La orden se dio por carácter transitivo: Axel Kicillof llamó a Cristina Kirchner y esta, a su vez, le dio la orden a Alberto Fernández. Fue unos 25 minutos antes de que este hiciera los anuncios que tenía previstos, el jueves pasado.
Allí, la vicepresidenta le exigió que, aparte de cualquier restricción que pudiera llevar adelante, suspendiera las clases presenciales.
El jefe de Estado tragó saliva porque recordó que, pocas horas antes, dos de sus ministros, Nicolás Trotta y Carla Vizzotti, habían descartado tal posibilidad.
No obstante, no dudó en hacerlo. Con una impostación pocas veces vista y una seguridad sobreactuada, el mandatario miró a la cámara y no dudó en descerrajar una catarata de medidas en las cuales él mismo no cree. Principalmente lo de paralizar las clases presenciales.
Fue lo que provocó mayor enojo en la ciudadanía. Porque trajo los peores recuerdos de 2020, cuando se perdió todo un año de escolaridad so pretexto de la cuarentena.
Por eso, para justificarse ante Horacio Rodríguez Larreta por la medida tomada, Alberto se aferró a un sesgado informe de Oscar Atienza, un médico cirujano que gusta hacermonitoreo de los distintos ciclos de la pandemia en la Argentina.
En el encuentro que tuvieron a solas, el presidente le mostró el documento al alcalde porteño, quien le cantó “retruco”: tenía consigo media docena de papers científicos que demostraban que la escolaridad no impulsaba una mayor cantidad de contagios de Covid.
Así y todo no lograron ponerse de acuerdo, y Larreta decidió judicializar la cuestión, pidiendo a la Corte Suprema que se expida al respecto. Algo que no ocurrirá en el corto plazo, por lo cual el lunes la CABA arrancará sin clases.
Los jueces “supremos” se encontraban al momento de escribir estas líneas enfrascados en interminables interconsultas, llegando a un acuerdo en un punto central: refrendarán que tienen la pertinente “competencia” ante el pedido de Rodríguez Larreta, dejando en ridículo al presidente, quien sostuvo que no es potestad de ese cuerpo lo que ocurre en CABA. A la que considera de mnos cuantía que una provincia.
Entretanto, allí mismo —en la Capital Federal— este sábado se dio una masiva protesta para pedir que el presidente vuelva atrás en esa particular decisión. Se colaron, de paso, varios reclamos más. Como suele pasar en este tipo de eventos.
Como sea, lo ocurrido termina de mostrar que Cristina es la que realmente gobierna. No sin cinismo, ya que, a pesar de que Alberto hizo lo que ella le pidió, optó por el silencio cuando arreciaban los misilazos de la oposición contra el primer mandatario. Como suele decirse, “tiró la piedra y escondió la mano”.
Digresiones aparte, en un año electoral la decisión de suspender las clases no parece ser la más correcta. Se traduce en sufragios que irán a parar a Juntos por el Cambio u otros partidos políticos.
El gobierno lo sabe. Y por ello pidió a una de las consultoras más prestigiosas mensurar el impacto que tendrá tal medida en las urnas: los resultados de la encuesta se conocerán en los próximos días.
Hablando de elecciones: aparecen borrosas las negociaciones entre el oficialismo y la oposición por el “corrimiento” de las PASO.
Eduardo “Wado” de Pedro fue el encargado de llevar la propuesta a la oposición, pero no recibió el recibimiento que esperaba. Es que las previsiones del gobierno daban cuenta de que habría “humo blanco”. Pero ello no ocurrió.
Juntos por el Cambio aparece con posiciones encontradas, que parecen irreconciliables. Por un lado, los que creen que sí debe moverse la fecha de las PASO. De agosto a septiembre.
En el otro extremo, aparecen los intransigentes de siempre, que están totalmente en contra. Porque sospechan que algo oscuro trama el oficialismo. Que se revelará cual “Caballo de Troya” en medio del debate parlamentario.
Sin embargo, como ya se dijo en esta misma columna, la modificación de la fecha de las primarias le conviene más a Juntos por el Cambio que al Frente de Todos. Hasta Elisa Carrió se dio cuenta de tal obviedad.
