Con un Alberto Fernández caminando al borde del precipicio, y con una Silvina Batakis a la que le tocó bailar con “la más fea”, el Gobierno afronta días marcados por las elevadas temperaturas en lo que refiere al clima social.
Cada minuto que pasa, el gobierno parece estar cada vez más encerrado en esta encrucijada que no deja de preocupar.
Así pasan los días en Casa Rosada, en medio de una insoportable crisis económica, social y política, que llevó el descontento a niveles insostenibles. En este cóctel aparecen también las demandas y pedidos de diversos sectores, que recurren a lo poco que tienen a mano para presionar e intentar salvarse.
Sumergidos en esta sofocante crisis, que muestra en rojo a absolutamente todos los indicadores, los que tienen que tomar decisiones no reaccionan.
Enfrente, diferentes movimientos sociales alzan la voz y se manifiestan en cada oportunidad que pueden, y presionan con la creación de un salario básico universal, y se muestran en contra de que se apliquen cambios en el manejo de los planes sociales.
Pero esto no es todo. El sindicalismo, por su parte, también pide una suba “de emergencia para los trabajadores”.
De hecho, la CGT confirmó que a mediados de agosto realizará una marcha para protestar conta la inflación y los formadores de precios.
El campo, como ya es sabido por prácticamente todos, sigue en protesta por la escasez de gasoil y diferentes insumos para la actividad. El comercio, como ya es una constante, ya no sabe que hacer para hacerle frente a la inestabilidad cambiaria y a la inflación, que ha llevado a que no cuenten con precios de referencia, lo que deriva en el famoso “remarque”.
Así están las cosas en Argentina, y como reza el título de este artículo, “abróchense los cinturones y sálvese quien pueda”.