguantan con hidalguía, mientras uno sigue provocando dolores de cabeza a propios y ajenos.
Y uno agradece, porque es un gesto que vale mucho, no solo en estos días frenéticos de pandemia, sino también porque el “aguante” ocurre en Mendoza, donde todo el mundo calla. En una suerte de Fuenteovejuna de cabotaje.
Fue en ese marco que esos tipos lo convocaron a uno para dirigir este humilde diario y una serie de radios novedosas. Y uno, se insiste, lo agradece.
Y la mejor manera de denotar ese agradecimiento es trabajar cada vez mejor y con más responsabilidad. Creciendo a diario en lecturas e influencia. Con una rapidez que sorprende.
“Ustedes aguanten las presiones, yo entretanto haré buen periodismo y seremos los primeros en menos de dos años”. Es la promesa que uno les hizo hace unos meses, cuando uno fue invocado por estos tipos.
Ellos se rieron, porque nunca imaginaron que alguien los llamaría alguna vez… y les pasó.
Pero no es algo malo, sino todo lo contrario: denota la influencia del medio. Refleja la preocupación que genera lo que uno publica o dice.
Ergo, vamos por buen camino. Se los aseguro.