M. es una persona que cuenta una situación complicada que le tocó vivir el pasado martes 4 de mayo en horas de la noche, y hoy pide mantener en reserva su identidad por razones que se hacen obvias.
Eran las 22:50 horas y circulaba en su moto por la calle Panocchia y Justicia, departamento de Luján de Cuyo, en dirección a una estación de servicio, cuando se percató que detrás suyo había un móvil de la policía.
“Realiza cambios de luces, al notar la reiteración de la señal reduzco la marcha y me orilló, suponiendo que podía ser una señal para darme algún aviso”, cuenta M. al ser entrevistado por Diario MTN.
Del auto bajan dos oficiales, uno hombre y una mujer, cuenta el joven deportista y asegura que en tono elevado, uno de ellos le pregunta por qué no se había detenido de forma inmediata al ver el cambio de luces.
“No tomé esos cambios de luces como una señal de detención, y expresándoles mi concepto que de haber escuchado las sirenas, eso si lo hubiera interpretado como señal de detenerme, el oficial masculino me respondió que ‘las sirenas no funcionan’”, cuenta M.
Prosigue: “Acto seguido me pidió que me apoyara en el móvil para requisarme. Colaborando con el oficial realicé lo que él me solicitaba, pero cuando me apoyé en el móvil policial, el oficial masculino comienza a patearme los tobillos reiteradamente y ejerce presión sobre mi cuerpo contra el móvil, tirándome de una forma muy violenta, siendo que yo estaba mostrando colaboración en todo momento con lo que me iba pidiendo y nunca opuse resistencia a la requisa que me estaba realizando”.
También, el joven deportista cuenta que este uniformado no se encontraba utilizando barbijo y al vivir con sus abuelos le pidió al policía que se lo coloque. “Vos no sos quien para venir a darme órdenes a mí, pendejo de mierda”, fue la respuesta que dice haber recibido de parte del oficial.
“Continuó con la requisa. Cuando el oficial masculino me palpa la media derecha, me encuentra el protector bucal (ya que venía de entrenar del club y suelo guardarlo allí por costumbre). Preguntándome qué era eso, le contesto, me lo saca, y lo tira en medio de la calle”, rememora.
Frente a esa situación, este joven detalla que le pidió al oficial levantar el bucal. “A mí me chupa un huevo, déjalo tirado ahí y pone las manos contra el móvil”, fue la respuesta que asegura haber obtenido.
Tras ello, siempre haciendo base en el testimonio de este joven, la policía femenina se acerca y le pide los papeles de la moto y mientras se los muestra, el policía que protagonizó este relato de agresión abre la mochila de M. y comienza a revisar lo que hay allí. Luego la conversación fue más o menos la siguiente:
M: Disculpe, pero usted no tiene el derecho de revisar mi mochila sin mi consentimiento, si quiere se la muestro yo.
Policía: Yo voy a hacer lo que quiera
M: Usted está violando mis derechos y me está faltando el respeto. Por favor, ¿se puede identificar con su nombre y su placa, ya que no lo muestra en ningún lado?
Policía: A vos no te interesa quién soy pelotudo, subite a la moto y seguime, que vamos a la Comisaría.
“Le pregunté que cuál era el motivo de que me llevara a la Comisaría y el oficial de policía no me respondió y me exigió de una manera intimidante: ‘Subite a la moto y vamos’”, relata.
Temía por su integridad física, asevera, por ver tan agresivo al uniformado. “Una vez en la Comisaria N°30 ubicada en Chacras de Coria, el oficial de policía masculino me hace ingresar a la parte del calabozo, donde me volvió a hacer una requisa corporal, me hizo sacar los cordones de las zapatillas y el cordón del pantalón deportivo, también me hizo apagar el celular y dejarlo arriba de una mesa, por lo cual yo le pregunté el motivo y él no me quiso responder, siempre hablándome de muy mala manera”.
Añadió asimismo que “también me hizo sacar las dos camperas que tenía puestas, las volvió a revisar y las tiró al piso. En ese momento la oficial femenina que lo acompañaba en el móvil me pide que firme unos papeles, los cuales no pude ni siquiera leer por la situación de tensión y presión psicológica hacia mi persona que ejercía el oficial masculino”.
Mientras tanto, M. observa que el policía estaba parado sobre sus camperas, por lo que le dijo: “Disculpe oficial, pero me está pisando las camperas y está arriba de un cierre, se va a romper. Por favor, ¿se podría correr así las levanto y la dejo arriba de una silla?”.
“Qué te pasa pendejo de mierda, qué me venís a dar órdenes a mí”, fue la respuesta que dice haber recibido. Según relata, mientras el oficial pisaba las camperas, miraba “hacia abajo y acentuando con gestos intencionales el pisar las camperas girando sus botas sobre el cierre”.
“Dale pelotudo, levantá la campera y dejala allá arriba”, cuenta que le dijo el policía al final. “Les pedí realizar una llamada, para comunicar que estaba detenido a mis familiares, a lo que el oficial masculino me determina: ‘No podes hacer ningún llamado’. Acción siguiente me metieron al calabozo, donde me dejaron encerrado durante 30 minutos aproximadamente”, explica el joven.
relata haber vivido una situación de mucha angustia, ya que nunca supo por qué el oficial lo había tratado de tal manera, mucho menos la causa por la que había quedado demorado en la Comisaría.
“Cuando me liberan, los oficiales de policía que me habían retenido ya no se encontraban en la Comisaría, siendo otro oficial de policía quien me hizo firmar otros papeles, en los que en esta ocasión sí pude leer y vi que se refería a que yo no requería asistencia médica”, menciona.
“Disculpame, ¿me podrías decir el nombre del policía que me retuvo?”, le preguntó el joven al oficial que lo liberó, a lo que cuenta que este le respondió: “No tengo idea de quién es, no es de esta Comisaría”.
“Finalmente, con un fuerte sentimiento de impotencia y frustración, pude volver a mi casa alrededor de la 1 am, con un desconcierto absoluto por la falta de respuestas y por todo lo vivido, sintiéndome totalmente vulnerable ante esta situación que me hicieron pasar y más aun viniendo de un organismo que para uno debería representar garantías y respaldo sobre mi seguridad y derechos”, termina el relato de M.