Según una investigación realizada por BBC MUNDO, hay personas que deciden deshacerse de su teléfono inteligente. Para recaudar todas estas pruebas, el medio citado entrevistó a diversas personas.
El primer caso es una mujer de 36 años llamada Dulcie Cowling. Ella decidió que para priorizar su salud mental, dejaría de lado su smartphone. El día que tomó esta decisión estaba en el parque con sus hijos de 6 y tres años, cuando notó que la adicción a su teléfono era muy fuerte.
La mujer confesó: “Estaba en el parque, con los niños, mirando absorta el móvil. Cuando levanté la vista todos los padres, estaban mirando sus teléfonos, deslizando continuamente el dedo por la pantalla”.
Y agregó: “¿En qué momento nos pasó esto? Nos estamos perdiendo la vida real. No creo que en tu lecho de muerte lamentes no haber pasado más tiempo en Twitter o leyendo artículos en internet”.
La idea de deshacerse de su smartphone se dió cuando avanzaban los confinamientos por la pandemia de covid. “Pensé en cuánto tiempo de mi vida paso mirando el teléfono y qué más podría hacer. Estar constantemente conectados a muchos servicios nos crea muchas distracciones y es mucho para que el cerebro procese”.
Otro de los casos investigados es el de Alex Dunedin, quien tiró a la basura su celular hace dos años no solo por la dependencia que genera, sino también por cuestiones ambientales.
“Culturalmente nos hemos vuelto adictos a estas herramientas”, dice este investigador educativo y experto en tecnología. “Están debilitando la cognición e impidiendo la productividad”. Y agregó: “Estamos desperdiciando cantidades exponenciales de energía y produciendo cantidades exponenciales de emisiones de CO2”.
Además, el hombre tiene un gran satisfacción por su decisión. “Mi vida ha mejorado”, dice. “He liberado mis pensamientos de estar constantemente conectados cognitivamente a una máquina que necesito alimentar con energía y dinero. Creo que el peligro de las tecnologías es que nos están vaciando la vida”.
Lynne Voyce, es el tercer caso que vamos a presentar. Ella ha vuelto a usar su celular tras un descanso de 6 años. El motivo que la movió a tomar esta decisión fue que tuvo que lidiar con los códigos QR en los restaurantes y los llamados pasaportes covid (digitales), además de facilitar el contacto con una de sus hijas que vive en París. Sin embargo, después de un tiempo piensa volver a descansar de su celular.
La mujer expresó: “No tener un teléfono inteligente me quitó mucha presión, Y continuó diciendo: “Ya no sentía que tenía que responder al instante o estar disponible cuando estaba fuera”.
La psicoterapeuta y autora de The Phone Addiction Workbook (“El manual de adicción al teléfono”), Hilda Burke, dice que existe un fuerte vínculo entre el uso intensivo de dispositivos y los problemas de relación, la calidad del sueño, nuestra capacidad para desconectarse y relajarse, así como en los niveles de concentración.
“Muchas personas reciben un goteo constante de solicitudes que les llegan a través de su dispositivo, muchas con una falsa sensación de urgencia”, explica. Además agregó: “Se sienten incapaces de establecer límites, con el resultado de que se sienten obligados a revisar sus correos electrónicos y mensajes a última hora de la noche y a primera hora de la mañana”.