La preocupación del gobierno nacional respecto del rumbo que va tomando la pandemia del coronavirus la denotó esta semana Alberto Fernández en su sorpresiva cadena nacional, que dejó más preguntas que respuestas.
¿Para qué hablar si no había nada que anunciar? ¿Hacía falta que le recordaran a los ciudadanos que debían seguir usando tapabocas y respetando el distanciamiento social? ¿O fue, como dijeron algunos en las redes sociales, que el jefe de Estado intentó tapar el lanzamiento del libro de Mauricio Macri?
Respecto de esto último, el expresidente hizo un acto que no careció de espectacularidad, ni tampoco de cinismo. Aseguró que jamás presionó a la Justicia ni espió a ningún periodista.
Con relación a lo primero, hubiera bastado que alguien le recordara a Macri aquel trajinar de Daniel Angelici por los tribunales Federales de Comodoro Py entre 2015 y 2019, interiorizándose en los expedientes que lo preocupan a Mauricio.
Sobre lo segundo, solo basta preguntarle a Elisa Carrió, quien le advirtió en tres oportunidades al entonces presidente de la Nación que la AFI de Arribas y Majdalani estaba haciendo espionaje ilegal sobre periodistas y referentes de la política (propios y ajenos). El más conocido, Hugo Alconada Mon, quien debió tolerar que incluso siguieran a sus padres de manera subrepticia.
Volviendo a Alberto, su lenguaje verbal y no verbal denotó preocupación al extremo en su alocución. En parte, por el recrudecimiento de casos de coronavirus en el país; en parte por la ausencia de vacunas para combatirlo. Más de uno le recordó en Twitter que había prometido 10 millones de dosis para principios de año.
El jefe de Estado tenía ideas restrictivas en su cabeza, aportadas por uno de sus asesores sanitarios. Pero, con la economía destruída por el avance de la pandemia, debió dejar a un lado su idea de volver a limitar puntuales actividades.
Más aún con un país que tiene vedado el acceso al crédito internacional, hasta tanto no se termine de “arreglar” con los acreedores foráneos.
Uno de los que intenta obrar el milagro es Martín Guzmán, quien juega una partida casi imposible en estas horas en Washington con personeros del FMI.
Lleva bajo su brazo dos propuestas: la primera, la posibilidad de un acuerdo “light”, que permita escapar a las severas restricciones que suele endilgar el Fondo. La segunda, patear las negociaciones hasta después de las elecciones legislativas, como quiere Cristina Kirchner.
Entretanto, el kirchernismo dinamita cualquier posibilidad de diálogo con ese organismo, al insistir con un discurso incendiario contra el FMI, en el contexto del préstamo que este le hizo a Macri en su momento. Casi 50 mil millones de dólares, que ahora investiga la Justicia.
Esa esquizofrenia preocupa al sector más racional del gobierno. ¿Cómo pedirle ayuda a aquel al que se ataca sin cesar, con términos extremadamente duros?
La pelea en ciernes entre Alberto y Cristina
Esta semana se volvió a percibir una elocuente tensión entre Alberto y Cristina en el contexto de la desaparición —y posterior aparición— de la pequeña M. de 7 años.
En plena conferencia de prensa, el ministro de Seguridad bonaerense, Sergio Berni, se enfrentó a su par nacional, Sabina Frederic, a quien trató de hipócrita e inoperante. Incluso casi se va a las manos con su segundo, Eduardo Villalba.
La discusión entre ambos esconde una puja que los supera: el manejo de la cartera de Seguridad, botín que disputan el presidente de la Nación y su vicepresidenta.
El primero banca a Frederic; la segunda a Berni, a quien le dio “luz verde” para destrozar discursivamente a la ministra de Seguridad de la Nacion. Ello explica el apoyo explícito que le dio Axel Kicillof a aquel funcionario siempre proclive a la espectacularidad.
Alberto también hizo lo suyo: pidió a los funcionarios de su riñón que respaldaran a Frederic, lo cual hicieron a coro, destacándose la ministra de la Mujer, Elizabeth Gómez Alcorta.
No obstante, lo que viene es una brutal guerra de carpetas, usual práctica del kirchnerismo. El primer round dejará al descubierto a Villalba, mano derecha de Sabina, por un expediente por el que fue sumariado en su momento, relacionado a una serie de facturas truchas dentro del Ministerio de Seguridad.
La cosa se va a poner picante, y será una remake de los primeros años del kirchnerismo de Néstor.
Lufrano, cada vez más complicada
El expediente judicial que investiga los bolsos de dinero en la TV Pública avanza más rápido de lo que se creía. Complicando severamente a Rosario Lufrano, titular de Radio y Televisión Pública.
El fiscal de la causa, Gerardo Pollicita, ha decidio dar impulso a una serie de medidas pedidas por los denunciantes. Entre ellas, investigar al directorio de RTA integrado por Alejandro Verano, Cynthia Ottaviano, Marcelo Romeu y Erika Smocker, entre otros.
