Uno lo viene diciendo hace meses, con pelos y señales: Cristina Kirchner busca una amnistía general para zafar de sus problemas judiciales.
Las negociaciones las llevan adelante segundas y terceras líneas del macrismo y el kirchnerismo, en reuniones reservadas de las cuales dio cuenta este mismo cronista hace meses.
Porque, hay que decirlo, no hay manera de que el Frente de Todos avance en tal sentido, si no es de la mano de la oposición. No tiene las mayorías necesarias en el Congreso.
Entonces, aparece la prenda de negociación: la impunidad, tanto de Macri como de Cristina. Ambos están jaqueados judicialmente y la medida los beneficiaría por demás.
La movida se presentaría como un “gran acuerdo nacional”, que abrace a oficialismo y oposición. Como si se tratara de una gran patriada.
En un principio, Cristina pensó en un indulto, una potestad del presidente de la Nación, pero sería demasiado discrecional y polémico. Distinta es la figura de la amnistía, que surge de una mayoría parlamentaria. Será escandaloso también, pero menos.
Diario La Nación cuenta este domingo parte de la misma trama que, como se dijo, fue anticipada por quien escribe estas líneas: “Si los planes para gestar una Justicia a medida no prosperan, la solución sería una ley general de amnistía como la que podría sancionar el Congreso si el número de bancas kirchneristas creciera significativamente tras las elecciones”, advierte el matutino.
Y agrega: “La novedad de los últimos días es que Cristina Kirchner ya no solo se muestra preocupada por fijar la estrategia en materia judicial que le permita consagrar su impunidad, sino también por imponer la orientación económica del Gobierno.”
En otro orden de cosas, Cristina avanza en silencio para reformar el sistema de salud argentino. La idea, según les dice a sus íntimos, es integrar más lo público con lo privado.
Sin embargo, su intención es otra: golpear donde más les duele a los gremialistas que podrían darle “vuelo propio” a Alberto Fernández.
Son aquellos que suelen proponerle al presidente que rompa con su vicepresidenta y arme su propio movimiento: el “albertismo”.
De todas las peleas que vienen, esta será la madre de todas las batallas. Ya pueden ir alquilando balcones.