NIKOLÁI SHEVCHENKO
“Subí al espacio, pero no me encontré con Dios”. Esta frase se atribuyó a Yuri Gagarin después de que regresara de su histórica misión. La maquinaria propagandística soviética utilizó la frase para, una vez más, mostrar que la ciencia es superior a la religión y, por tanto, la sociedad soviética laica estaba destinada a triunfar en la guerra ideológica.
Sin embargo, en realidad resultó mucho más difícil erradicar la fe, incluso de los cosmonautas soviéticos.
“Lo he visto”
Cuando Gagarin regresó del espacio, asistió a una recepción en el Kremlin. Allí, según se dice, se produjo una divertida interacción entre el cosmonauta y el líder soviético Nikita Jrushchov.
Según la anécdota atribuida a diferentes fuentes, Jruschov preguntó a Gagarin si había visto a Dios en el espacio. “Por supuesto que lo he visto”, respondió Gagarin burlonamente.
La respuesta de Jruschov fue tan ingeniosa como la de Gagarin: “¡Lo sabía! Pero no se lo digas a nadie más”.
En realidad, existen relatos contradictorios sobre la opinión de Gagarin sobre la religión. Por un lado, un libro escrito por negros literarios y publicado con su nombre –El camino al espacio– mostraba el rechazo de Gagarin a las creencias religiosas:
“El vuelo espacial tripulado fue un golpe demoledor para los eclesiásticos. En el torrente de cartas que me dirigían, me complacía leer confesiones en las que los creyentes, impresionados por los logros de la ciencia, renunciaban a Dios, estaban de acuerdo en que no existe Dios y que todo lo relacionado con su nombre es ficción”.
Cuando un periodista en Reikiavik le preguntó a Gagarin -que estaba de gira internacional- si había rezado antes de su vuelo, el cosmonauta contestó enérgicamente: “Los comunistas nunca rezan”.
Sin embargo, algunas fuentes afirman que el primer hombre en el espacio era un creyente discreto, que no quería comprometer su posición con las autoridades soviéticas diciendo lo que pensaba.
Otros cosmonautas, sin embargo, no dejaban lugar a dudas sobre lo que creían.
¿Por qué creo?
El cosmonauta soviético Gueorgui Grechko se convirtió en un ferviente creyente durante la Segunda Guerra Mundial. Sólo tenía diez años cuando la Alemania nazi invadió la Unión Soviética, pero los recuerdos de los horrores de la guerra desencadenaron las creencias que posteriormente articuló de la siguiente manera:
“¿Por qué creo? Porque durante la guerra, no ya en el frente, sino en la retaguardia o en la ocupación, como me ocurrió a mí, una persona no tiene a nadie en quién esperar más que en Dios. Y puedo decir que casi todo el mundo era creyente entonces. Porque [la gente] quiere vivir. Y yo, de niño, creía. Creía que había nacido para ser cosmonauta. Y cuando, por ingenuidad, por pasión, por estupidez, hice algo para alejarme de este camino, sospecho que mi ángel de la guarda me castigó severamente. Me llevó a la desesperación. Y luego, de la manera más increíble, me hizo volver a mi camino”, dijo Grechko.
Durante la época soviética, el Estado rechazaba la fe. Los cosmonautas -personas que estaban en la vanguardia de la carrera tecnológica soviética contra el bloque occidental y, por tanto, encarnaban el sistema soviético- pasaban por una estricta selección. En aquella época era impensable que un creyente declarado pudiera ser considerado apto para el noble papel de cosmonauta.
Sin embargo, como los sentimientos religiosos resultaban difíciles de erradicar, las autoridades a veces hacían la vista gorda ante las creencias personales de los cosmonautas, si podían mantenerlas en secreto.
Tras la caída de la Unión Soviética, algunos de los ateos oficiales tuvieron la oportunidad de abrirse, sin temer repercusiones. Alexéi Leónov, el primer hombre que realizó una caminata espacial y, por tanto, uno de los pioneros del programa espacial soviético, expresó en una ocasión su postura sobre la religión:
“Es difícil [estar] en nuestro asunto sin fe. Un cosmonauta que entra en órbita debe saber que todo irá bien. Ahora [a diferencia de la época soviética] es posible recibir la bendición de un sacerdote, visitar una iglesia, y muchos lo hacen”, dijo Leónov.
Hoy en día, la práctica comúnmente aceptada entre los cosmonautas rusos de llevar iconos al espacio o consagrar una nave espacial antes de un vuelo habría sido percibida como un desafío inimaginable a la ideología soviética en la URSS.
Este artículo se publicó originalmente en Russia Beyond. Click acá para leer el artículo original.