Luis D’Elia formó parte de una conferencia de prensa organizada por estudiantes de la carrera de Periodismo del Grupo Perfil.
Se refirió a las diferencias internas que hay en el Frente de Todos, y adelantó que se repetirá la misma candidatura presidencial. “La fórmula para 2023 volverá a ser Alberto y Cristina. No hay otra opción”, señaló.
El referente social también hizo mención a la renuncia de Máximo Kirchner como titular del bloque oficialista tras su rechazo al acuerdo con el FMI. “Máximo es un gran cuadro político, pero me parece que le falta rodaje político. En un momento tan grave no fue una buena decisión”, resaltó.
A continuación, las preguntas que formuladas por Rodrigo Lloret, director de la institución educativa.
—¿Qué opina de las declaraciones del viceministro de Justicia, Juan Martín Mena, cuando dice que la Corte Suprema “tomó por asalto” al Consejo de la Magistratura?
Que la Corte esté presidiendo su organismo de control me parece inédito y una concepción absolutamente autoritaria. Para ser miembro del Consejo de la Magistratura hay que ser abogado. Un estudiante o un obrero no podría ser miembro. La ausencia del pueblo en el Poder Judicial es notable. Hay que democratizar profundamente el Poder Judicial y sobre todo hacerlo por la vía del control popular. Creo que el Consejo de la Magistratura, que es el encargado de vigilar a los magistrados, tendría que ser un organismo electo por el pueblo de manera directa.
—¿Qué le pareció el alejamiento de Máximo Kirchner de la presidencia del bloque del Frente de Todos?
Máximo es un gran cuadro político, un gran pibe y el hijo de un amigo, como fue Néstor. Me parece que le falta rodaje político y que no fue una buena decisión. Fue, por lo menos, extemporánea. Sobre todo, en un momento tan grave como era decidir qué hacíamos con el Fondo. Entre el peor acuerdo y el default, elijo el peor acuerdo. Y lo digo con mucha responsabilidad. Yo en un momento le dije: “Máximo, ¿querían el default? El default es antiobrero, contrarrevolucionario, es lo peor que le puede pasar a una sociedad ¿Ustedes querían eso?”. Mi crítica por ahí es dura, pero es sin el ánimo de romper la unidad ni nada. Nuestra fuerza será más vigorosa si es democrática y si hay mucho debate de ideas.
—¿Qué puede suceder con los funcionarios de La Cámpora tras la tensión interna dentro del Frente de Todos?
—Yo creo que Cristina, fallecido Néstor, comete el error de cambiar la transversalidad kirchnerista de La Cámpora. Y eso no es culpa de los pibes. Es un error de conducción política de Cristina. No lo digo con animosidad ni bronca. El kirchnerismo es una construcción muy rica donde había gente de izquierda nacional hasta gente de centro derecha compartiendo un mismo espacio. Haber reemplazado esto fue un error estratégico que la historia tendrá que rectificar. Cuando uno ve a muchos compañeros fundadores del kirchnerismo con una mirada crítica sobre esta construcción, nos tendría que servir de reflexión. A mí me gustaría que La Cámpora continúe en la historia, ya que es un extraordinario espacio de participación activa de los jóvenes. Lo que no puede ser es que sea cien por ciento del kirchnerismo. Néstor me explicó alguna vez que La Cámpora eran un veinte por ciento pibes, otro veinte los movimientos sociales, después los sindicatos y el sector político. Eso a mi juicio tenía más sentido.
—¿Cuándo Cristina Kirchner eligió a Alberto Fernández como candidato, quiso recrear la transversalidad de la que usted habla?
—Fue un acto de enorme audacia política que no fue compartido por muchos compañeros. Cuando salgo de la cárcel en 2018, me propongo hablar con los más duros adversarios que habíamos tenido en la etapa fundacional del kirchnerismo. Y uno de ellos había sido Alberto. Nos encontramos con él en la casa de un amigo y hablamos seis horas. Yo entendía que para recuperar el poder había que recuperar la unidad, y trabajé mucho en esa línea. Cuando en mayo del 2019 me entero que Alberto era nuestro candidato, no podía creer lo que estaba escuchando. Pero la política es así, uno tenía que aceptar lo que viniera. Yo hubiese hecho al revés: Cristina-Alberto o Cristina-Massa. Hoy no hay un colectivo que conduzca, hay personalidades y opiniones. Yo tengo de cara al futuro expectativas muy positivas.
—¿Massa podría ser el candidato que mantenga la unidad y que supere las diferencias en el oficialismo?
