El misterio de la casa embrujada que fue resuelto por un oftalmólogo

La periodista Azucena Martín, biotecnóloga y apasionada de la divulgación científica, nos trae este imperdible artículo para Hipertextual.

Corría el año 1921 cuando una familia se atrevió a contar todo lo que les había pasado en su casa. Se habían tenido que mudar hasta allí rápidamente, ya que su anterior hogar había quedado destruido por un incendio. No tuvieron tiempo de mirar muchas opciones, pero aquel edificio, en el que hacía diez años que no vivía nadie, parecía muy acogedor. Sin embargo, lo que no sabían el día que se mudaron allí es que ese era el principio de una de esas historias de fantasmas típicas de las novelas góticas.

El estado de ánimo de toda la familia cambió sin que supieran por qué, se escuchaban ruidos de pasos en habitaciones en las que no había nadie e incluso se llegaron a ver apariciones. Le ocurría tanto al matrimonio como a los hijos y a los miembros del servicio. No parecía una invención por parte de unos pocos. Y lo peor es que pronto supieron que los antiguos residentes de la casa habían tenido experiencias similares. Podríamos esperar que la siguiente parte de la historia sea el descubrimiento de una muerte violenta acaecida entre aquellas paredes varias décadas atrás. Pero no, lo cierto es que la siguiente parte es la resolución del misterio de la casa encantada con ayuda de la ciencia. Mucho más interesante, desde luego.

Cuando esta familia llegó a la casa, les llamó la atención que parecía estar siempre iluminada. Sin embargo, apenas incidía el sol sobre ella. Esto debía ser algo positivo, que incluso podría haberles ayudado a mantenerse de buen humor. Pero no fue así, pues nada más entrar a vivir allí todos ellos comenzaron a encontrarse apáticos y deprimidos.

La mujer padecía dolores de cabeza y todos estaban pálidos y desanimados

Dos días después, se rompió la caldera, por lo que decidieron mandar a los niños con unos familiares. Hacía demasiado frío para que estuvieran allí. Mientras tanto, el señor y la señora, además de las bajas temperaturas, seguían presos de esa tristeza que invadía el edificio.

Pero pronto eso fue lo de menos. Un día, la mujer, que llevaba ya un tiempo quejándose de fuertes dolores de cabeza, oyó pasos en la habitación de arriba. No le constaba que estuvieran allí los sirvientes ni nadie de la familia, por lo que subió rápidamente a ver de qué se trataba. No encontró a nadie. Más tarde, su marido y algunos miembros del servicio comenzaron a escuchar todo tipo de golpes de puertas, timbres y campanas. Pero no daban con su origen.

Los niños volvieron cuando arreglaron la caldera y no tardaron en escuchar esos sonidos típicos de historias de fantasmas. Además, estaban pálidos y tristes, sin ganas ni siquiera de jugar.

Al señor le gustaba sentarse a comer fruta antes de dormir. Pero dejó de hacerlo porque cada noche, mientras lo hacía, sentía una presencia detrás de él que desaparecía cuando se volvía a mirar. También la señora reconoció haber visto a una mujer vestida de negro vagando por la casa. Uno de los niños se despertó una noche y salió corriendo en busca de la enfermera de la familia, que vivía con ellos, gritando que un hombre gordo quería atraparlo. Incluso la propia enfermera reconoció haber escuchado pasos y haber visto a un hombre mayor y una mujer joven, cuyas imágenes se desvanecieron cuando quiso acercarse hasta ellos.

Al principio parecían apariciones inocentes, pero la cosa se puso más fea cuando el señor despertó una noche sintiendo que alguien le estaba estrangulando.

Sin embargo, como suele ocurrir con las historias de fantasmas, terminó teniendo una explicación mucho más mundana que esotérica.

 

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