En el medio de tantas noticias sin sentido, de frases polémicas que contestan a otras frases polémicas, de titulares que sólo siembran más y más desazón y negatividad, volver “noticia” una historia como la de Nacho y Benja se torna indispensable.
Y es que quizás, devolver un poco de emociones a tantas palabras vacías sea lo necesario para poder analizarlas, para aportarles un poco de ese sentido perdido. La historia de un niño de 12 años y un señor de 83, que viven en Tunuyán, tiene todos los condimentos necesarios para interpelar profundamente, para abandonar los prejuicios más dañinos, para poder mirar más allá (o más acá).
Hace algunos días, Marcelo, hijo de Nacho Reginato, en una visita a la casa de sus padres conoció una historia que no sólo lo conmovió como hijo. Su madre le mostró una carta que había recibido Nacho por su cumpleaños, con un remitente que los sorprendió y emocionó: Benja, el barredor. “Es un chico que viene a barrer, que tu papá siempre le da algo, le hace hacer algo y le da mercadería o dinero”, puso en contexto la mujer.
El hombre cumplió años el 28 de julio, y según contó Marcelo, esa noticia trascendió en el centro de Tunuyán, porque Nacho es reconocido por los vecinos de la zona, muchos de ellos lo saludaron a través de las radios locales. Así, se supone que el niño llegó a saber que una persona muy especial para él estaba de festejo y lo motivó a un gesto por demás genuino.
Muchas fueron las veces que Benjamín de tan sólo 12 años golpeó la puerta de la casa de la familia Reginato, pero esta vez el motivo se salía de la lógica: era él quien iba a dar. Una carta, de puño y letra como las que ya no se acostumbra, y una cajita con un alfajor.
“Feliz cumple don Nacho, espero que la pase genial. Quería agradecerle por darme un trabajo, por ser tan bueno conmigo, por dejarme subir a su auto sin conocerme”, comienza la carta.
Sobran las palabras que uno le pueda poner a esta carta. Sólo basta con seguir leyéndola.
“Cuando la leí se me corrían las lágrimas, se me hizo un nudo en la garganta”, se emocionó Marcelo, y completó diciendo: “es un gesto enorme el de este chico”. Benja hace unos seis meses que va a la casa de Nacho, sus visitas han mermado y él lo explica muy bien con sus palabras: ahora tiene que ir a la escuela.
En esa carta, Benja dejó salir lo más sincero y sentido desde lo más profundo. Y no dudó en compartir sus sentimientos hacia alguien que lo ayudó desinteresadamente, como toda su vida acostumbró, según contó orgulloso el hijo de Nacho. El niño encontró en un otro a alguien en quién referenciarse, que sin saberlo le despertó sueños y objetivos, tan alejados de la envidia y el resentimiento.
Ignacio Reginato junto a su esposa de 81 años siguen llevando adelante por decisión propia un negocio familiar desde hace 45 años, una famosa galletería y fábrica de tortas, en un esquina famosa de Tunuyán, en San Martín y Uruguay. A ese negocio, y como muestra de generosidad de la pareja, varias veces se incorporaron a trabajar de diferentes maneras personas que habían pasado por el local “pidiendo” (término que lamentablemente ya suena cada vez más cotidiano). En tiempos donde la solidaridad busca ser impuesta como un mandato en los discursos de los políticos que no saben encontrar respuestas reales a las crisis, cuando es genuina se nota, tiene su recompensa, y puede cambiar, al menos en algo, la vida de alguien.
Volver noticia esta carta, lejos de buscar romantizar la pobreza y que un niño deba salir a gestionarse sus propios recursos, busca poner en primera plana todo eso que hoy no abunda ni en las noticias ni en las decisiones de políticos ni en las relaciones en general.
Permite seguir cuestionando esos discursos que sólo buscan perpetuar situaciones que no se pueden normalizar más, poner en ridículo tantos discursos que no suman ni solucionan nada.
En sus palabras Benjamín transmite una sabiduría que ojalá contagie a muchos. Porque habló de todo, es cuestión de leerla de nuevo y entender que es un niño hablándole a un adulto, de otra clase social.