Jeremías Gelabert: un reclamo, una familia destrozada y puro misterio

Este martes, hubo una marcha en busca de la aparición del joven de 30 años. MTN estuvo allí.

“No sabemos qué más hacer, la Justicia es lenta y de mi hermano no hay rastro”. Quien me dice la frase, con la voz quebrada, es Graciela Gelabert, hermana de Jeremías, desaparecido el 22 de noviembre pasado.

Nadie sabe qué ha pasado con él y la desesperación se hace carne en la familia. Por eso, han decidido marchar este ingrato martes, para ver si logran algo. No saben qué, pero algo al fin.

Porque, ¿qué se hace en estos casos? ¿Dónde buscar a quien se evapora de la faz de la Tierra? ¿Por donde empezar?

“El fiscal Pirrello avanza muy lento, le pedimos medidas de prueba pero no las hace”, insiste Graciela. ¿Qué decir al respecto? ¿No es mejor callar y solo seguir prestando el oído?

Como se dijo, Jeremías se fue de la casa de uno de sus hermanos el pasado domingo 22 de noviembre para nunca más volver.

Dijo que que no quería “sociabilizar más con nadie”. Lo hizo subido a una mesa. Y se fue sin más. Con sus dramas a cuestas.

Porque su pareja lo había dejado. Y había perdido su trabajo. Y encima sufría de bipolaridad. Por si fuera poco.

Ver además: “Buscan a un joven desaparecido en Guaymallén”

Entonces, la familia teme lo peor. Pero no se resigna. Y lo busca. Y lo sigue buscando.

Desde el kilómetro cero de la capital mendocina extienden sus improvisados carteles. Como si Jeremías los fuera a ver desde algún lugar.

Y ahí siguen, familiares y amigos. Todos hablan sin hablar. En silencio. Con miradas y gestos que dicen más que mil palabras.

Y uno espera que Jeremías aparezca, porque conmueve ver tanto dolor en tan pocos metros cuadrados.

Y de pronto, uno recuerda que es periodista, que solo fue a cubrir una nota más, para hacer una crónica del momento.

Y todo salió mal. Porque uno se involucró. Y terminó diciendo más de lo que se esperaba.

Pero no importa ya, lo que importa es acompañar a esta familia. Que está ahí, el plena Peatonal y San Martín, ante la impavidez del destino, que siempre es cruel y esquivo. Que desconoce de carteles y consignas y marchas.

Pero a la familia no le interesa. Acaso porque conocen aquella frase añeja de William Shakespeare, que asegura que “el destino es el que baraja las cartas… pero nosotros somos los que jugamos”.

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