La increíble historia de la mendocina Karla Oser: la primera trans operada y documentada del país

De vedette en calle Corrientes, a esteticista en General Alvear.

Las complicaciones que ha traído la pandemia, a raíz del coronavirus, ha llevado a que muchas movilizaciones y expresiones artísticas tengan que verse postergadas o volcadas a la virtualidad. Las diferentes marchas del orgullo LGBTIQ también tuvieron que reinventarse y adoptar otros formatos.

Sin embargo, en el distrito alvearense de Bowen hay una historia más que interesante, que no deja de sorprender y causar sensaciones varias a quienes van conociendo la titánica lucha de Karla Oser.

Tiene 47 años y actualmente se encuentra abocada a la manicura y diferentes actividades vinculadas a la estética. Además de ser la primera transexual operada en nuestro país por disposición judicial, también fue la primera en recibir el Documento Nacional de Identidad que avala su cambio de sexo.

En algún momento, un ex funcionario de la Municipalidad de General Alvear, le hizo saber que era la “abanderada del sur mendocino”, y recordó con cierta alegría: “Tuve los ovarios que por ahí otra chica no ha tenido de lograr lo que yo logré, pero creo que soy el vivo ejemplo de que si uno quiere, puede “, declaró en los micrófonos de LV23 de la ciudad sureña.

Nació en General Alvear, donde se crío bajó la tutela de sus padres Felipe Oser y María Tudela, quienes la acompañaron durante una infancia compleja, “rara” y distinta en una comunidad tradicional, en la que no era para nada común que un niño no jugará a la pelota y prefiera jugar a la “casita” o practicar coreografías de Rafaella Carra, que acababa de llegar al sur para enamorarse bien.

Fue su madre quien empezó a tener cierta complicidad con Karla, que de a poco le empezó a prestar sus tacos, el maquillaje e inclusive veían juntas algunas novelas antes de que llegara su padre, de profesión policía. Cuando cumplió  7 años hubo un punto de inflexión en la vida de la familia Oser. A Karla se le antojó un bebote para jugar a la mamá, sin embargo, su madre pensó que eso le traería ciertos problemas a ella con su marido.

Por esas casualidades del destino, la madre encontró un muñeco masculino, una especie de playmobil gigante.

“Ay, la felicidad cuando lo vi. Era de plástico frío y duro pero yo chocha: me lo llevaba a la cama y lo dormía”, supo declarar al diario El Día de La Plata.

Por esas circunstancias de la vida,  Karlette Lamour en su adolescencia se radicó en la ciudad pampeana de General Pico, donde inició su camino travesti.

En esa ciudad supo trabajar en la cocina de un restaurante, pero al salir de la casa de comidas, en una estación de servicio se calzaba los tacos, alguna que otra mini y camisetas ajustadas con las que se ofrecía para compartir la noche.

En una de esas calles oscuras de La Pampa conoció a su gran amor, y posterior perdición: Fermín.

“Empecé a acostarme con otros hombres porque Fermín me lo propuso. Todo arrancó como una fantasía, un juego entre nosotros. Terminó siendo fiolo, golpeador y estafador”, explicó.

Las pesadillas todavía no llegaban a su punto más elevado en la vida de Karla. Una noche Fermín le pidió que fuera a vender unas joyas al centro. Él se las dio en una bolsita de tela y le dijo que eran de la abuela de Sergio, su amigo. Karla llegó a una joyería y mostró lo que traía.

“Entre al local y el tipo que me atendió se puso a mirar las joyas  en detalle, me dijo que espere un rato, que el tasador no había llegado y se metió adentro. A los pocos minutos escuché atrás mío la carga de un revólver y el caño frio en la sien. Cuando me dieron vuelta vi cinco patrulleros afuera, parecía una película”, supo contarle al medio platense.

Una vez que logró sortear ese mal trance, la bowense se radicó en la Ciudad de La Plata.

Tras colocarse silicona líquida, y verse sorprendida por las luces de la capital, no tardó en conseguir trabajo en boliches y centros nocturnos, en los que llegó a codearse con Cris Miró, Jean Francois Casanovas y Cassandra Cash.

Con cierta experiencia en sus espaldas empezó a jugar en su cabeza la idea de la operación.

Luego de una caótica burocracia, finalmente llegó el momento de la tan ansiada cirugía.

“Se dispuso por orden del juez que me tenían que hacer la adecuación sexual y el cambio de documento, fui la que creo el precedente para que hoy en día las chicas trans puedan acceder a tener su DNI”, señaló en diálogo con la AM de General Alvear.

“Me podría haber operado en otro país, pero un día hablando con una abogada me dijo de iniciar acciones legales, y ese proceso duró seis años, fue una lucha bastante intensa, no fueron cosas muy lindas. El fiscal me pidió cosas aberrantes e insólitas para demostrar mi caso. Si me operaban y después yo me arrepentía, me tenían que indemnizar, una cosa así, por eso fue bastante complicado el tema de la aceptación”, agregó Karla, quien fue diagnosticada de disforia de género, el nombre médico con el que se identifica a las personas que tienen una contradicción entre su identidad de género y el sexo de nacimiento.

Cada vez que su palabra es requerida por los medios, o al momento de narrar su experiencia a quienes acuden en busca de ella, admite: “El tema no es convencer a nadie, sino es una cuestión de aceptación, de que tomemos conciencia de que el límite de uno termina donde empieza el del otro. Hoy en día los chicos, que vienen tan avanzados, tienen que saber y aprender que pueden tener un compañero que puede pensar distinto, por ahí va el punto y es lo importante para rescatar”.

Hoy en día, radicada en la Perla Distrital del este, en cierta medida dejó atrás su pasado. Sin embargo, en una comunidad antigua, muchas veces suele estar en el centro de la escena.

“Entiendo que hay personas que tienen pensamientos más arcaicos, de que todo no tenemos que ser de mente abierta, inclusive yo también tengo mis límites”, expuso.

Y siguió: “No nos olvidemos que las personas de mi género, o sea las lesbianas, transexuales, gays y bisexuales; venimos de parejas heterosexuales, no es que por el hecho de que sean dos varones o dos mujeres, la criatura puede llegar a pensar diferente “.

No ha sido para nada fácil la vida de Oser, que tuvo épocas “de gay porque obviamente tenía mi parte masculina y me vestía de varoncito porque la sociedad me obligaba, y también tuve que tener mi novia, y hoy en día son grandes amigas mías. Fue una gran pantalla para zafar del maltrato o rechazo, yo creo que eso pasa por la fuerza que tiene cada uno”.

Y llegó a recordar que “una vez fui a bailar a un boliche de General Alvear, me llevaron presa y me acusaron de ejercer la prostitución”.

Artículos Relacionados

Volver al botón superior