Los días pasan y los vándalos que provocaron los incidentes del viernes pasado siguen sin aparecer. Son aquellos que provocaron destrozos en la Casa de Gobierno, el Poder Judicial y la Legislatura local el viernes pasado.
A pesar de que el ministro de Seguridad de Mendoza, Raúl Levrino, y el jefe de la Policía, Roberto Munives, juraron que estaban identificados, no hay un solo nombre ni indicio sobre quiénes fueron los infiltrados que destrozaron todo a su paso.
“Hay personas identificadas a través de las cámaras de seguridad y los videos difundidos en las redes sociales”, aseguró Levrino con gesto adusto voz de locutor.
No obstante ello, los días siguen pasando y las novedades brillan por su ausencia. Nada por aquí, nada por allá.
Entretanto, florecen las acusaciones cruzadas. El gobierno acusa a militantes de la izquierda y La Cámpora. Estos, a su vez, señalan al propio gobierno.
Más aún: creen que los infiltrados eran policías. Y que por ello nunca jamás se conocerán sus paraderos.
Subyace detrás de los señalamientos el eco de la muerte de Florencia Romano, la adolescente de 14 años que murió luego de ser rehén de un sistema perverso que aún persiste.
Aquellos que lo han sostenido y promovido siguen allí, en sus cargos, cortando el hilo por lo más delgado: la uniformada que cortó el llamado al 911 alertando por lo que estaba ocurriendo con Florencia. Allí se han cortado todas las responsabilidades.
Nadie tiene la culpa… Todos tienen la culpa.