“Parte de los fondos que financiaron la campaña de Menem provienen de actividades ilícitas”, me dijo Michael Levine, agente de la DEA —agencia antinarcóticos de EEU—, en una entrevista que le hice para uno de mis libros en el año 1996.
El hombre no se animaba a decirlo con todas las letras pero lo sugirió: se trataría de dinero del narcotráfico, aportado por el extinto empresario Alfredo Yabrán, a quien el propio Cavallo acusó de vínculos con el mundo de la droga, también en reportaje con el autor de esta nota. Sin mencionar su participación en el crimen del reportero gráfico José Luis Cabezas.
“¿Cómo es que no hace nada EEUU respecto de Menem o Yabrán?”, preguntó este periodista.
Levine no dudó: “Si un gobernante tiene buenas conexiones con la CIA, puede hacer lo que quiera. Si él mismo saliera a vender cocaína en la calle, la DEA no podría hacer nada al respecto (…) En la Argentina me dí cuenta de que la CIA protegía a ciertos narcotraficantes“.
En realidad, no es que la agencia antinarcóticos no investiga, sino que usa lo que va acopiando para “apretar” a los diferentes mandatarios, es como un arma de presión de su política exterior.
Es más, la DEA sospechó en algún momento de hombres del entorno de Menem, y también investigó al mismísimo presidente. Los motivos de especulación del organismo norteamericano eran muy fuertes: si la cocaína ingresaba por las provincias del noroeste del país y la marihuana por las del noreste, era muy difícil creer que los caudillos locales no tuvieran alguna relación con el “negocio”. El resultado de la investigación sobre Menem esta archivado en computadoras de El Paso y del Departamento de Estado.
Para entender: desde el año 1983, la cantidad de decomisos de cargamentos de drogas no lícitas iba en ascenso ininterrumpidamente; no solo eran secuestradas dosis de cocaína y marihuana, sino también LSD, psicotrópicos, etc.
A partir del año 1989, según cifras proporcionadas por la Secretaría de Programación para la prevención de la Drogadicción y Lucha contra el Narcotráfico, este ascenso en cuestión de procedimientos se corta sospechosamente, reduciéndose todos los operativos -de la Policía, Gendarmería y Prefectura- a la captura de personajes de poca monta y dejando a los grandes traficantes moverse a sus anchas en el marco de la Argentina del 89, inclusive a sabiendas de la DEA y la CIA.
“La campaña de Menem está alimentada por unos veinte millones de dólares que le dió el Turco Yabrán”, dijo el entonces titular de la Secretaria de Inteligencia del Estado (SIDE), Facundo Suárez al comité de la campaña de Eduardo Angeloz para las presidenciales de 1989.
Un estrecho colaborador de José Luis Manzano -cuando este era Ministro del Interior- dijo: “Me consta que en 1989 Yabrán puso cinco millones de dólares en efectivo, en billetes de baja denominación y en apenas 24 horas, que fue lo que más me maravilló. El que los trajo fue Cacho Caselli en persona”.
Según Cavallo, Caselli fue un “personaje clave” porque “fue el contacto que movió los expedientes (para Yabrán), el que llevaba y traía las cosas y él que movía influencias. Desde la época de SOMISA siempre trabajó con (el director de Migraciones) Hugo Franco. Ambos hacían los contactos para las mafias del oro, de las armas y de Yabrán, y yo creo que las tres están intimamente vinculadas”, expresó.
Quien fuera un alto cargo de la SIDE en los últimos tiempos del gobierno de Alfonsín, puntualizó entonces que “hay una confusión: Facundo Suárez habló de veinte millones de dólares no en relación a la campaña para las elecciones presidenciales, sino el total que le dió a Menem para enfrentar a Cafiero en las internas de 1988 y a Angeloz en las presidenciales de 1989”.
Vale. Lo cierto es que Yabrán tambien habría donado 4 millones para la campaña de Angeloz, y Jaroslavsky admitió haber recibido alguna pequeña suma de su bolsillo. Todo indica que Yabrán muchas veces consolidó vínculos políticos mediante la entrega de fuertes sumas de dinero para las campañas políticas, generosidad que también alcanzó a ciertos comunicadores.
El tema es que la generosidad de Yabrán nunca fue gratuita. Sometía a quienes pagaban a recibir órdenes. “Esta es la lista de lo que tenés que hacer”, solía decirles con voz calma, la boca en una semisonrisa sardónica y sus fríos ojos celestes mirando fijo.
El ahora fallecido Menem no fue menos, al contrario: fue el primero de la lista de Yabrán, a quien más favores solía pedirle. Por eso, el presidente siempre lo defendió a capa y espada.
-“Pero Mingo, no hay pruebas… Todo el mundo habla de Yabrán pero no hay nada contra él. Mirá, le he pedido un informe a la SIDE y no tienen una sola prueba”, rezongo Menem oportunamente.
-“Carlos, vos sabés que la SIDE no es eficiente. No es ninguna novedad que no tenga información” –respondió el ministro Cavallo.
-“¿Y quién es más eficiente? ¿quién tiene una prueba?” –dio por zanjada la discusión el entonces presidente.
El diálogo tuvo lugar en noviembre de 1994 y, antes de que pasaran nueve meses, Cavallo iba a denunciar que Alfredo Yabrán era “el jefe de una mafia enquistada en el Poder” ante el pleno de la Cámara de Diputados y con trasmisión directa a todo el país.
Allí mismo, sin decirlo textualmente, el ministro de Economía vincularía al empresario postal con el negocio de las drogas y, al mismo tiempo, lo relacionaría con el narcoterrorista Monzer Al Kassar, ministro sin cartera de Siria.
Menem tragaba saliva en esos días, porque este último era su primo político y uno de sus “protegidos” en Argentina, a pedido del presidente sirio, Haffez Al Assad.
Pocos lo saben, pero en una reunión en Damasco, en la cual el jefe de Estado le pidió dinero para su campaña, su par de Siria le pidió por dos personas: Al Kassar y… Yabrán.
Uno y otro aparecerían luego relacionados a negocios oscuros, con lazos casi imperceptibles, pero reales. Incluso sus nombres se cruzarían el 18 de julio de 1994, cuando se produjo el atentado a la AMIA.
Por eso la incomodidad de Menem. Porque Cavallo le había detectado su talón de Aquiles.
De hecho, en plena ceremonia de asunción como presidente, en 1989, uno de los que más lo aplaudió era Al Kassar, quien dos años después se presentó en la quinta de Olivos para visitarlo nuevamente, esta vez para pedirle un favor personal.
Menem le prestó una corbata y pidió a su fotógrafo que tomara una foto de para que pudiera hacer un pasaporte argentino. El 12 de abril de 1991, batiendo todos los records, lo obtuvo con el número 13.36-3.273. Monzer agradeció al entonces presidente con un relój muy costoso, engarzado con brillantes.
Pero esa… es otra historia.
Al Kassar, Yabrán, Siria… los vínculos de Menem con la mafia y el narcotráfico