En otro orden de cosas, los desafíos de Alberto no pasan solo por la pandemia y las PASO, sino también —sobre todo— por los problemas crecientes de la economía vernácula.
Con un Martín Guzmán que viaja por el mundo buscando respaldo para sí mismo, ya sin esperanza de llegar a negociación alguna con el FMI —no al menos en el corto/mediano plazo—, el jefe de Estado debe enfrentar los problemas que provocará esta nueva cuarentena.
Por caso, el mero cumplimiento del la promesa de los $15.000 para asignaciones, obligará a un desembolso de $40.000 millones, equivalente al 0,1% del PBI de la Argentina.
Ello forzará a emitir más dinero, que impulsará el consecuente empuje de la ya creciente inflación. “Peor el remedio que la enfermedad”, como suele decirse.
De más está decir que la estimación oficial del 29% que surge del Presupuesto 2021 se ha vuelto una real quimera. Ningún economista que se precie de ser medianamente serio imagina un número menor al 50%. “De ahí para arriba, nunca para abajo”, dijo esta semana a Radio News José Vargas, experto mendocino.
Si marzo sorprendió por el 4,8% que reveló el INDEC, abril promete no ser menos. La reputada consultora Ecolatina ya anticipa un número similar.
En tal contexto, el gobierno descansa en la “tranquilidad” de ver que va creciendo la economía, en rubros concretos y puntuales. El que más, la construcción. A su vez, festeja la suba de la soja como materia prima a nivel internacional.
Pero es un “engaña pichanga”. Es como aquel que debe un millón de dólares y festeja porque se encontró en la calle una billetera con 50 mil pesos. Es una buena noticia, sí, pero no alcanza. Prueba de lo antedicho se verá en la próxima medición de pobreza e indigencia.
El presidente debería preocuparse por los números que vienen, no solo por lo que representan en sí, sino además por lo que ya se dijo: es un año con esquivas elecciones legislativas.
De yapa, empieza a ocurrir un fenómeno inédito: gente que se identifica con el Frente de Todos, muchos de ellos votantes de Alberto y Cristina, aseguran que si las elecciones fueran hoy votarían a otro espacio. No lo harían por Juntos por el Cambio, pero tampoco por el peronismo.
A esa rebeldía se suma otra, que el oficialismo viene observando en las redes sociales. Lo plantean en tono de pregunta: ¿Qué ocurre si el lunes se abren escuelas de todos modos, a pesar de la prohibición?
En caso de que ello suceda, se suma otro interrogante: ¿Sería un signo de hartazgo contra la pandemia o contra el Gobierno?
Por si no fuera suficiente, al Ejecutivo le han llovido esta semana una catarata de denuncias en la Justicia, contra Alberto, Trotta, Cafiero y otros funcionarios. Por la catarata de desaciertos de los últimos días.
Un buen momento para apurar la tan mentada reforma judicial… por si a los jueces se les ocurre fallar contra los intereses K (léase en tono de ironía).
La pauta de Mendoza, el escándalo que viene
El escándalo que viene se conoció esta semana en forma de planillas. Refiere a la pauta que han cobrado los medios de Mendoza en los últimos años, durante el gobierno de Alfredo Cornejo.
Se trata de millonadas de dinero que nada tuvieron que ver con la difusión de actos de gobierno, sino más bien de manejar la línea editorial de las principales empresas de medios mendocinas.
De lo contrario, se les hubiera aportado mucho menos dinero. Y los montos hubieran tenido correlación directa con la respectiva audiencia de cada medio.
Sorprendió que solo se diera a conocer la cifra que corresponde al año 2018 y parte de 2019. ¿Hay algo que se esté buscando ocultar?
Es probable, porque existen decretos “reservados” que empezaron a conocerse en las últimas horas que reflejan cómo Cornejo inyectó cifras puntuales a la prensa local, que se suman a la millonada que ya venía aportando.
El resultado de ese impulso dinerario está a la vista: nadie habla en la provincia de los escándalos que involucran a funcionarios del anterior gobierno, ni este.
Ni siquierar mencionan al pasar las dos denuncias que el exintendente Sergio Salgado hizo contra Cornejo, una por enriquecimiento ilícito, y la otra por negociaciones incompatibles con la función pública. Desinformación en estado puro.