El atentado que afortunadamente no se concretó, terminó por volver a unir a unos y otros en un peronismo que no se veía unido desde hace años.
Cuando comenzó a caer el sol del jueves 1 de septiembre, nadie, absolutamente nadie, imaginó que estábamos a las puertas de lo que sería una de las noches más oscuras desde el retorno a la democracia.
El atentado que no fue, en medio del clima de odio que reina en este país, terminaron por lograr la unión de sectores peronistas enfrentados a muerte desde hace años.
Un ejemplo de ello se vivió el viernes en Plaza de Mayo, donde coincidieron los funcionarios de primera línea y de extrema cercanía a Alberto Fernández, referentes de La Cámpora, e inclusive el Movimiento Evita, sumamente enfrentado al kirchnerismo en los últimos tiempos.
Si bien había dudas con respecto a lo que harían los sindicatos, los gremios cercanos a los K se movilizaron temprano. De hecho, Camioneros y Obras Sanitarias aportaron lo suyo.
La bala que no salió, claro, diferenció la vida y la muerte de Cristina Fernández de Kirchner. El efecto político que se generó, logró darle a la titular del Senado un empuje y arrastre que no encontraba últimamente.
Pero además, hizo que desde Alberto Fernández hasta el último de los peronistas, saliera en su respaldo.
La bala que no salió, obligó al peronismo a dar vuelta la página y a olvidar por un momento su posible detención.
Esa situación horrenda, y que casi termina en la peor tragedia de todos los tiempos, derivó en la movilización popular que el peronismo tanto necesitaba.
Claro esta que ahora, Cristina y el mundo cristinista, tienen tema para hacer campaña y movilizar a los tantos que andaban frustrados.
No puede negarse que la bala que no salió, es una carta presidencial que muy pocos esperaban, sobre todo por la presión que tenía sobre sus espaldas a causa del avance de la causa Vialidad.
A este cóctel se le agrega lo acontecido días atrás con las famosas vallas que tantas disputas generaron, y que reavivó diferencias en una oposición desconcertada y preocupada por la épica que logró Cristina Kirchner, que sin imaginarla, sacó la carta más poderosa del mazo.