Luego de meditarlo una y otra vez, de consultarlo con la almohada y de indagarme a mí mismo, me decidí: quiero ser cyber militante K. Sí, así como lo leen quienes me leen.
No me convenció el ataque que cada día recibo por parte de varias veintenas de blogueros kirchneristas a través de las redes sociales; tampoco el hecho de aparecer cada tanto injuriado en medios oficialistas como Tiempo Argentino, Página/12, revista Veintitrés, y otros. Menos aún el hecho de ser el periodista más querellado del país, con un récord que supera los 40 litigios judiciales.
Nada de eso me hizo convencerme, ni un poquito. Lo que me impulsa en realidad es el vil dinero, debo admitirlo. Es que, por más que insistan en acusarme de que me paga Clarín, las fuerzas armadas, el campo u otros grupos “poderosos”, sigo siendo pobre.
Busqué y busqué y no encontré el lugar donde me depositan mi cuota todos esos conglomerados que odian al “modelo”. ¿Podré ser tan imbécil?
Por eso, como no tengo siquiera la capacidad de saber en qué lugar debo recibir mi mensualidad “bajo mesa”, decidí hacer algo que no requiere de mayor brillantez mental: ser cyber militante K.
El trabajo es bien sencillo: hay que escribir dos o tres estupideces por día, elogiando la gestión de Alberto y Cristina, atacar a algún crítico del “modelo” y, si queda tiempo, ir a algún programa ultra K a hacer de panelista ocasional. A cambio de todo ello, uno puede llegar a embolsar unos $100 mil o más por mes. ¿No es una pegada?
Solo debo trabajar, como mucho, dos horas por día, con los obvios intervalos de descanso y los beneficios extra de estar alineado al oficialismo de turno. Ello a su vez me garantiza ser invitado de lujo a los eventos más top de la política y poder sacarme fotos con tipos de la talla de Alberto Fernández, Santiago Cafiero, Carlos Zannini y tal vez hasta Cristina Kirchner.
Más allá de la satisfacción de poseer esas invalorables imágenes, se terminarán los ataques injuriosos hacia mi persona y, por el contrario, seré mencionado casi como un prócer por la agencia de noticias Télam y el satélite de medios que gravitan en derredor de esta. Me imagino la portada de Tiempo Argentino: “El gran periodista Christian Sanz reconoció que volvieron los fondos de Santa Cruz, gracias a Cristina”. O Página/12: “El siempre querido colega Sanz felicitó a la vicepresidenta porque finalmente apareció su título de abogada”. ¿No es emotivo acaso de solo imaginarlo?
Insisto: quiero ser cyber militante K. No hace falta que les diga a los funcionarios del Gobierno cuáles son mis teléfonos o dónde ubicarme para hacerme la propuesta. Los servicios de Inteligencia vernáculos ya saben todo sobre mi persona; y lo que no, lo inventan.
Espero el llamado muchachos. Eso sí… que sea antes de que todo colapse por la pandemia.