Creer o reventar: alguna vez, el peso argentino fue una moneda fuerte. Parece una broma boba o peor, una de esas mentirijillas propias del “relato”, pero así lo dijo hace 60 años -y lo dijo en serio- la prestigiosa publicación Financial Times, la misma que décadas después nos cascotearía tantas veces por culpa de las diabluras kirchneristas, que nos colocaron en el ranking de los países menos confiables.
Aquel lejano año, Financial Times nombró a la moneda argentina como “la más estabilizada”. Fue un reconocimiento en los premios que el periódico británico otorgaba por aquellas épocas, por considerar que nuestra sufrida moneda había sido la “estrella” de las divisas durante 1960.
Ese increíble premio se debió al “espectacular restablecimiento de la balanza de pagos” de nuestro país, que había sido capaz de alcanzar una estabilidad inédita, cuando las reservas internacionales llegaban a U$S 700 millones, cifra nada despreciable para los cánones de ese tiempo. En suma, para el cronista de entonces el peso argentino ya podía ser considerado como “definitivamente rehabilitado” después de tantas peripecias vividas. Pobre de él.
El galardón se anunció en momentos en que el ministro de Economía de entonces, Álvaro Alsogaray, aterrizaba en Gran Bretaña en visita oficial. Por esos años, la denominación era el llamado Peso Moneda Nacional, que estaba vigente desde 1881 y que existió en los bolsillos de nuestros ancestros hasta 1969, cuando llegó a reemplazarlo el Peso Ley 18.188.
Este último era un curioso papelucho que consistía en el mismo cartoncito de los anteriores, pero con un patético sello que aclaraba a cuánto equivalía de la nueva denominación. Por lo menos esa fue la práctica por un tiempo, mientras se imprimían los nuevos billetes y hasta que la gente -ya mareada por tanta devaluación- se acostumbrara. Sin duda, un parche bien argento que, menos de diez años después del lindo galardón obtenido por ser la “moneda más estable” de 1960, ponía fin a las proyecciones optimistas sobre el futuro de Argentina.
Después vinieron el Peso Argentino en 1983, el extraño Austral en 1985, el Peso Convertible en 1991, y así -ahorrándonos el mal momento de hablar de los Patacones- hasta llegar a nuestro empobrecido Peso, que en los últimos años se ha debatido entre los controles cambiarios y la flotación libre, siempre con resultados magros.
En definitiva, todos billetes que sucedieron a aquella moneda “estrella” de 1961 y que vinieron a tirar por tierra la predicción del optimista periodista de Financial Times que supo tenernos fe en 1961, un tal Mr. Lombard, que de finanzas sabía mucho pero de argentinidad, poco y nada (con información de Agencia NP).