La Cámpora dejó hace tiempo de ser simplemente una agrupación de cuadros juveniles que encarnaban la pureza ideológica del proyecto de Néstor y Cristina Kirchner, separada del Partido Justicialista. Los años en la resistencia al macrismo forjaron la maduración política de una generación de militantes que busca expandirse territorialmente en todo el país y ocupar espacios para que el peronismo de los próximos años no desvíe su rumbo.
Son conscientes que la centralidad de Cristina Kirchner no será eterna, y que por cuestiones biológicas ella empezará a retirarse paulatinamente de la escena política, por más ese momento esté todavía lejos de visualizarse aún no se visualice.
Allí aparece con nitidez la necesidad de entronizar a Máximo Kirchner. Asegurar la herencia es la tarea que se encomendaron.
En ese proceso de maduración, y al compás de los vaivenes en la relación de Cristina con el establishment del PJ, la organización de Máximo fue recomponiendo vínculos con otros sectores del peronismo y hoy no cabe en la cabeza de nadie la idea de una reorganización partidaria sin La Cámpora, una de las patas más robustas del Frente de Todos.
En 2016, cuando Cristina era destratada y condenada al ostracismo por amplios sectores del PJ, que la sindicaban como la mariscal de la derrota de Daniel Scioli, la orden que bajó “La Jefa” a la agrupación fue quedar al margen de la reconstrucción partidaria, la cual quedó en cabeza de José Luis Gioja. Luego las acciones de Cristina Kirchner volvieron a subir y la decisión fue volver al partido.
La Cámpora ya conduce el PJ de Mendoza de la mano de Anabel Fernández Sagasti, y Tierra del Fuego con el intendente Walter Vuoto, y pronto liderará el PJ porteño con Mariano Recalde en reemplazo de Víctor Santa María. “Ellos se lo ganaron. Fue un proceso natural, de discusión entre compañeros que consideraron que tenían que encabezar por la referencia que construyeron y la construcción territorial. No hubo imposición”, aclararon a la agencia Noticias Argentinas fuentes de la principal agrupación kirchnerista.
La cabeza de playa de este proyecto camporista para expandir su influencia federal y blindar ideológicamente al peronismo es, como no podía ser de otra manera, la provincia de Buenos Aires.
El distrito gobernado por Axel Kicillof, el otro “niño mimado” de la vicepresidenta, es el bastión electoral desde el cual Cristina Kirchner erigió su resurrección política, primero con la construcción de Unidad Ciudadana en 2017, y dos años más tarde con la jugada que permitió desterrar al macrismo del poder con el diseño de la unidad en el Frente de Todos.
En la provincia de Buenos Aires aparece con fuerza el nombre de Máximo Kirchner, quien como presidente de bloque del Frente de Todos en la Cámara de Diputados incrementó su poder y se granjeó el respeto de muchos dirigentes que antes lo miraban con desconfianza. En el espectro kirchnerista, su figura es directamente venerada, y muestra de ello fue la grandilocuencia de los mensajes que recibió en ocasión de su cumpleaños número 44.
Con el verticalismo que caracteriza al peronismo, la candidatura de Máximo al PJ bonaerense fue decidida por Cristina Kirchner y Alberto Fernández. El presidente reconoce el peso específico que el kirchnerismo tiene en la coalición política que conduce y cede espacios respetando los equilibrios de fuerzas en el Frente de Todos.
La Cámpora también logró ubicar a dos de sus principales alfiles en la lista del PJ nacional: Eduardo “Wado” de Pedro, quien trabajó en conjunto con Santiago Cafiero para pulir la nómina, y la secretaria ejecutiva de ANSES, Fernanda Raverta.
En la Ciudad de Buenos Aires La Cámpora se hizo fuerte al lograla conducción de la mano de Mariano Recalde, quien compartirá fórmula con María Rosa Muiños, quien pertenece al PJ tradicional, más cercano a Fernández. De esta manera, el camporismo pone fin a la hegemonía que durante varios años ostentó Víctor Santa María.
En Tierra del Fuego, el intendente de Ushuaia, Walter Vuoto, logró sacar cabeza a mediados de noviembre pasado como jefe del PJ provincial a partir de una combinación de virtudes propias (ganó la última elección holgadamente) y una serie de factores externos. El gobernador Gustavo Melella es de origen radical y no pertenece al PJ, en tanto que la diputada Rosana Bertone perdió la interna en 2019 con aquel y quedó fuera de la pelea por el sillón provincial, con la pólvora mojada y relegada del poder. Envalentonado, Vuoto pretende en 2023 lanzarse a gobernador.
Fernández Sagasti no tuvo demasiado inconveniente para ser consagrada presidenta del PJ de Mendoza, aún siendo una provincia conservadora. La camporista es una de las predilectas de Cristina y con bastantes batallas ganadas encima. La más resonante fue la victoria en la interna de 2019, pese a que después perdió la gobernación.
Alberto Fernández saludó a Fernández Sagasti por su asunción al frente del PJ de Mendoza