El hombre camina solo por una montaña. Es domingo y está a casi 6.000 metros sobre el nivel del mar, a punto de conquistar la cumbre de uno de los cerros más complejos de escalar de la cordillera de los Andes, en Mendoza. La falta de oxígeno, el viento, la soledad y el frío inenarrable son un desafío: un andinista debe mantener, ante todo, la cordura. De repente, observa una rareza estremecedora entre el paisaje monótono de piedra y nieve eterna.
Sobre el filo suroeste del cerro El Plata -un objeto de deseo para miles de aventureros de todo el planeta desde que el austríaco Hans Stepanek plantó bandera por primera vez en enero de 1925- el andinista solitario detecta no un cuerpo extraño sino dos. Se acerca todo lo que puede. El terreno es difícil y cada movimiento requiere de un consumo de energía que, a esa altura, puede ser determinante. Alcanza a verlos con claridad. Son cuerpos inertes. Congelados. Están acostados en una posición que los hace parecer dormidos. Llevan ropas de montaña viejas, con colores aún vívidos, conservados, como si el tiempo se hubiera detenido. O como si el observador hubiera viajado hacia atrás: 25 años.
Tuvo que recordar todo lo que vio. Las ropas, la forma en que los dos hombres estaban acostados. A esa altura no hay teléfono ni cámara cuya batería soporte las condiciones de clima y oxígeno. El único registro posible es la memoria. Cuando bajó lo contó.
Y todos pensaron en Leroy Villa y Nicolás Ibaceta, quienes fueron vistos por última vez en 1996, mientras caminaban hacia la cumbre de ese mismo cerro. Nunca más nadie supo de ellos. El libro que registra los ascensos y los descensos de El Plata tiene desde hace 25 años dos espacios incompletos. Sus nombres aparecen en el casillero del ascenso pero no están sus firmas en el de la bajada. Sus amigos y sus familiares jamás los volvieron a ver. La herida, ahora, se vuelve a abrir. Quizá para, finalmente, cicatrizar.
“Es altamente probable que sean ellos”, comentó a Infobae uno de los investigadores que trabaja en el expediente que se abrió cuando el domingo pasado este andinista solitario -cuya identidad no trascendió- avisó a la Patrulla de Rescate de Montaña de la Policía de Mendoza que había encontrado a dos hombres congelados. “Pero no podemos confirmarlo todavía porque los cuerpos siguen allá arriba, no tenemos fotos para corroborar. Hay que bajarlos y hacer el ADN”, agregó.
La alta probabilidad de que se trate de Villa e Ibaceta radica en que son los únicos andinistas aún perdidos en El Plata. Pero deben ir a buscarlos, bajarlos y analizar sus patrones genéticos antes de confirmar la sospecha. “Subir es difícil. Es el segundo cerro más alto del cordón. Para llegar ahí hay que ir con una expedición, con material que permita bajarlos. No es fácil ni posible hacerlo con helicóptero por las condiciones climáticas”, detalló el investigador.
Una vez que los expedicionarios den con los cadáveres, según las marcas del montañista que los encontró, deberán embalarlos, relevar el lugar y determinar por qué lugar se va a intentar el descenso. “Es una zona muy complicada”, amplió la fuente judicial consultada por este medio.
La Justicia de Mendoza contactó a los familiares de Villa e Ibaceta. “Están con la expectativa de saber, después de tanto tiempo”, comentaron a este medio. La causa está a cargo del fiscal de Homicidios Carlos Torres, pero es una mera formalidad. Por la descripción que hizo el andinista que los vio la hipótesis principal es que murieron mientras dormían o que les agarró el “sueño blanco”.
“Están en posición de dormir. Hay que ver si estaban en la bolsa, si estaban acostados, con ropa, quizá murieron de frío”, aventuró el investigador consultado, que prácticamente descarta una muerte violenta. “Aun si hubiera un crimen la causa estaría prescripta por el paso del tiempo, pero no parece ser el caso”, comentó la fuente.
