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Confirmado: Alberto era “Chirolita” (y el escándalo de las vacunas le está por explotar)

El análisis político semanal de MTN.

Ahí estuvieron, todos juntos. Reunidos más por la foto que por otra cosa. Alberto Fernández, Cristina Kirchner, Axel Kicillof y Verónica Magario.

Iba a ser un acto plagado de anuncios por parte del gobernador de la provincia de Buenos Aires, pero viró repentinamente en un evento “de unidad”. Planificado por la propia vicepresidenta.

La postal del reencuentro ilusionó a Alberto, que creyó ver renacer aquella magia de hace un año, cuando el Frente de Todos asumió el gobierno.

La foto que regaló esa jornada fue la esperanza de propios y ajenos dentro del kirchnerismo. Parecía que habían quedado detrás puntuales rencillas entre los integrantes del otrora oficialismo. Alberto y Cristina volvían a ser amigos. Y Sergio Massa se sumaba al mismo grupo.

Pero duró poco. Porque no hay manera de forzar las reconciliaciones, sobre todo cuando las diferencias son tan elocuentes. Tal es así, que Cristina le impuso públicamente el cambio de ciertos funcionarios.

Aunque no lo dijo, la furia recae sobre Sabina Frederic, Ginés González García, Santiago Cafiero, Marcela Losardo y el vocero presidencial Juan Pablo Biondi.

Ilusos… muchos creyeron en su momento que el hoy jefe de Estado terminaría imponiendo sus ideas, dejando atrás las pretensiones de que era un “Chirolita” de Cristina.

Pero pasó todo lo contrario. La vicepresidenta fue la que se impuso y Alberto debió adaptarse a la “nueva normalidad” política.

Cristina Kirchner, en un acto junto a Alberto Fernández: “A los que tengan miedo de ser ministro o ministra que vayan a buscar otro laburo”

Entonces, la agenda 2020 cambió por completo. Ya no había lugar para las necesidades de la ciudadanía. Solo para cumplir los caprichos de Cristina. Principalmente relacionados con sus avatares judiciales.

Ciertamente, es lo que Alberto le prometió luego de que ella lo bendijera como candidato a presidente de la Nación. Y nunca lo logró cumplir.

Por eso la furia de Cristina, que se dejó ver a través de incendiarias misivas. Verdaderos misilazos que el presidente “reinterpreta” una y otra vez como gestos de apoyo de ella hacia él.

Nada más alejado de la realidad. Cada una de esas epístolas fue una crítica feroz a su gobierno, ya sea por la falta de logros en el campo de la economía, ya sea por la ausencia de una reforma judicial real y concreta.

En sus charlas privadas —hoy solo por Telegram—, Alberto se excusa y le explica a Cristina que la pandemia le dejó poco margen de acción política. Es una verdad a medias. Porque todo aquello que se quiso hacer desde el Ejecutivo, se hizo finalmente.

Por eso, la foto que se vio esta semana no durará demasiado. Porque la vicepresidenta necesita que el jefe de Estado le resuelva sus conflictos judiciales, que involucran a su vez a sus hijos.

Hasta tanto ello no ocurra, no habrá reconciliación real. Lo que sí habrá son nuevos mensajes de Cristina, siempre con críticas solapadas hacia Alberto.

También habrá nuevos ataques contra el macrismo y el incipiente “larretismo”, que buscara, no solo esmerilar a una oposición que se muestra más unida que el kirchnerismo, sino además tapar el escándalo que viene, por la compra de las vacunas rusas. Miles de millones de razones.

Para colmo de males, su pretensión de que se vacunaría a 300 mil personas antes de fin de año tampoco ocurrirá. No dan los tiempos, por más presiones que se intenten imponer.

Tampoco habrá en el corto plazo vacuna de Astra Zéneca, que es parte de otro negociado, motorizado por el millonario aportante presidencial Hugo Sigman. Es el segundo escándalo en torno al tema coronavirus.

El tercero es el de Pfizer, empresa a la que se le pidieron millonarios retornos para que pudiera aterrizar en la Argentina. Como si la firma farmacéutica tuviera necesidad de hacer negociado alguno para vender sus vacunas.

En síntesis, el año de Alberto ha sido para el olvido. 2020 terminó demostrando aquello que tanto quiso esconder: que no tenía ningún poder concreto y que la que gobierna es Cristina.

El propio mandatario lo dejó claro luego del acto ya mencionado. “No voy a defraudar a ella ni a quienes nos votaron”, puntualizó.

Está clarísimo: su gobierno está focalizado en “alfombrar” el camino de Cristina. Un presidente de mentira.

Dicho sea de paso, le será bien complicado quedar bien con la vicepresidenta y con los que lo votaron al mismo tiempo. Básicamente, porque, como se dijo, tienen intereses contrapuestos.

Finalmente, un año para olvidar… o para no olvidar jamás.

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