La desesperación aumentó este sábado en torno al aeropuerto de Kabul, en medio del caos que rodea los esfuerzos de evacuación de Afganistán, que el presidente estadounidense, Joe Biden, calificó como “uno de los más difíciles de la historia”.
Seis días después de que los talibanes tomaran el poder en Afganistán, el flujo de personas que intentan huir de su régimen islamista tiene desbordada a la comunidad internacional.
Las carreteras al aeropuerto estaban asfixiadas por el tránsito, peatones y puestos de control, mientras las familias esperan un milagro para atravesar el entorno resguardado con alambres de púas.
El video de un soldado estadounidense que levantó a un bebé sobre un muro en el aeropuerto de Kabul fue el más reciente retrato de la desesperación que viven miles de afganos, después de las imágenes de terror de personas colgadas de aviones en pleno despegue.
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Los hechos han empezado a desmentir las palabras de los dirigentes talibanes. A pesar de su anuncio de una amnistía general y de asegurar que iban a respetar los derechos humanos, incluidos los de las mujeres, y la libertad de prensa, un rosario de casos les está poniendo en evidencia. En el último de ellos, Amnistía Internacional (AI) ha denunciado este viernes que los milicianos islamistas (suníes) mataron a nueve hombres de etnia hazara (una minoría de confesión chií) poco después de tomar la provincia de Ghazni el mes pasado, publicó el diario El País.
Un equipo de investigadores de AI ha recogido testimonios del asesinato a tiros de tres hombres y la muerte de otros tres bajo torturas. La matanza tuvo lugar en la aldea de Mundarakht, en el distrito de Malistan, entre el 4 y el 6 de julio. La organización teme que estas muertes sean solo la punta del iceberg de las tropelías que los talibanes han cometido en su avance hacia Kabul, ya que, denuncia, “han cortado el servicio de telefonía móvil en muchas de las zonas que han capturado recientemente y controlan las fotografías y vídeos que se divulgan desde esas regiones”.
Desde su entrada en Kabul el pasado domingo, los extremistas islámicos han estado intentando distanciarse de la brutalidad de su dictadura (1996-2001) con un lenguaje más moderado y gestos hacia las minorías que habían despertado algunas esperanzas. La milicia permitió el jueves que los chiíes celebraran sus procesiones de Ashura (en memoria de su tercer imam) en Kabul y Herat, y con anterioridad había publicitado el nombramiento de un jefe comarcal hazara en Balkhab.
Un informe confidencial de la ONU también ha confirmado que los talibanes están buscando casa por casa a ciudadanos que han trabajado para la OTAN o para los anteriores gobiernos afganos, a pesar de haber prometido “no vengarse de los colaboracionistas”. También los activistas civiles, en especial las mujeres, han denunciado ser objeto de un rastreo sistemático y la detención de familiares cuando no encuentran a quien persiguen. En su búsqueda de un periodista afgano de la televisión alemana Deutsche Welle, los talibanes mataron de un disparo a un miembro de su familia e hirieron de gravedad a otro.
Mientras tanto, este sábado el cofundador de los talibanes y jefe negociador del grupo, el mulá Abdul Ghani Baradar, llegó a la capital de Afganistán, Kabul, para discutir con los líderes políticos afganos la formación de un nuevo Gobierno en el país tras la reconquista que culminaron los insurgentes la semana pasada.
Baradar, a quien los analistas internacionales apuntan como presidente del país en el futuro Gobierno, emprenderá posiblemente un encuentro con el llamado Consejo de Coordinación formado por el ex presidente del país Hamid Karzai, el ex primer ministro Abdulá Abdulá y el antiguo señor de la guerra Gulbuddin Hemaktyar.
“Estará en Kabul para mantener conversaciones con líderes de los combatientes yihadistas y con responsables políticos para formar un gobierno inclusivo” dijo un dirigente talibán a la AFP.
Baradar llegó el martes a Afganistán procedente de Catar, pero optó entonces por dirigirse a las segunda mayor ciudad del país, Kandahar, la cuna histórica de los talibanes.
Arrestado en Pakistán en 2010, Baradar permaneció detenido hasta su puesta en libertad en 2018, cuando fue enviado a Catar. Ahí fue nombrado jefe de la oficina política de los talibanes en Doha, donde participó en las negociaciones y en la firma de un acuerdo con Estados Unidos, según el cual se fijaba la retirada de las tropas extranjeras de Afganistán.
Los voceros de los talibanes han manifestado su intención de configurar lo antes posible un Gobierno “inclusivo” y que la llegada de Baradar a Kabul obedece a la necesidad de declarar este nuevo ejecutivo lo antes posible para rellenar el vacío de poder existente.