Era obvio, desde un principio, que la alianza entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner estaba destinada al fracaso. Por muchos motivos, pero principalmente uno: la forma de concebir el poder real. Allí, en ese punto, uno y otro difieren diametralmente.
A Alberto, la palabra que lo describe más cabalmente es “moderación”; a Cristina, el término que le viene mejor es aquel que se le opone: “desmesura”.
Los diversos tópicos que han debido resolver uno y otro en los últimos tiempos los han puesto en diferentes veredas ideológicas, que no conforman a uno ni al otro.
Por eso, Alberto decidió reflotar aquella idea que le acercaron puntuales referentes del peronismo “tradicional” hace poco más de un año: formar su propio espacio político. El tan mentado “albertismo”.
Pero no lo hará tal y como se lo sugirieron, que es de “adentro hacia afuera”, sino todo lo contrario: de “afuera hacia adentro”.
Esto es, primero intentará formarse como un líder político con proyección internacional. O al menos latinoamericana.
Ello explica el viaje que hizo esta semana a Chile, para encontrarse con aquel con quien ha sabido tener severos cortocircuitos, Sebastián Piñera. Alguien a quien Cristina detesta con todas sus fuerzas.
Allí, Alberto esbozó frente a su par chileno la idea de una “integración latinoamericana”, que avance allende las ideologías. Tal fue el verdadero motivo de ser del encuentro entre ambos jefes de Estado. Todo lo demás que se dijo fueron excusas.
Las cuestiones referidas a la conectividad, infraestructura, integración física y digital, facilitación fronteriza y ampliación del comercio bilateral, ya venían siendo manejados por segundas líneas de cancillería desde el año pasado.
Por eso fue que Alberto no invitó al gobernador de Mendoza, Rodolfo Suarez: porque habría descubierto la “movida”. Y probablemente la hubiera expuesto luego. ¿Quién mejor que el mandatario mendocino para saber qué es relevante —y qué no— en la relación bilateral con Chile?
Lo que viene es más de lo mismo: habrá una potenciación de la política exterior a lo largo de 2021, como pocas veces se ha visto. De un extremo al otro. De México a China.
Luego, cuando haya obtenido el suficiente respaldo internacional, Alberto acomodará las fichas en la Argentina. Será una remake de lo que fue en el pasado el quiebre entre Néstor Kirchner y Eduardo Duhalde.
El gobierno retoma la avanzada contra la Corte
En otro orden de cosas, el presidente ha decidido reflotar la polémica reforma judicial, que quedó trunca durante 2020. No le dan los números en el Congreso Nacional, pero intentará avanzar de todos modos.
Por lo pronto, en lo discursivo han comenzado a sonar las voces de siempre. Anticipando siempre lo que busca el Ejecutivo. Primero fue el otrora supremo Raúl Zaffaroni, quien opinó que la Corte Suprema de Justicia actúa “peor que en el gobierno de Macri”.
Le sucedió el secretario de Justicia, el camporista Juan Martín Mena, quien aseguró que “hoy la Corte funciona en forma anómala”, al tiempo que cuestionó la cantidad de jueces.
Ya puede verse por dónde vendrá la avanzada judicial. El problema no es tanto la Justicia Federal, sino más bien la Corte.
El motivo es más que obvio: allí se terminarán de dirimir algunos de los juicios que enfrenta hoy Cristina. Los que más la complican, por la gran cantidad de evidencia en su contra.
Entonces apareció la idea de formar un “tribunal intermedio”, que “filtre” algunos de esos expedientes, sensibles a sus propios intereses.
La que se viene será una discusión interesante, ya que, según expertos consultados por Diario MTN —uno de ellos el constitucionalista Daniel Sabsay—, se trata de una medida inconstitucional.
A falta de dólares…
Mientras Martín Guzmán intenta denodadamente avanzar en las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI), Cristina va dinamitando todo a su paso.
Ya lo hizo con el aumento de las tarifas de servicios públicos, al exigirle al ministro de Economía que, en lugar del 40%, sea apenas del 9%. Como mucho.
La vicepresidenta no tiene ningún apuro en acordar con el Fondo. De hecho, les suele decir a “los suyos” que espera llegar a un acuerdo recién después de las elecciones de octubre. Para ocultar las eventuales exigencias del organismo, siempre restrictivas para con los países con los cuales acuerda.
El que sí está apurado es Alberto, que esta misma semana habló en el Foro de Davos respecto de tal cuestión. Su mensaje fue bien diferenciado de la pretensión cristinista: “Nosotros tenemos que hacer nuestro esfuerzo con disciplina de poder ir acotando poco a poco el déficit”.
El arreglo con el Fondo no es un capricho presidencial: es el reflejo de la necesidad de volver a la Argentina a cierta normalidad financiera. Especialmente en el mundo actual, en el cual la pandemia ha destrozado el acceso al crédito internacional.
En tal contexto, el gobierno negocia en secreto un crédito por 10 mil millones de dólares con un conocido fondo de los Emiratos Árabes. Habrá novedades en el mediano plazo.
Amenazas y algo más
Esta semana, ocurrió uno de los hechos políticos más importantes del incipiente año, aunque no se lo haya valorado como tal.
Julio De Vido y Luis D’Elía amenazaron con contar detalles de un escándalo que complicaría a Sergio Massa. Referido a la inminente compra de Edenor.
Son balas dirigidas al hoy titular de la Cámara de Diputados de la Nación, pero que pican muy cerca del kirchnerismo duro. Porque ambos han sido personajes de alta gravitación en el gobierno de Néstor y Cristina.
Por caso, De Vido fue ministro de Planificación de Santa Cruz en los años en los que el marido de la vicepresidenta era gobernador de esa provincia. Con todo lo que ello implica, principalmente el acopio de dinero ilegal para hacer política.
Luego, siguió en el mismo cargo a partir del año 2003, cuando Néstor aterrizó en el sillón de Rivadavia. Fue su principal cajero.
D’Elía tuvo un rol más desdibujado, pero no fue menor. Y guarda en su disco rígido los detalles de los acuerdos espúreos entre el kirchnerismo y ciertas organizaciones sociales de cabotaje. No solo a efectos de callar eventuales reclamos y calmar “la calle”, sino también para tener una fuerza de choque “todoterreno”.
Sin mencionar el papel que tuvo el piquetero en la tristemente célebre “contracumbre” del año 2005, que intentó contrarrestar la cumbre del ALCA de Mar del Plata, con George Bush como principal anfitrión.
Entonces, D’Elía trajo un bolso de Cuba con un millón de dólares, obviamente de manera ilegal. ¿Quién le aceitó el ingreso de ese dinero al país? La respuesta podría más que incomodar a Cristina.
Entretanto, la expresidenta argentina sigue preocupada por la amenaza que Amado Boudou le hizo llegar a través de Oscar Parrilli.
En caso de que no logre un “salvoconducto”, el exvicepresidente ha prometido revelar el papel que habría tenido Néstor Kirchner en el escándalo Ciccone.
Por ahora, historia confidencial. Habrá que ver hasta cuándo.