Como se anticipó desde este mismo espacio hace dos semanas, arrancó el ataque a los medios de comunicación por parte del kirchnerismo.
No era complicado de prever, ya que los K son gente muy previsible, que ya había ostentado la misma pulsión durante sus primeros años de gestión, allá por los idus de 2003 en adelante. “Es su naturaleza”, diría la fábula del escorpión y la rana. No sin razón.
Es que aquella avanzada puede rastrearse incluso mucho antes, en los años en los que Néstor Kirchner gobernaba Santa Cruz con mano de hierro, acompañado de su esposa, la hoy vicepresidenta Cristina Kirchner.
Entonces, el matrimonio dominaba la línea editorial de todos los medios de la provincia. Al igual que los resortes del Poder Judicial santacruceño.
Con esa impronta, ambos llegaron a la Casa Rosada hace 18 años, imaginando que les sería sencillo hacer lo propio a nivel nacional. Pero gobernar un país no es lo mismo que gobernar una pequeña provincia.
No obstante ello, hicieron todo lo humanamente posible para avanzar sobre la Justicia y los medios, en tal orden. Y lograron finalmente una victoria pírrica, a medias.
Por eso, ahora mismo intentan terminar ese trabajo que les quedó inconcluso. Primero, avanzando sobre jueces y fiscales; luego, embistiendo contra la prensa independiente.
El tándem elegido por Cristina para llevar adelante semejante labor es uno bien peligroso: por un lado, el ministro de Justicia Martín Soria; por el otro, el diputado ultra K Rodolfo Tailhade.
Mientras uno destroza la reputación de los funcionarios judiciales, el otro hace lo propio con los periodistas que incomodan a Cristina.
Esta misma semana, Talhade se dedicó a injuriar a varios colegas: Joaquín Morales Solá, Luis Majul y Daniel Santoro, entre otros. No fue una jugada solitaria como muchos aseguraron, sino muy bien planificada. Lo denota la ausencia total de críticas por parte de referentes K de toda extracción.
Ni un funcionario de primera, segunda o tercera línea. Ni un solo periodista militante. Nadie cuestionó lo hecho por el legislador K. Todo un síntoma de lo que viene. “678, un poroto”, dijo a este cronista un asesor presidencial.
Habrá carpetazos de baja estofa, aprovechando el paso de Tailhade por la Agencia Federal de Inteligencia (AFI), de donde se llevó puntuales dossiers, al igual que Soria. Gracias a la gestión de su hermano Germán, que trabaja allí en la sección “Análisis”. Nunca más oportuno el cargo.
Al mismo tiempo, en la senda de avanzar contra el Poder Judicial, a la movida que vienen llevando adelante los K se suma la aparición en escena de Mauricio Macri.
Acusa el kirchnerismo al expresidente de ser parte de esa fantasía llamada “lawfare”, que habría arrojado tras las rejas a varios exfuncionarios. De la talla de Amado Boudou, Julio De Vido, Luis D’Elía y otros.
Omiten en su análisis un dato fundamental: la mayoría de los expedientes que terminaron complicando a estos y otros referentes K se iniciaron durante el gobierno de Cristina Kirchner, no de Macri.
Poco importa. La idea es instalar aquel dogma de fe que aparenta haber prendido con solidez en la base más profunda de la militancia K. El tan mentado lawfare.
Capítulo aparte amerita la pretensión del gobierno de que Macri se reunía con jueces y fiscales a efectos de instruirlos respecto de cómo debían armar expedientes judiciales. Otra fantasía, ahora llamada “mesa judicial”.
¿Alguien puede creer realmente que un presidente en ejercicio dejaría “documentados” puntuales encuentros con magistrados que tienen en sus manos causas judiciales de tal sensibilidad política? De tan absurda, la trama es hilarante. No se la creen ni ellos mismos.
Entretanto, sorprendió el silencio de Cristina de los últimos días. Con las especulaciones usuales del caso. ¿Se prepara para una nueva avanzada, de las que suele “regalar” en redes sociales? ¿O ha decidido dar un paso al costado, al menos temporalmente, luego de haber logrado la sumisión de Alberto Fernández a sus pies? Imposible saberlo. Básicamente, porque la vicepresidenta es insaciable. Nada nunca la conforma.
Cornejo, cocinado en su propia salsa
No satisfacen a Alfredo Cornejo las encuestas que empiezan a medirlo de cara al 2023, donde se imagina como presidente de la Nación.
Una de las firmas que sigue de cerca su performance es CB Consultora Opinión Pública, de la provincia de Córdoba. Cuyo titular, Cristian Buttié, reveló a quien escribe que Cornejo enfrenta dos puntos complicados que conspiran contra sus intenciones de llegar al Sillón de Rivadavia: su alto nivel de desconocimiento y los números en los grandes distritos, excepto Mendoza.
Por caso, en tres de los cinco distritos más poblados del país, los que sí lo conocen hasta ahora, lo dejan con balance de imagen negativo.
En tal contexto, al exgobernador de Mendoza le costará mucho construir su propia figura en pos de lograr mostrarse como “presidenciable”. Sumada la competencia feroz de aquellos que anhelan llegar al mismo sitial en 2023.
Y ello sin mencionar aquellas cuestiones que lo complican y que intenta que no salgan a la luz. Tres tópicos en total: dos denuncias penales —una de ellas por enriquecimiento ilícito; la otra por negociaciones incompatibles con la función pública— y un sumario judicial que le hicieron a su propio hijo, Lautaro Leandro Cornejo, por una abultada deuda ante la Administración Tributaria Mendoza (ATM). Dinamita pura.
Hablando de Mendoza, otro escándalo está por estallar allí, esta vez relacionado con el Banco Nación. Se habla de préstamos incobrables y fraudes internos. Otra trama que se intenta tapar de toda manera posible en estas horas.
Los detalles se contarán la semana que viene. Con pelos y señales.