Pollicita también tiene decidido analizar los balances y antecedentes de otras ficciones que llevó adelante la TV Pública, con partidas de dinero millonarias de por medio.
Lo mismo hará con la firma que aparece involucrada en el escándalo de marras, que avanzaba en una miniserie sobre Manuel Belgrano. Se sorprenderá el fiscal, porque encontrará que lo ocurrido fue solo un eslabón más de una cadena de hechos similares.
Una metodología eficaz para birlar fondos públicos. Los casi 12 millones de pesos que fueron descubiertos son solo la punta del iceberg de una trama que complica a la titular de RTA.
Porque la Justicia ya tiene pruebas que demuestran que el segundo de Lufrano, Eliseo Álvarez, siempre supo acerca del retiro de los casi 12 millones de pesos. Ergo, la mujer no podía desconocerlo.
Dicho sea de paso, la esposa del polémico juez Daniel Llermanos —abogado y testaferro de Hugo Moyano— viene siendo resistida por los trabajadores del la TV Pública desde mucho antes de que estallara la cuestión de los bolsos.
Sobre todo por la brutal gestión de su “mano derecha”, Mariela Pía Santarelli Goñi. Los empleados de RTA vienen cuestionando a la mujer, cuestión que recrudecerá cuando se enteren que reporta a la Agencia Federal de Inteligencia (AFI). Con todo lo que ello implica.
El regreso del debate minero
Sin prisa, pero sin pausa, el Gobierno ha comenzado a reinstalar el debate minero en la agenda pública. Hay que prestar atención al discurso oficial que viene.
Es la exteriorización de lo que ya se viene conversando dentro de las filas del Ejecutivo nacional, con el convencimiento de que la minería podría ser la clave para sacar a la economía argentina del atolladero en el que se encuentra.
Por lo pronto, esta semana el secretario de Minería, Alberto Hensel, anticipó que se trabaja en un proyecto que apunta a la “carga impositiva total” en dicho rubro.
La frase esconde lo obvio: se busca reducir los gravámenes de los proyectos mineros, de manera de “facilitar” presuntas inversiones millonarias que se podrían recibir en el sector.
Según Hensel, “la iniciativa apunta a potenciar la acción publico–privada para que a partir del análisis técnico se puedan concretar inversiones mineras en la República Argentina”.
El gobernador de Mendoza, Rodolfo Suarez, mira con atención toda la cuestión, porque la minería es parte de su sueño frustrado. A punto tal, que aseguró que escribiría un libro sobre las marchas antimineras de 2019, que lo obligaron a volver atrás en su pretensión de avanzar a favor de ese sector.
El mandatario provincial no pierde la esperanza de que pueda darse el debate nuevamente en Mendoza. No sin polémica y dificultad.
El espejo más claro es Chubut, donde la Legislatura ha comenzado a tratar un proyecto de zonificación minera que permitiría avanzar con la extracción de plata en los departamentos de Telsen y Gastre.
Puntualmente, los legisladores chubutenses avanzan en la aprobación del proyecto 128/20, destinado a habilitar la explotación minera.
Ello ha provocado una verdadera convulsión en esa provincia, con protestas de diverso tenor, que prometen escalar a niveles impensados. De hecho, el ataque que sufrió hace una semana Alberto Fernández en Chubut fue un desprendimiento de esos reclamos.
Suarez observa con atención lo que ocurre con su par, Mariano Arcioni, porque es lo que podría ocurrirle si transita el mismo camino.
Entretanto, avanza en otra obsesión: la reforma de la Constitución de Mendoza. So pretexto de reducir el gasto público a través de la eliminación de una de las cámaras legislativas.
La oposición desconfía. Sospecha que, en medio del debate, se busca instalar alguna otra cláusula. ¿La posible reelección del gobernador? ¿Algo referido a la minería? Imposible saberlo.
Hablando de provincias en ebullición, Formosa sigue siendo un foco de conflicto que inquieta a Alberto Fernández. Podría ser su talón de Aquiles en un incómodo año de elecciones legislativas.
Ruega el presidente que no aparezca ninguna fotografía de la visita de Gildo Insfrán a la Casa Rosada el jueves pasado, hecho que se dio en la más absoluta reserva.
¿Qué fue a hacer el gobernador formoseño? ¿Con qué funcionario se juntó? Nadie lo sabe. Desde el Ejecutivo admitieron a este cronista que efectivamente Insfrán estuvo en la Casa de Gobierno, pero nadie lo habría recibido. Ni Alberto, ni Santiago Cafiero, ni Eduardo “Wado” De Pedro. Nadie. Rarísimo.
“Algo huele mal en Dinamarca”, aseguró Shakespeare en su obra póstuma Hamlet. Está más que claro que jamás imaginó la Argentina de los K.