En estas horas, en el seno del gobierno de Mendoza hay preocupación por la creciente avanzada de casos de coronavirus. En el contexto de la eventual aparición de una “segunda ola”, cuyo inicio nadie sabe precisar.
Los funcionarios de Salud de la provincia no lo admiten oficialmente, pero sí lo hacen en estricto off the record.
Luego, cuando se prenden los micrófonos, intentan minimizar esa preocupación. Aseguran que la situación aún no se ha desmadrado y que las evaluaciones de casos se hacen por promedios de 7 días.
A efectos de descomprimir angustias por aquellas jornadas en las cuales se superaron los 200 casos diarios.
A nivel nacional pasa algo similar, el Ejecutivo sigue de cerca la evolución de casos, con un agravante: la aparición de las nuevas cepas, cuyo contagio es mucho más vertiginoso.
Querrían volver a imponer fuertes restricciones, casi como antaño, pero no pueden ante lo impopular que sería la medida.
Por eso, Alberto Fernández exigió que no se hable más de “Fase 1”, ni siquiera para recordar aquellos días del comienzo de la pandemia.
En tal contexto, solo quedan por tomar medidas secundarias, que podrían aliviar la situación más por suerte que por efectividad. Por el cortoplacismo.
Son las que fueron oficializadas en las últimas horas. Principalmente el “teletrabajo” de la administración pública nacional durante estos días, en el marco de la próxima Semana Santa. Luego, se ha dejado a potestad de cada provincia cualquier otra medida a tomar.
En el caso de Mendoza, se ha puesto el foco en Luján de Cuyo, por su “situación de riesgo”. Al igual que otros 44 departamentos del país.
Entonces, aparece la pregunta siempre inquietante: ¿Regresarán las restricciones en la provincia?
Por ahora, por lo que pudo saber Diario MTN, nada de nada. Pero habrá consultas furiosas entre funcionarios en las próximas horas. Debatiendo sobre la nada misma. O el sexo de los ángeles, como suele decirse.
Porque siempre se da vueltas sobre las mismas cuestiones. Sin solución de continuidad. Y, tal cual se ha demostrado en los países que han logrado controlar la pandemia —en mayor o menor medida— lo más importante es controlar la reuniones sociales y las fiestas clandestinas. Sobre todo estas últimas.
Allí está el verdadero foco de contagios, con miles de pibes que comparten vasos, no usan tapaboca y desconocen lo que es el distanciamiento social. Jóvenes que luego van a sus casas y contagian a hermanos, padres y abuelos. Con el consiguiente desmadre.
Hoy en día, el gobierno de Mendoza no hace nada al respecto. Aún cuando la mayoría de esas reuniones se publicitan en redes sociales sin restricción alguna.
Un caso puntual es el denunciado por MTN: Acapulco. Nombre de fantasía que promociona fiestas clandestinas en Instagram todas las semanas. En algunos casos, hasta dos o tres semanales. Pero, como se dijo, el gobierno no hace nada de nada.
Y el control de esos eventos es mucho más efectivo que cualquier otra medida, directa o indirecta. Tal cual supo explicar oportunamente a este diario el experto mendocino Sergio Saracco.
Es oportuno mencionarlo porque, aunque aún las restricciones fuertes no se han hecho carne, no es algo que se pueda descartar en el mediano plazo.
Pero de nada servirá si no se ataca el fondo del problema: ¿De qué serviría volver a una eventual Fase 1 si se sigue permitiendo que miles de jóvenes se junten cada fin de semana? Es absurdo.
La solución está a la vuelta de la esquina. Es tan sencilla como también lo es el uso del tapaboca, costumbre que también se empieza a dejar de lado.
No hace falta ninguna genialidad. Solo mirar el bosque sin dejarse obnubilar por ningún llamativo árbol.
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