—Sergio es un tipo muy capaz. En muchas cosas estamos en veredas ideológicas distintas. Pero no lo veo con posibilidades para ser candidato. La fórmula para 2023 volverá a ser Alberto y Cristina. No hay otra opción.
—¿Por qué considera que Javier Milei y su discurso contra lo que denomina “la casta política” ha adquirido tanta popularidad?
—Es un discurso de laboratorio. No me extraña lo que hace con su personaje. Milei es un hombre del fondo buitre BlackRock, financiado por fundaciones y con un claro objetivo: denostar el Estado, la política y señalar las contradicciones más profundas que tiene el neoliberalismo. Cuando en realidad en la Argentina los enemigos no son ni el Estado ni la política sino la burguesía ladrona en la que él tiene tantos amigos. Él es muy amigo de Cavallo, por ejemplo, y todos sabemos lo que fue en la historia argentina: achicamiento del Estado, cercenamiento de derechos de nuestro pueblo y el alineamiento con la política exterior norteamericana. Creo que se le va cayendo la careta de a poquito. Personajes como Milei ya hubo: Alsogaray y Rico son un ejemplo.
—¿Cómo evalúa el rol de los movimientos sociales de cara al armado de las listas en el 2023 en relación a su participación y sus diferencias?
—Creo que los movimientos sociales tienen que repensar su rol en la historia. El movimiento social es la organización de los que quedaron afuera. Una historia que arranca a fines de los noventa cuando empieza la rebelión contra el neoliberalismo escandaloso con casi 60% de pobres, que había destruido el Estado y nos habían endeudado hasta el paroxismo. Hubo una enorme rebelión popular contra la privatización del petróleo Mosconi-Tartagal que terminó con el matanzazo del 23 de mayo de 2001, después de 19 días en la Ruta 3 con 20 mil personas y sin ningún sólo plan social. Ese fue el primer triunfo popular. Pero ese no fue el triunfo final, sino que abrió camino para el 19 y 20 de diciembre de 2001. Porque la gente vio por primera vez que se podía luchar y se podía ganar. El único movimiento que apoyó a Néstor Kirchner fue el mío, los demás votaron en blanco u otras opciones trotskistas. Nos metimos en un proceso que Kirchner entendió. Hoy Alberto tiene un diálogo con muchos movimientos sociales y me parece que está bueno. Que un presidente hable de la economía popular es muy importante.
—Dijo que antes no había planes sociales y que nadie iba forzado, ¿ahora no pasa eso?
—No, yo estoy absolutamente en contra de que se le cobre a la gente por ir a las marchas. A quien encuentro en mi organización cobrándole a la gente, lo rajo y le hago la denuncia penal. Por ejemplo, ves que van 20 o 30 mil personas al acampe en la 9 de Julio. Y ves 200 micros de cualquier punto del conurbano que valen entre 18 y 20 mil pesos. Tomemos 20 mil pesos por 200 micros: son 4 millones de pesos que salen de los pobres. Yo le decía a Eduardo Belliboni del Polo Obrero que si quieren tener una iniciativa política, que se la pague el PO y no que se la paguen los pobres. Es una vergüenza que a gente que gana 16 mil pesos de plan, le están sacando 3 mil o 4 mil pesos. Los planes se inventaron hace 21 años porque una vez nos dijo Duhalde, “¿esto cómo se resuelve?”. Le dijimos “hay que ponerle planes a la gente” y ahí se inventó el Plan Jefes para empezar a caminar con eso. A 21 años, cobrarle al pobre es un acto miserable que debe ser repudiado. Yo pertenezco a una central de trabajadores, los sindicatos tienen fondos muy importantes y tienen aprobados en sus asambleas financiar movidas cuando lo ameriten. Ahora, de ninguna manera es aceptable que los partidos de izquierda o todo el sector trotskista financie su campaña política con la plata de los pobres. Y lo voy a denunciar donde esté.
“Soy muy optimista con la Argentina que viene. El año pasado se exportó 76 mil millones de dólares. Este año va a exportar 100 mil millones, 22 mil millones tienen que quedar en el Estado argentino. Tenemos una desocupación del 7%, un alto nivel de actividad económica. Vamos a crecer 5 puntos y algunos dicen 10 puntos si tenemos políticas distributivas correctas. Puede ser un gran año para la Argentina. Soy un tipo esperanzado. Ahora, tenemos que aportar a una buena convivencia. No es ir a pegarle al Gobierno. Los movimientos sociales y los sindicatos tenemos que estar aliados en esta pelea contra los formadores de precios, debe ser así. Esos son los desafíos”, cerró.