Eduardo Duhalde está seguro. Habla con la firmeza de quien conoce el paño de la trastienda de la política. “O Alberto rompe con Cristina o no llega a diciembre”, jura a quien quiera escucharlo.
Lejos quedaron sus disculpas por su vaticinio de un “golpe”, exabrupto que atribuyó a los problemas psicológicos que provoca la cuarentena. “Se me fue la lengua, no pienso lo que dije”, sostuvo entonces.
Fue más una declaración para salir del paso que otra cosa. De hecho, sigue insistiendo en el mismo tópico en sus charlas privadas.
En ese contexto, ahora mismo trabaja para que el presidente de la Nación quiebre su alianza con la vicepresidenta, cada vez más frágil.
El 31 de diciembre es la fecha límite. Asegura que, de no lograrlo para entonces, luego será cooptado por el kirchnerismo duro.
“¿Cuántos golpes por día tiene Alberto? Eso hace mella. Está demasiado golpeado. Lo viví eso con De la Rúa, nos dábamos cuenta que no escuchaba, que estaba perdido”, dijo Duhalde esta semana, en un feroz intento de hacer reaccionar al presidente.
Entretanto, se junta con aquellos con los que intenta convencer al jefe de Estado para que quiebre su vínculo con Cristina. Entre otros, aparecen Luis Barrionuevo, Julio Bárbaro y Carlos Campolongo.
Todos ellos comparten una certeza: los K no son peronistas, a lo sumo son “montoneros”. Así los califican peyorativamente en sus encuentros privados.
Por eso, perciben solo dos posibles escenarios en el mediano plazo: o Alberto rompe con Cristina y toma el control de la agenda —hoy en manos de esta última— o la vicepresidenta volará de un plumazo al jefe de Estado para asumir el control del Ejecutivo.
Hay una tercera opción, que es la menos probable: que siga todo como hasta ahora, en una convivencia incómoda, que ya mostró fisuras elocuentes en casos como Venezuela, Vicentín, baja de imputabilidad y toma de tierras. ¿Cuánto más podría mantenerse esa cohesión?
De todos modos, pase lo que pase será trágico lo que viene. Porque ninguno de los escenarios logrará generar la confianza que precisa el país para calmar a los mercados. Y a los ciudadanos.
Las horas venideras serán de enorme intensidad política. Es lo que prometen de un lado y del otro.
Tal vez se puedan ir alquilando algunos balcones.