La experiencia de escalar una montaña de la altura de El Plata puede ser tan gratificante como extrema o en algunos casos, siniestra. Muchas veces aparecen tormentas de viento y nieve inesperadas que cancelan la visión de los andinistas y provocan desorientación, alucinaciones y una reacción del cuerpo que se llama “sueño blanco” y que puede terminar en la muerte.
Ante este tipo de tormentas feroces los montañistas normalmente siguen en movimiento hasta encontrar un lugar donde refugiarse. La falta de visibilidad puede terminar en caídas por precipicios o lesiones imposibles de sobrellevar en esas condiciones. Las temperaturas de muchos grados bajo cero provocan alucinaciones y el congelamiento o incluso la necrosis de las extremidades.
La crueldad de la montaña en estas condiciones lleva a los andinistas a querer dormir hasta que pase la tormenta. Ese es el sueño blanco: una puerta a la muerte. El cerebro le dice al cuerpo que se duerma. Y se duerme para siempre. Es imposible de manejar. La conciencia y el razonamiento se apagan.
Durante varios meses de 1996 distintas expediciones intentaron encontrar a Leroy y a Nicolás, sin éxito. Según consignó el diario mendocino El Sol, Leroy Villa pertenecía a una familia de porteadores, con talento para la montaña: “Poco tiempo antes de su desaparición, había hecho la pared sur del Aconcagua. Su próximo objetivo era conquistar la pared sur de El Plata”. Y Nicolás Ibaceta cursaba en la escuela de guías de montaña.
Algunos amigos los recordaron estos días en las redes sociales. Mauricio Japaz escribió en su muro de Facebook: “En el 95 fui algunas veces a practicar escalada en roca con algunos amigos. Me iba a la Panamericana y hacía dedo para ir hasta la villa de Uspallata. Leroy Villa me enseñó los conceptos básicos. Nos pasábamos horas en una ‘pared escuela’. Después, en su casa, mate de por medio, Leroy y su hermano ‘Rambito’ me mostraban las fotos del Aconcagua, de los rescates que habían hecho, de las expediciones, etc. Después, cayendo la noche, volvía a dedo. En diciembre del ’96, yendo de vacaciones en moto a Chile, paré en Uspallata para ir a visitarlo. Su madre me comentó que Leroy había ido al Cordón del Plata y que no había vuelto. No habían sabido nada más de él. Me dio mucha pena. Un tipo con tanta energía, tanta onda, tan bueno”.
Se estima que recién a mitad de la semana próxima podrían bajar los cuerpos y hacer los análisis genéticos para determinar si efectivamente se trata de Villa e Ibaceta. Los libros de ascenso y descenso de El Plata indican que serían ellos. Hasta 2019 eran cinco los “devorados” por la montaña. Entre ellos estuvo Iván Samus, un bonaerense de 35 años, estuvo desaparecido durante una semana hasta que lo hallaron muerto en el filo que uno los cerros Plata y Vallecito.
El 4 de junio de 1996, días antes de la desaparición de Villa e Ibaceta, el helicóptero Lama que tripulaban Alfredo Montenegro y Alberto Mazagatos fue sacudido por una turbulencia, impactó contra El Plata (5.950m) y cayó por la ladera de la formación más alta del cordón que lleva su nombre, uno de los primeros faldeos de los Andes Centrales. Los cuerpos de los militares argentinos no pudieron ser rescatados hasta que casi exactamente 23 años después, en junio de 2019, andinista que bajaba de una expedición al cerro Niveros y pasaba cerca de la pared sur del Plata encontró restos del aparato helicóptero y el cuerpo de quien, después del análisis de ADN, se supo que era Montenegro.
“Es altamente probable que sean ellos. No hay registro de otras dos personas perdidas. Pero hasta que no los bajemos y hagamos la identificación de las prendas y el estado en que se encuentran, y veamos si hay material genético para hacer ADN no vamos a estar en condiciones de afirmar si son ellos”, explicó uno de los investigadores. De momento, la respuesta la tiene la montaña (Fernando Soriano/Infobae).